El ensayo final ha resultado de maravilla, así que los chicos y yo nos encontramos descansando en el patio de mi casa. Papá aún no ha llegado del Estudio Jurídico, o tal vez de la casa de tío Patrick, quién sabe. Lo cierto es que aprovechamos su ausencia para ensayar aquí, ya que Eric había planificado en el bar una reunión de la que no quiso contarnos nada. Aseguró que se trata de un secreto y ni siquiera mi novia o Stacy pudieron sacarle información.
Shana se ha ido apenas terminamos de practicar. No parece tener intenciones de integrarse o conocernos al menos un poco. Ni siquiera a las chicas, quienes ahora se encuentran en la sala, viendo una película mientras nosotros preparamos pizzas a la parrilla para celebrar que tenemos todo listo para la presentación de mañana.
Francis me pasa un vaso con cerveza y levanta el suyo en el aire.
—¡Vamos a brindar! —propone, con una amplia sonrisa.
—¡Por Musageta! —me pongo de pie y acerco mi vaso al suyo, pero él lo aparta, evitando el tintineo.
—No solo por el grupo, ni por haber encontrado a la persona perfecta —me detiene con un gesto de la mano—. ¡Sino porque Bruno se equivocó al decir que no lo lograríamos!
No puedo evitar reír, en especial al ver la cara de reproche de mi mejor amigo, quien se cruza de brazos y rueda los ojos.
—¡Vamos! Acéptalo —el pelirrojo lo presiona—. Admite que estabas siendo negativo, y no realista como dijiste.
Bruno suelta un bufido y lleva la mirada hacia mí, esperando que lo defienda, pero me encojo de hombros.
—Tiene razón —asiento, logrando que Francis me abrace y su cerveza se sienta fría contra mi brazo.
—¿Lo ves? Incluso Lucas piensa que te has vuelto pesimista y gruñón desde que ha vuelto alguien. Y digo alguien para no decir el nombre de la rubia que está sentada en la sala —me hace un guiño poco disimulado.
—¿Por qué no se van a la mierda? —él se pone de pie y se aleja hacia la parrilla. Finge controlar la cocción de las pizzas, pero estoy seguro de que solo busca evitarnos.
—Vamos, chicos, cambiemos de tema —propongo, para que no comiencen a discutir. Fran tiene razón, pero Stacy sigue siendo un tema delicado y estoy seguro de que Bruno no está listo para hablar sobre lo que todavía le pasa con ella—. Estamos aquí para pasar bien y festejar que conocimos a Shana, que es muy talentosa…
—Y además está buena —agrega el pelirrojo—. Si no estuviera loco por Samantha, la invitaría a salir.
Lo miro entrecerrando los ojos, pero no puedo aguantar la risa. Está convencido de que voy a creerme el juego de que Sam le gusta en verdad. Desde que Bruno y yo hemos dejado de salir con otras chicas, él parece querer compensarlo saliendo con una cada semana. Ya ni siquiera intento recordar sus nombres.
—No vas a lastimarla —le advierto, fingiendo una mirada amenazante.
—¡Jamás! —se lleva la mano libre al pecho—. Mi corazón le pertenece.
Se bebe de golpe la cerveza que le queda, mientras yo niego con gracia.
—El problema con tu corazón es que les pertenece a todas —cargo de nuevo su vaso hasta el tope y vuelvo a llenar también el mío—. Así que mantente lejos de Sam. Y también de Shana.
—¿De Shana por qué? No me digas que le echaste el ojo, Lucas.
—¿Qué? ¡Claro que no! —levanto una mano y le doy un leve golpe en la cabeza, para que no diga tonterías—. Lo digo por el bien de la banda.
—¡Oh, Diosito! —Tadeo, quien hasta ese momento estaba ocupándose de las pizzas (aunque más de comerse los ingredientes que de cocinarlas), se acerca de golpe y le tapa la boca a Fran—. No digas eso, ni siquiera en broma. ¿Quieres que Brenda te oiga?
Bruno suelta una carcajada. —¡Se volvería loca! Bueno… más de lo que ya está.
—¡Exacto! Digo… —Tadeo lo mira mal—. Brenda no está loca, pero sí enloquecería si pensara que Lucas ha mirado a Shana. Es lo único que le faltaría para terminar de detest… —se queda callado, como si hubiera hablado de más.
Clavo mi vista en él y sus mejillas se enrojecen al instante. Comienza a tomar cerveza en tragos apresurados, cosa que nunca hace.
—¿De qué hablas? —le pregunto, aunque es obvio que no va a continuar—. ¿A Brenda no le cae bien Shana?
—Mmm… Lo que quise decir es que… —Tadeo pasa un trago con tanta fuerza que suena en su garganta—. Ella le cae tan bien como Bruno—. Finaliza con una sonrisa nerviosa.
—Es decir, la odia —enfatiza mi mejor amigo y, al instante se echa a reír.
—No, no la odia —indica el otro, pero es obvio que solo intenta disimularlo.
—¿Por qué lo haría? —pregunto, buscando entender.
Me asaltan de golpe las dudas. ¿Y si es por celos?
Mi mejor amigo parece pensar lo mismo.
—¡Está celosa! —Exclama, apretándose el estómago por la risa—. Ahora ya tengo con qué molestarla.
—Bruno, no —le pido, sin dejar de mirar a Tadeo expectante—. Dime la verdad.