Ese último momento

Extra. Mejor de lo que esperé. Samantha Burgos.

Revuelvo mi trago, empezando a sentir que le falta un poco de alcohol. O, tal vez, es solo mi necesidad de beber algo que me haga olvidar la humillación que acabo de pasar delante de Brenda y Stacy. Y todo porque a Maia Preston, la nueva amiguita de Lucas, se le ocurrió preguntar quién de los chicos está soltero.

Por supuesto que tuve que decirle que Francis no lo está, causando que las chicas se sorprendan con esta noticia. La cual, en realidad, no es una noticia en sí, porque él y yo no somos novios.

Brenda se acerca a mí a la primera oportunidad que encuentra para hablarme a solas. La sonrisa pícara que muestra en el rostro me anticipa su pregunta, incluso antes de que la haga:

—¿Y bien…? —Se sienta a mi lado y apoya su mentón entre sus manos—. ¿No vas a contarme desde cuándo Francis está “fuera del juego”?

Mis mejillas se calientan al entender que ha replicado mis propias palabras. Me encojo de hombros, fingiendo que no pasa nada.

—No lo sé. Simplemente me refería a que él siempre tiene una chica cerca.

Ella suelta un pequeño bufido y niega entre risas.

—Vamos, Samantha. Ambas sabemos que no se lo ve con nadie desde que tú empezaste a hacerle caso —resalta—. Y me encanta la idea de que sean novios, no es algo que debas ocultar.

Arrimo mi pecho sobre la mesa, asegurándome de verla a los ojos.

—Hay dos cosas que deberían estar preocupándote esta noche, en lugar de Francis. La primera es que el lazo azul marino con motas blancas que te regalé, le habría quedado perfecto a tu outfit, pero no te lo pusiste —levanto las cejas, enfatizando mi desaprobación, antes de bajar la voz para agregar lo siguiente—: Y la segunda es que Lucas está saliendo, de nuevo, con una chica que podría alejarlo de ti.

Ella desvía la mirada hacia estos dos y puedo ver las dudas que se dibujan en su expresión.

—Él es libre de estar con quien quiera —expresa, apenada—. Además, se supone que es solo para impulsar sus carreras…

—También se supone que yo no me fijaría en alguien tan primitivo como Francis. Y aquí me tienes.

Al menos mi broma le saca una leve risa.

—Hacen una pareja muy tierna —comenta.

—Así como Lucas y tú —insisto, dándole un toque en el hombro—. No quiero que mi mejor amigo esté con nadie más. Si es que aún sientes algo por él, espero que no seas tan tonta para perderlo.

Se limita a agachar la mirada durante unos segundos, hasta que vuelve a hablar.

—¿Sabes qué es lo que en verdad perdí? —Pregunta, curvando a un lado una sonrisa avergonzada—. El lazo azul marino con motas blancas.

Ambas nos echamos a reír a carcajadas. Entonces, Tadeo se acerca y se lleva a Brenda para que lo ayude a ordenar la cena, porque algo tan simple como escoger los sabores de las pizzas escapa de sus habilidades.

Me muevo hasta los demás chicos, quienes se hallan delante del televisor jugando videojuegos.

—Francis, ven —le pido al pelirrojo—. Necesito hablar contigo.

Apenas desvía los ojos de la pantalla, para mirarme, y los vuelve de nuevo adelante.

—Dame un minuto para terminar esta partida, cielo.

—Pues apúrate —le ordeno.

Bruno, quien está al mando del otro control, me mira mal y no pierde la oportunidad de criticarme.

—¿Puedes dejarlo respirar? Ni que fueras su dueña.

—¿A ti qué te importa? —Me defiendo, devolviéndole la mirada de enojo.

Por suerte, Lucas reacciona enseguida, para defenderme.

—Bruno, no empieces a molestarla —le dice. Y yo aprovecho para mostrarle una mirada de triunfo a ese gorila incivilizado.

Me toma más de cinco minutos esperar a que Francis se decida a terminar su juego para prestarme atención.

¡Y dice que se muere por mí!

Luego se pone de pie y me sigue a un costado.

—¿Qué ocurre?

—Tengo que hablarte de algo importante —insisto, tomándolo por la muñeca y estirándolo hacia su habitación—. Y debe ser a solas.

—Como quieras, sabes que siempre disfruto estar a solas contigo.

Abro la puerta y ambos ingresamos a la oscuridad de su cuarto. Él cierra tras de sí al mismo tiempo en que yo enciendo las luces y volteo a encararlo, decidida.

—Quiero que seas mi novio.

Sus párpados se levantan durante un segundo y su ceño se arruga a continuación.

—¿Qué? —Pregunta, con cara de desconcierto.

—Pues, lo que oíste.

Su boca se curva hacia un lado y sacude la cabeza, con algo de gracia.

—Creí que… Eh… —Se aclara la garganta, antes de proseguir—: ¿Acaso no lo somos?

Tonto.

Me cruzo de brazos, buscando que se arrepienta de su absurda pregunta.

—No recuerdo que me lo hayas pedido alguna vez —resalto—. ¿Lo hiciste?



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En el texto hay: rock, juvenil amor drama, amigos y amor

Editado: 13.08.2021

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