Ese último momento

6. Una confesión desafortunada

Decir que Tadeo está emocionado con esto no le hace absoluta justicia a todo lo que él parece estar experimentando. No ha dejado de sonreír y hablar sobre lo contento que está por ser parte de Musageta, de lo genial que es Melania y de cómo los chicos lo apoyaron cuando ella dijo que aún le falta mucho por aprender.

Stacy y él pasan todo el camino hablando sobre los detalles, mientras yo solo puedo pensar en Bruno. En cómo mi hermana acaba de decirle que no siente nada por él y, de alguna manera, me produce lástima. Es que… ¡Vamos! Es una noche especial para ellos y no debería habérsela arruinado así. Podrían haber hablado de su situación sentimental otro día.

Apenas llegamos a casa de Lucas notamos que ya hay unos cuantos vehículos estacionados afuera. Mi suegro confía mucho más en él desde que está tomando la universidad con tanta seriedad como toma la banda de rock, así que le ha dejado la casa por esta noche y aseguró que volverá muy tarde. Mi novio nos ve llegar, se acerca a nosotros y me abraza.

—Pulga, ya está todo listo, no tienes nada de qué preocuparte —asegura, depositando un rápido beso en mi boca—. Bruno y yo nos hemos ocupado de todo: la música, la bebida, los invitados…

—Uff, menos mal —exclama Tadeo—. Me estoy muriendo de hambre.

La expresión de Lucas se transforma, como si recién se hubiera acordado de algo.

—Comida —expresa y comienza a negar, con cierto temor.

—¡¿Se olvidaron de la comida?! —mi mejor amigo parece a punto de entrar en una crisis nerviosa.

—Estoy seguro de que Fran puede solucionarlo —saca su celular y se aleja a prisa, para llamar a su amigo.

Tadeo y Stacy se echan a reír y yo me separo de ellos, buscando a Bruno.

Lo encuentro en la cocina, acomodando las cervezas en un refrigerador muy grande. Se incorpora al verme llegar.

—Hola Pulgosa —me saluda, con ese mote horrible—. Lucas compró las bebidas que te gustan —señala las botellas que están sobre la mesa y sonríe de lado—. Ya sabes, siempre dominado.

Me sorprende notar el buen humor que trae encima y no entiendo si sabe disimular muy bien o simplemente no le afectó lo que Stacy le dijo.

—¿Está todo bien? —me animo a preguntarle y eso parece confundirlo.

—Claro —se encoje de hombros—. ¿Y a ti qué bicho te picó?

—Olvídalo…

Prefiero no decirle nada, no sea que vaya a meter la pata.

—Por algo preguntaste —me acusa. Abre una lata de cerveza y comienza a tomar de ella, mientras parece analizar la situación—. Lucas te dijo algo de mí, o Stacy —insinúa.

—No —me defiendo, en parte es verdad.

—Mira, estoy bien —se pone a la defensiva él también—. No te metas en mis asuntos. Mejor preocúpate por tu novio que allá lo veo rodeado de buitres hambrientos de su carne.

Señala con la cabeza hacia la sala, donde Lucas está saludando a algunas excompañeras. Kendra, como siempre, se asegura de besarle sonoramente las mejillas y mirarlo con cara de boba.

—Idiota —le contesto a Bruno y me alejo hacia mi novio. “Marginada” escucho que me responde, pero lo ignoro y sigo caminando.

Tadeo me intercepta en el camino y pasa un brazo sobre mis hombros, siguiendo mis pasos.

—¿A dónde vamos? —me pregunta, con una cerveza en la mano.

—A marcar territorio —levanto el mentón, mostrándole el tumulto de chicas que no deja de hablarle a mi novio de manera coqueta.

Él suelta una risa.

—¡Oh, vamos, Brenda! No seas tan posesiva —me regaña con diversión—. Recuerda que pronto será famoso y las chicas se van a tirar sobre él como si fuera helado de chocolate. No vas a poder espantarlas a todas. Tienes que confiar en que te será fiel.

—Confío en él —le aseguro—. Pero ¿qué esperas que haga, que me quede mirando como una tonta?

—Puedes hacer eso o… —le da un apretón a mi hombro, llenándose de euforia en el mismo instante en que se ve a Julio atravesar la puerta de entrada y saludar a Lucas chocando los puños—. O deleitarte con ese bombón de licor. ¡Oh, madre mía! Quiero ser esa camisa que apenas se cierra sobre su firme pecho —recita, haciéndome reír—. ¿Por qué tiene que ser tan guapo, sexy, papucho?

—Lo estás idealizando.

—No lo hago, Julio es perfecto. ¿Acaso no tienes ojos?

Los tengo. De hecho, son estos ojos los que no han podido evitar notar que una de sus manos está ubicada en el trasero de quien reconozco como una compañera de Stacy.

Julio y la chica pasan por un lado sin siquiera fijarse en nosotros, como si no existiéramos. Tadeo se gira hacia mí, una vez que están lejos y vuelve a hablar, desilusionado.

—No me animé a saludarlo —se lamenta—. Debería beber un poco más, para soltarme.

—Lo que tienes que hacer es buscar a alguien que te ayude a sacarlo de tu cabeza.

—Aburrida —se queja y se aleja para ir a llenar su vaso.

Entre más tiempo pase encaprichándose con alguien que ni siquiera parece ser consciente de su existencia, menos podrá fijarse en quien sí valga la pena. Pero ¿cómo demonios lo convenzo de eso?



#36245 en Novela romántica
#23373 en Otros
#3472 en Humor

En el texto hay: rock, juvenil amor drama, amigos y amor

Editado: 13.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.