Ese último momento

10. ¿Por qué?

Ya hace como una hora desde que mi novia me dijo que estaba saliendo de su casa para venir a conocer el departamento y no hay señales de ella. Le envío un mensaje luego de terminar de conectar el televisor que traje de casa para dejarlo en la sala a disposición de todos.

Quiero hacer de este un lugar en el que podamos estar a gusto y compartir las mejores experiencias. Estoy seguro de que esto nos unirá mucho más.

—Es que tu batería de mierda no puede ocupar todo el lugar. —La voz de Bruno llama mi atención y me hace llevar la vista a la habitación de ensayo, donde él y Francis están acomodando los instrumentos musicales—. ¿Dónde se supone que coloque mi bajo?

No puedo creer que Melania y yo hayamos pasado las últimas horas colocando los aislantes acústicos, para que ellos se pongan a discutir cuando les ha quedado el trabajo más sencillo.

—No seas llorón, ahí cabe —se defiende el otro.

Me aproximo y me dispongo a poner orden antes de que esto se salga de control. Bruno lleva algo de razón, pero como siempre la expresa a lo bruto y está empezando a perderle la paciencia a Fran.

Paso los siguientes minutos organizando todo hasta que el cuarto termina luciendo de maravilla. Tadeo aparece acompañado de Stacy, quien lo estaba ayudando a ordenar su nueva habitación.

—Rubia, ¿sabes algo de Brenda? —le pregunto al verla—. Ya debería estar aquí.

Chequeo mi celular y veo que no ha respondido mi mensaje. Mi cuñada niega con la cabeza y se encoge de hombros, aunque no parece estar prestándome mucha atención porque tiene los ojos puestos en Bruno y, al instante, se acerca a él para elegir juntos el cuadro que se colgará en la pared.

Llamo a mi novia a su celular, pero no deja de derivarme al buzón y ya estoy empezando a preocuparme. No es normal que esté demorando tanto.

El timbre suena y me apresuro a la puerta de entrada, el alivio me invade por un segundo, hasta que consigo abrirla y mis ojos captan a un sujeto que parece tener unos pocos años más que yo.

—Hola —saluda con una sonrisa.

—Hola —repito. Espero que explique el motivo de su presencia y, como no lo hace, prosigo—. ¿Se te ofrece algo?

—Sí… digo, no. —Se rasca la cabeza en lo que parece un tic nervioso. Señala la puerta que está al final del extenso pasillo—. Soy el vecino de al lado y quería presentarme. Me llamo Diego.

—Mucho gusto, soy Lucas. —Estrecho mi mano con la suya y me da un firme apretón, que demuestra que no parece ser tan tímido como creía.

—Se mudaron hoy, ¿no? Hace meses que no viene nadie por aquí.

—Sí, estamos terminando y enseguida vamos a tomar unas cervezas, ¿quieres pasar? —abro un poco más la puerta, invitándolo, pero él se niega.

—Gracias, pero tengo cosas que hacer ahora. Solo quería saludar… —se encoge de hombros.

—Claro, no hay problema.

Nos sonreímos mutuamente en un silencio algo incómodo que dura un instante, entonces Diego lo vuelve a romper:

—Estoy estudiando informática así que, si necesitan ayuda o algo, estoy a unos metros de distancia.

—Genial, lo mismo digo —contesto, antes de percatarme de la metida de pata—. Es decir, que estamos aquí para ayudar —me corrijo—. Pero somos músicos, no informáticos.

Él suelta una pequeña risa y levanta una mano en lo que parece ser una despedida. Se mueve unos pasos hacia su departamento y vuelve a girarse un momento después.

—¿Juegan videojuegos?

—No a menudo.

—Bueno, si algún día quieren, podemos echar unas partidas online.

—Claro, por qué no.

Nos sonreímos de nuevo y Diego no tarda en perderse tras su puerta. Me quedo mirando el ascensor durante unos segundos, preguntándome si debería bajar a esperar a Brenda. Miro de nuevo su chat, pero sigue sin respuesta, por lo que me resigno a ingresar de nuevo.

—¿Quién era? —pregunta Bruno.

Todos están ya instalados en la sala, eligiendo una película. Francis y Tadeo están sentados en el sofá con cervezas en la mano.

—El vecino de al lado —explico—. Se llama Diego y quería presentarse.

—¿Y por qué no entró? ¿Es lindo? —Las preguntas de Stacy hacen que mi mejor amigo la mire con disgusto, aunque no parece animarse a decirle nada.

—No lo sé… Supongo que sí. Era agradable —contesto, logrando que él me mire mal también a mí, así que me apresuro en arreglarlo—: Aunque un poco extraño, no quiso pasar.

—Entonces no es agradable, sino un idiota —expresa Bruno.

—Para ti todos son idiotas —se queja mi cuñada—. ¿Por si acaso tu baño nuevo tiene espejo?

—Uhhh. ¡Buena esa! —Francis la apoya con aplausos. Tadeo y yo empezamos a reír y el otro se cruza de brazos.

El timbre se escucha de nuevo y el pelirrojo se levanta.

—Yo abriré, deben ser las chicas.

—¿Qué chicas? —le pregunto, tan confundido como los demás.



#32610 en Novela romántica
#20859 en Otros
#3178 en Humor

En el texto hay: rock, juvenil amor drama, amigos y amor

Editado: 13.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.