Si comer en la misma mesa del rey ya era extraño para Emma, que su familia se uniera a ella, era aún más raro e incómodo, pues no sabía que opinión tendría el monarca sobre ellos. No es que Emma estuviera avergonzada de su familia, pero el no saber si la conversación de su padre y su hermano había sido de agrado, la ponía nerviosa.
Sir Kinstong, sentado frente a su hija menor, hablaba de manera bastante animada con el rey sobre lo exquisito de la comida y lo hermoso que era aquella estancia, y al soberano no parecía molestarle, lo que alivió un poco la desazón que sentía Emma. El mayor de los hermanos Kinstong, intervenía en la conversación de vez en cuando. Las damas, por otro lado, se mantenían bastante calladas, aunque Giselle y Emma aprovechaban estar sentadas juntas para hablar entre ellas, y la Lady Kinstong mantenía su silencio, pero se notaba como admiraba todo a su alrededor.
Luego del almuerzo, hablaron sobre el baile de compromiso, que cada vez se acercaba más. Lady Kinstong le comunicó al rey con mucha emoción todos los detalles que había discutido con la señora Nicols sobre dicho evento, y este solo dio su visto bueno. Al escuchar sobre el baile, Emma y el príncipe Alexei se tensaron, aún no habían señales de la verdadera dueña de la zapatilla y el baile de compromiso parecía inminente.
Lo más difícil para Emma fue despedirse de su amada familia, quienes decidieron marcharse antes de la cena para no seguir incomodando a la familia real. Lady Kinstong con lágrimas en los ojos se despidió de su hija menor pidiéndole que se alimentara bien, se comportara y le escribiera siempre que pudiera, la despedida entre las hermanas no fue muy diferente, excepto por los consejos, sir Kinstong dejó un simple beso en la frente de Emma, pero con este le transmitió todos los sentimientos necesarios.
—Hermana, espero que seas muy feliz —expresó Henry a su hermana—. He hablado con el príncipe y el ha prometido tratarte bien. Adiós princesa —añadió mirando al príncipe, quien se encontraba parado a unos metros detrás de Emma, antes de inclinarse para dejar un beso en las manos de su hermana.
Emma sabía que su hermano nunca había sido dado a los gestos cariñosos, así que se conformó con aquel besamanos. Cuando el carruaje partió del palacio, Emma se refugió en su habitación, donde se permitió llorar por el dolor que sentía al separarse de su familia; ella siempre había sabido que ese momento llegaría, pero le había parecido demasiado rápido.
En la tarde, decidió quedarse en su habitación y cenar allí, a lo que el rey no se opuso imaginando el desdén de su futura nuera. No obstante, el príncipe Alexei no lo dejó pasar y sin imaginar la causa de la ausencia de su prometida, fue a visitarla a sus aposentos para asegurarse que estaba bien, después de cómo él se había comportado los últimos días, quería darle la mejor atención.
—¿Se siente mal, señorita Kinstong? —preguntó el príncipe al entrar en su habitación de Emma, quien se alegró de no haberse cambiado de ropa aún.
—Sí, su alteza, es solo que, después de haber visto a mi familia marchar, me sentí vacía, se me hace muy raro no verlos todos los días —respondió Emma negando con la cabeza. Le asombrada la preocupación que había observado en el príncipe, ni parecía el hombre que había conocido un par de días atrás.
Emma, aprovechando el tema, quiso saber qué había opinado el príncipe acerca de su familia, aunque, no era que su cariño hacia su familia cambiaría por la opinión de Alexei.
—Tu padre y hermano me parecieron personas bastantes agradables, a tu padre se le notó todo el cariño que te tiene al hablar sobre ti, sus palabras exactas fueron: “les he entregado a mi tesoro más valioso” —comenzó a opinar el príncipe y Emma se sintió realmente emocionada con las palabras que lord Kinstong había expresado sobre ella—. Tú hermano, por otro lado, se mostró bastante sobreprotector, y me aclaro que no debía hacerte daño o él me castigaría. En cuanto a las damas, no podría decirte mucho sobre ellas, puesto que no tuve mucho Contactos, solo puedo decir que tu madre lucía muy feliz por este matrimonio, y tu hermana, diría que se comportó de manera excepcional, es toda una dama al igual que tú.
—Veo que ha captado bien los sentimientos de mi familia, aunque se equivocó con respecto a un detalle —respondió Emma con un aire de misterio, y Alexei intrigado por saber se mantuvo en silencio esperando que la dama prosiguiera—. Mi hermana es mejor dama que yo. Si a ella le hubiese quedado el zapato, la señora Nicols no tendría que preocuparse por sus modales, ni regañarla por huir de una clase —agregó Emma bajando la cabeza.
Alexei pudo ver en Emma un sentimiento de inferioridad y comparación con su hermana, y a pesar de que él tenía una opinión distinta decidió callar.
Para cambiar de tema, Emma quiso saber como era la vida del palacio y como era el rey.
—Mi padre es un hombre imponente, como ya habrás notado, pero debe ser de esa forma para ser el rey —explicó Alexei pasándose una mano por el cabello—. Él sabe separar su deber de rey y de mi padre, aunque a veces siento que se comporta más como un rey que como un padre —añadió con tristeza.
Emma quiso saber más sobre ello, pero el príncipe Alexei se dio cuenta de cuánto se había abierto a ella, así que, excusándose con lo tarde de la hora, decidió marcharse.
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Tres días después…
Todo marchaba viento en popa para el baile que se celebraría el siguiente lunes, las invitamos ya casi estaban listo y lady Kinstong se estaba ocupando de cada detalle. Emma soltó un suspiro mientras observaba desde su balcón el paisaje, aunque ese día no estaba preocupada por ello, sino por la posibilidad de no encontrar a la chica de la zapatilla. Ella sabía que su mejor opción era casarse con el príncipe, no obstante, tenía miedo de que eso sucediese, unirse a una persona que no amaba en un lazo eterno.