Ese último momento

24. Algo así como una madre

No hay palabras que puedan describir lo que Gloria significó en mi vida.

Papá siempre se ha referido a ella como su mano derecha. Trabajaba como jefa de secretarias del Estudio Jurídico Urriaga-Burgos, ese era su cargo en la empresa. En alguno de mis cumpleaños habré oído a mis abuelos referirse a ella como mi niñera, pero no lo era, nadie le había pedido que lo fuera.

La verdad es que ocuparse de un niño inquieto y rebelde, que siempre encontraba la forma de meterse en problemas, fue algo que hizo por voluntad propia.

Al comienzo me había servido de escudo. Cada vez que me llevaban a la oficina y quería esconderme de Sam, me metía en su despacho. Podía quedarme debajo de su escritorio jugando solo durante horas y, cuando mi amiga entraba a buscarme, ella le decía que no me había visto.

Siempre fui su favorito.

Cuando empecé a crecer y a disfrutar de la compañía de Sam, Gloria me sirvió para huir de papá. Ella se echaba la culpa cada vez que yo rompía algo, me defendía cuando este me regañaba, me ayudaba a terminar los deberes del colegio y a concentrarme para estudiar.

Con ella aprendí las tablas de multiplicar, luego de que varias profesoras hubieran tirado la toalla conmigo.

Más adelante, cuando le conté que quería formar una banda de rock, fue la primera en animarme a hacerlo. Ambos sabíamos que sería muy difícil convencer a mi padre, debido a la aversión que siente hacia ese mundo, por lo que ella me apoyó y me dio las fuerzas que necesitaba para enfrentarlo.

Papá enloqueció al enterarse, como habíamos previsto. Me habría echado de casa de no ser porque Gloria intervino y porque… bueno, yo era menor de edad.

Ella usó su propio dinero para ayudarme a comprar instrumentos, para agrandar mi colección de vinilos —me regalaba uno en cada cumpleaños—, me apoyó cuando me volví capitán del equipo de fútbol del colegio e incluso fue a algunos partidos.

Gloria me cuidaba cada vez que me enfermaba, me obligaba a tomar una sopa de pollo horrible y me llamaba en mitad de las fiestas para saber si había tomado mis remedios y si no los estaba mezclando con alcohol.

Además, siempre supo entender mi mente mucho mejor de lo que yo mismo lo hacía.

Cuando me puse de novio con Sam, supo que estaba confundido y que en realidad no sentía nada más que amistad.

Si no fuera por Gloria, no me habría dado cuenta de que las leyes no son lo mío. Hoy día, probablemente seguiría intentando encajar en la carrera que mi padre escogió para mí.

Ella supo que Brenda me gustaba, incluso antes de que yo me percatara de eso.

Aun así, nunca supe bien cómo expresar en voz alta el rol que cumplía en mi vida, aunque en mi interior siempre sentí que era algo así como una madre. La única persona a la que recuerdo haberle confesado eso alguna vez, fue a Brenda. No sabría decírselo con certeza a nadie más, porque nunca tuve una madre y no puedo saber qué se siente tener una, pero tampoco he encontrado en todos estos años una mejor manera de describirla.

Hizo tantas cosas por mí. Tantas, que ahora me cuesta creer que se ha ido.

El velorio ha ido transcurriendo con calma durante toda la mañana. Tío Patrick se ha mostrado preocupado porque el pronóstico dice que lloverá y el cielo está cubierto de nubes grises. Ellos trajeron paraguas, yo no.

La mayoría de las personas que se encuentran aquí pertenecen al Estudio Jurídico. Gloria no conocía a demasiada gente fuera del trabajo y tampoco tenía familia.

Estoy parado en un círculo junto a mis amigos, quienes nos han venido a apoyar.

Mi mejor amiga se encuentra a mi lado. Lleva un vestido negro ceñido, el cabello bien lacio y un moño claro que lo adorna. Sus uñas rosadas le hacen suaves caricias a mi mano, mientras los demás conversan. Bajo sus ojos se notan las manchas de su maquillaje corrido y, aun así, sus pestañas están bien arqueadas como siempre. A pesar de los muchos berrinches que hace cuando algo no le agrada, siempre se abstiene de llorar, porque dice que eso la hará ver fea. Hoy, sin embargo, no ha podido evitarlo.

Brenda está delante de mí, recostada contra Tadeo, quien la abraza de un lado. Aunque este dice algunas cosas para levantarnos el ánimo, no la he visto sonreír.

No se ha maquillado. Lleva el cabello sujeto en una trenza que seguramente le hizo su hermana. Sus ojos lucen hinchados y aprieta los labios sin percatarse, aun así, se ve hermosa. También la he visto tronarse disimuladamente los dedos unas cuantas veces, como cada vez que está nerviosa. Y ni siquiera parece estar prestando atención a la conversación. Está perdida en sus pensamientos, igual que yo.

Ella fue la última persona que habló con Gloria. Yo ni siquiera le permití despedirse de mí. Y ahora no puedo dejar de preguntarme qué más me habría dicho si me quedaba.

—Linda, ¿quieres ir a tomar algo? —La voz de Francis me hace mirar al costado.

Sam asiente y suelta mi mano para alejarse con él.

—No me llames así delante de la gente, pensarán que somos novios —escucho que lo regaña de camino—. Y mucho menos lo hagas frente a mis padres.



#32595 en Novela romántica
#20851 en Otros
#3176 en Humor

En el texto hay: rock, juvenil amor drama, amigos y amor

Editado: 13.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.