Ese no es mi zapato

Capítulo 8

El baile de compromiso al fin había llegado y Emma no podía estar más nerviosa por aquel acontecimiento, pues sabía que los ojos de todos estarían sobre ella.

—Está hermosa, señorita Kinstong —Elogió Edwina y la señora Nicols dio su visto bueno también.

Emma tenía puesto el vestido que le había hecho la modista y para las manos había escogido unos hermosos guantes blancos, que llegaban mucho más arriba del codo. Se había dejado el cabello suelto, en el cual tenía hecho rulos, y había escogido una hermosa tiara de rubíes, la cual era sencilla e iba combinada con un hermoso collar y aretes en forma de gota.

—Gracias a ambas por los elogios —respondió Emma dedicando una sonrisa a ambas, al tiempo que sus mejillas se sonrojaban, siempre le pasaba lo mismo al recibir un elogio, no se acostumbraba a ellos.

Tocaron a la puerta de repente y Edwina se apresuró a abrir para encontrarse con el príncipe, quien lucía una casaca roja, unos pantalones negros y su pelo bien peinado. Entró en la habitación cuando recibió el permiso de Emma y al ver a su prometida se quedó sin palabras, estaba muy hermosa, era la viva imagen de una princesa. La señorita Kinstong se puso en pie e hizo una reverencia mientras Alexei no dejaba de observar lo bella que se veía la dama.

—Creí que no podría verse más hermosa de lo que es, pero hoy está radiante —comentó el príncipe haciendo que Emma se sonrojara en extremo.

—Gracias, su Alteza —agradeció la dama con una sonrisa, era la primera vez que recibía un elogio por su parte.

Seguidamente Emma tomó el brazo de su prometido para salir al pasillo y dirigirse hacia el salón de baile. Mientras caminaban por los interminables corredores Alexei le sugirió que se trataran por sus nombres de pila cuando estuvieran solos, ya que pronto iban a casarse. Al principio, la señorita Kinstong se negó, pero cuando él comenzó a llamarla por su nombre de manera insistente, ella no pudo seguir negándose.

Finalmente llegaron a la puerta del salón de baile, donde el rey ya los esperaba. La pareja hizo una reverencia ante el monarca y se colocaron a su lado mientras este elogiaba la belleza de Emma. Acto seguido las puertas se abrieron mientras ellos eran anunciados en la sala. Emma se sintió realmente nerviosa al observar lo lleno que estaba el salón, pero Alexei, al notar su temblor, apretó su mano para darle apoyo, sabía el temor que tenía ella a ser comparada.

Los tres bajaron la escalinata hasta el salón, donde el soberano dio la bienvenida a los invitados. El lugar estaba adornado con cintas, había mesas llenas de dulces y los camareros también paseaban por el salón llevando bebidas.

—Les agradezco a todos por haber venido a esta celebración en honor al futuro matrimonio de mi hijo, el príncipe Alexei, con la señorita Emma Kinstong, hija de Lord Kinstong. Que Dios los una para siempre y les dé un matrimonio feliz —Todos aplaudieron al terminar el pequeño discurso.

A continuación, Alexei alzó su mano entrelazada con la de Emma para dirigirse hacia el centro del salón. Ambos comenzaron a bailar el vals con "The Second Waltz", una de las piezas favoritas del príncipe.

—Baila muy bien, Emma —Elogió Alexei después de unos minutos de baile.

—Gracias, el baile se me da bastante bien —contestó ella con una sonrisa y el príncipe se sintió feliz de no escuchar un adjetivo comparativo de los labios de su prometida—. Me siento nerviosa de saber que todos nos observan —añadió al dar un giro y ver como las damas los miraban.

—Todas las madres de este salón seguramente le odian por haber sido la escogida y creen que sus hijas son mejores que usted —comenzó a decir Alexei haciendo que la dama se pusiera aún más nerviosa. La pareja dio un nuevo giro, y al volver a unirse, Alexei la acercó más a él mientras la observaba directamente a los ojos—. No se deje cohibir por ningún comentario, tenga confianza en sí misma, Emma, no necesita nada más.

Las palabras de Alexei, su cercanía y su mirada hicieron que el corazón de la joven doncella tuviera un extraño sentimiento, pero no duró mucho, porque el príncipe la devolvió a una posición decorosa. Al primer baile siguió otro, al cual se unieron otras parejas entre ellas Giselle Kinstong con un caballero que Emma no reconoció, pero se mantuvo vigilante y vio como su hermana sonreía con aquel chico.

Después de varios bailes, Emma pudo acercarse a su familia, que se deshizo en elogios, principalmente su madre, quien no paraba de decir lo buena pareja que hacían, lo bien que habían bailado, lo bello que estaba el vestido y lo bien que combinaba con su tiara de rubíes. Lord Kinstong le dijo lo bella que se encontraba Emma y le expresó lo apenado que había estado su hermano por no poder asistir a la fiesta por tener que regresar a la universidad.

Finalmente, las hermanas Kinstong se separaron de su padre para poder hablar más a gusto y Emma no desaprovechó la oportunidad para preguntarle por el caballero.

—Es el señor Collins, lo conocí hace una semana, está haciendo negocios con papá —explicó Giselle mirando al caballero desde la distancia. Este era bien parecido, de cabellos rubios, figura esbelta y postura elegante.

—¿Cómo no me lo contaste en cartas, hermana? —le recriminó Emma a su hermana mayor.

—No había tenido tiempo, Emma. Además, mamá revisa todas mis cartas últimamente y no quería que se enterara de mi opinión hacia él. A ella no le agrada, porque desde tu compromiso, solo quiere un pretendiente de la nobleza para mí —respondió Giselle con pesar.

La menor de las Kinstong sabía cómo era su madre con respecto a su hermana. Siempre había querido que su hija mayor se casara con alguien de la nobleza y no iba a desistir ahora que una de sus hijas sería princesa.

—¿Y tú qué sientes, Giselle?

—Me gusta mucho, Emma —confesó Giselle con las mejillas teñidas de rojo—. A él nunca le ha interesado cuantos idiomas hablo o cuantos instrumentos toco, ni siquiera se molestó cuando me reí a carcajadas. Le importa quién soy realmente, siento que me ve más allá de un adorno decorativo, debo confesar que por ello rechacé a los partidos anteriores —añadió con admiración.




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