Tadeo se queda con la boca abierta una vez que he terminado de explicarle mi idea. Se pone de pie y da tres vueltas en un pequeño círculo sobre el pasto a un costado de la cancha de fútbol del colegio.
—No, Brenda. No puedes pedirme que haga eso, ni siquiera por ti.
Entrecierro los ojos y me cruzo de brazos. He salido de la universidad en la única hora libre que tengo para venir a hablar con él ¿y me va a decir que no? —¿Hablas en serio? ¿Tengo que recordarte que el año pasado accedí a ser tu novia y lo hice solo por ti?
Sus mejillas se enrojecen al instante y mueve la cabeza de lado a lado, controlando que no nos haya oído ninguno de los alumnos que deambulan por el patio durante el receso, pero la distancia es suficiente para que no lo hagan.
—Esto es distinto…
—Te servirá a ti también —insisto—. ¡Vas a ser famoso!
—¿Qué te hace pensar que no lo arruinaré? ¡Sabes que soy un desastre! —los nervios hacen que abra de más su paquete de galletas y algunas van a dar al suelo—. ¿Y si me da un ataque de pánico en medio del escenario?
—¡Vamos, Tadeo! ¡No practicaste con la guitarra eléctrica durante todo el verano para nada!
—Sabes que solo lo hice por hobby… También la pintura y el teatro, pero eso no quiere decir que vaya a salir en una película.
Dejo escapar un suspiro, empezando a sentirme derrotada.
—Musageta te necesita… —agacho levemente mi rostro y lo miro a través de mis pestañas, fingiendo una tierna expresión.
Él se echa a reír.
—Lo que Musageta necesita es una chica para reemplazar a la que se fue —me toma de las manos y las aprieta con fuerza—. No a alguien como yo, por mucho que me gustaría ayudarlos.
—¿Alguien como tú? —repito, sin entender.
—Sí… Alguien torpe, sin estilo y…
—¡No te atrevas! —lo amenazo con la mirada—. ¡Nadie habla mal de mi mejor amigo, ni siquiera él mismo!
Suelta una risita y se resigna a dejar de autocriticarse injustamente.
Si tan solo tuviera más confianza en sí mismo…
Me retiro de vuelta a la universidad, frustrada y cansada de romperme la cabeza pensando en una forma de ayudar a Lucas. Me da pena verlo tan estresado desde que Vanesa salió del grupo, en especial porque siente que tiene que mostrarse optimista delante de los demás cargando con el peso de este problema él solo.
Ya en la tarde, toco a la puerta de la oficina de Gloria y espero que me autorice a entrar.
—Brenda, mi niña —me muestra su acostumbrada sonrisa—. ¿Necesitas algo?
Afortunadamente, las actividades en el Estudio Jurídico se han terminado por el día de hoy, así que no hay nadie con ella. Me siento en la silla que está apostada delante de su escritorio.
—Se trata de Lucas —comienzo a explicar y la veo modular una sonrisa pícara como cada vez que vengo a hablarle de mi novio—. Verás, tienen una presentación muy importante el viernes y resulta que Vanesa debe viajar y no podrá acompañarlos. De hecho, ella ha dejado el grupo y será imposible encontrar un reemplazo antes de ese día.
—Oh, vaya. Mi niño debe estar muy angustiado —comenta.
—¡No te imaginas cuánto! Se ha pasado hablando con conocidos del medio, pero nadie sabe de alguien que esté disponible. Está muy estresado y no sé qué hacer para ayudarlo a encontrar un reemplazo… —Dejo caer mis hombros, observándola con absoluto desconsuelo.
Ella se quita los lentes de lectura, inclina la cabeza y se toma unos segundos para pensar al respecto.
—Podrías hablar con Eric, tal vez él sepa de alguien —propone.
—Ellos ya han hablado con él sobre eso, contactaron con algunas personas, pero no han tenido mucha suerte —suelto un suspiro—. Lo único que podría hacer sería organizar unas audiciones y… ¡claro! —me pongo de pie de un salto—. ¡Repartiré afiches por todos lados! ¡Gloria, eres genial!
Bordeo su mesa y le planto un beso en la mejilla. Ella se echa a reír.
—Pero, fue tu idea.
—Da igual, Lucas se va a poner muy contento —tomo mi cartera y me muevo hasta la puerta—. ¡Nos vemos mañana, tengo mucho por hacer!
Se despide de mí con un movimiento de la mano y me dirijo a la salida, emocionada. Mis amigos ya no están, Samantha también se ha ido y sólo veo una luz debajo de la puerta del despacho principal. Mi suegro y el señor Burgos siempre son los últimos en retirarse.
Lo primero que hago al llegar a casa es buscar a Stacy para que me ayude. Una vez que ella acepta, llamo a Lucas y le comento lo que pretendo hacer. A Bruno, quien (desafortunadamente) se está quedando en su casa, le parece una mala idea. Enseguida replica que no encontraremos a alguien que se pueda aprender en pocos días todos los temas de Musageta.
—Es una lástima, ya que Stacy se ofreció a diseñar los afiches —comento, con un fingido tono apesadumbrado—. Se sentirá muy triste cuando le diga que rechazaste la idea…