Los domingos siempre se genera en el grupo de Whatsapp de mis amigas una cadena de chismes sobre las fiestas transcurridas durante el fin de semana. Llevo algunos minutos enterándome de las tonterías que ocurrieron en casa de Julio, anoche, fiesta a la que no asistí por ir al bar Polzoni a hacer compañía a Eric y, por pedido de Brenda, a distraer a Lucas.
Estoy recostada en una silla del jardín, tomándome una foto que pronto subo a mis redes sociales. Al instante, dos chicos me escriben. El primero es guapo, va en último año y es compañero de Tadeo. El segundo tiene mi edad y asiste a otro colegio, he hablado con él en algunas fiestas y es bastante agradable. Aun así, los dejo en visto y coloco mi celular a un lado.
Recibir la atención de otros chicos no me llena, a pesar de que llevo mucho tiempo intentando que lo haga. La verdad es que la única persona que realmente quiero que vea esa foto nunca revisa sus redes sociales, por lo que no tardo en desbloquear de nuevo mi celular y enviársela directamente.
Bruno la revisa unos segundos después y me dice que me veo muy bien, lo cual me saca una sonrisa, puesto que él no suele ser cariñoso y, de hecho, últimamente lo percibía más tosco de lo normal.
Quisiera pedirle que nos veamos esta noche, pero llevo varios días suspendiendo mis salidas con los otros chicos por verlo a él y ya he quedado con Matías para hacer eso que llevo días pensando hacer.
Brenda sale al jardín en ese momento y se sienta a mi lado.
—¡Quiero matar a Bruno Belotto! —Se cruza de brazos, haciendo un puchero.
—Antes que nada, buenos días —la saludo, con una sonrisa pícara.
Anoche no vino a dormir a casa, y no tengo idea de qué estuvo haciendo o con quién.
—No son buenos días, por culpa de ese tonto —se queja—. Stacy, tenemos que hablar, creo que anda metido en algo extraño. ¿Tienes idea de qué hizo anoche?
Me encojo de hombros, intentando no preocuparme de antemano. Brenda siempre exagera un poco.
—No, solo me dijo que estaría ocupado —le contesto, sin evitar ahondar al respecto—. ¿A qué te refieres con algo extraño?
Ella suelta un suspiro.
—Mira… anoche lo seguí a un bar horrible y lo esperé afuera —Mi rostro debe mostrar desconcierto al escucharla, por lo que se apura en explicarme—. El punto es que cuando salió, estaba herido, se acababa de pelear… pero no quiso decirme qué ocurrió o qué hacía en ese lugar.
Ambas nos quedamos en silencio durante unos segundos, analizando. Ella parece estar recordando la noche anterior y buscándole una explicación a eso. Yo, sin embargo, creo haberla encontrado ya.
Me acomodo delante de ella y tomo sus manos entre las mías. Mi hermana es tan linda y se ha vuelto tan inocente en cuestiones de pareja, que ni siquiera se lo debe estar imaginando.
—Brenda, sé lo que ocurrió —le aseguro—. Bruno lleva tiempo yendo a ese bar que dices, así que tiene sentido que se haya estado encontrando ahí con alguna chica o varias. Probablemente, lo que ocurrió anoche fue que se enredó con la novia de alguien más y fue descubierto.
Ella niega, apretando los ojos.
—No, me dijo que tú eres la única que le importa… Y lo percibí sincero.
Suelto un bufido que me causa una especie de dolor por dentro, porque una parte de mí también quisiera creerle.
—No seas tonta, no va a decirte lo contrario.
—¿Y si se está metiendo en algo que no debe? —Insiste.
—Simplemente está siendo Bruno, el idiota de siempre —fuerzo una sonrisa para tranquilizarla, aunque no parece causar ese efecto en ella, por lo que intento cambiar de tema—. O sea que te pasaste toda la noche cuidando de él y por eso me pediste que me pase toda la noche cuidando de Lucas —me río—. Eres el colmo, Brenda. ¿Y en dónde dormiste?
Ella se remueve incómoda, suelta mis manos y se truena los dedos.
—Dormí en su habitación… Y él en la sala —se apresura en aclarar, como si pudiera pensar otra cosa—. Lo malo es que eso hizo pensar a Lucas que dormimos juntos, lo bueno es que ya lo aclaramos.
Me vuelvo a reír. En verdad sigue muerta por él y ya ni siquiera lo disimula delante de mí.
Nos pasamos el resto de la tarde poniéndonos al día con algunas cosas. Hablamos sobre el colegio, me cuenta acerca de su trabajo y también tocamos el tema de la próxima gira de los chicos. No puedo evitar sentir nostalgia al pensar que extrañaré a Bruno cuando se vaya.
ACÁ PODRÍA IR.
Más tarde, Matías me escribe avisando que está afuera y salgo a su encuentro. Me subo a su vehículo y él intenta saludarme con un beso, pero estiro mi mano y lo detengo.
—Te dije que solo quiero que hablemos un momento —le recuerdo.
Arruga la expresión, sin entender.
—Bueno ¿A dónde vamos, muñeca? —Pregunta, a lo que niego con la cabeza.
—Aquí está bien, seré breve.
—Dime entonces, ¿qué ocurre? —Toma mi mano, pero la suelto de nuevo, con disimulo.
Prefiero que no confunda las cosas.