El teléfono no dejaba de sonar. Estaba profundamente dormida y el ruido fastidioso no me permitía seguir durmiendo, gruñí tanteando con mis manos los alrededores hasta que finalmente lo encontré. Por costumbre me lo llevé al oído. Ni siquiera me digné a abrir los ojos, quería seguir durmiendo…
-¿Sí?- pregunté soltando un bostezo.
-Diana, ¿Eres tú?- preguntó una voz femenina.
-Ajam-
-Solamente hay dos teléfonos, uno en la cocina y otro en cuarto de Erick- masculló la voz femenina- Y tu suenas como que te acabas de levantar- aquella frase me alertó por completo, abrí los ojos y me vi en una habitación desconocida, di un brinco y me caí de la cama.
-Ay por Dios- mascullé asustada, pero estaba completamente vestida, con el vestido de gala puesto y cubierta con un montón de sábanas. Al parecer mi virginidad seguía intacta.
-¡GRACIAS SEÑOR DIOS TODOPODEROSO!- exclamó contenta la voz al teléfono y de inmediato reconocí a Emma- ¡AL FIN ESTÁN JUNTOS! ¡YA ME PUEDO MORIR EN PAZ! Tengo que llamar a René, ¡No! A las chicas primero-
-¡No pasó nada!- aclaré intentando recobrar la calma- Solamente nos besamos-
-¿Y qué haces en su cama entonces?- me preguntó decepcionada.
-Me dejó dormir aquí mientras él dormía en el sofá porque es un caballero- le expliqué recordando lo ocurrido la noche anterior.
-Ay no, qué decepción- Emma parecía a punto de llorar- Y yo llamando a sus celulares como loca, pensé que algo picante había pasado, pero siguen siendo unos mojigatos de primera categoría-
-¿Y nada más para eso llamaste?-
-Ah no, también necesito hablar con Erick de un nuevo proyecto, ¿Puedes pasármelo?-
-Sí, tienes suerte de que este teléfono sea inalámbrico, porque no sé dónde está- dije poniéndome de pie y saliendo de la habitación. Escuché una música distante en otro cuartó, me acerqué y encontré la puerta abierta. Resulta que Erick aparte de tener piscina, tenía un gimnasio y justo en ese momento estaba sin camisa, usando unos shorts deportivos, sudado y golpeando un saco de boxeo.
Me quedé boquiabierta mirando sus bíceps… De pronto no pude pensar, me parecía demasiado atractivo y sensual. ¿Cómo había logrado que un hombre así me besara? Ahora era yo la que podía morir en paz.
Al sentirse observado Erick se detuvo y me miró, sonriendo de oreja a oreja.
-Buenos días, me alegra que estés despierta- comentó acercándose a mí, no pude responder, no me llegaban las palabras a la boca- ¿Y eso que traes el teléfono?- me preguntó señalando mi mano.
-Emma- balbuceé a duras penas y le extendí el aparato. Soltó un suspiro de frustración y tomó el teléfono- Espérame abajo, voy a hacer algo de desayunar- me dijo mientras se acercaba el teléfono al oído y comenzaba a discutir. Me quedé parada, completamente atontada, sintiendo que me había hipnotizado. Hasta que súbitamente caí en cuenta de que ¡ESTABA DESPEINADA, SIN MAQUILLAJE Y HECHA UN DESASTRE! Seguramente hasta tenía las marcas de las sábanas en mi cara. Me aparté horrorizada y me metí en el primer baño que encontré, dispuesta a lavarme la cara, arreglarme el cabello y abusar del enjuague bucal. Tardé como una hora haciendo malabares para acomodar mi apariencia, hasta que finalmente tuve el valor de salir.
Cuando bajé las escaleras y entré en la cocina, Erick ya estaba ahí preparando panqueques, se había bañado y se había puesto una camiseta, lo cual agradecí porque si no hubiese estado babeando sobre el mostrador de la cocina.
-Espero que tengas hambre porque para demostrar lo que siento por ti te voy a dar todos los panqueques que no se me quemaron y que no se ven tan torcidos- dijo extendiéndome un plato y un vaso con leche- ¿Te quieres cambiar? Puedo prestarte una camiseta que te va a quedar como un vestido-
-Ah pues sí, eso me gustaría- me sentía completamente cohibida ante su presencia.
-¿Te sientes incomoda?- me preguntó preocupado- ¿Te arrepientes de…
-No, no, no, no, no para nada- me apresuré en aclararle- Es solo que… Es que… Me gustas mucho-
-Y tu a mi-respondí sonriendo- Quédate aquí desayunando, voy a salir rápidamente y regreso-
-¿A dónde vas?- pregunté probando en primer panqueque. Estaban buenos, no era un gran cocinero, pero tampoco sabía mal.
-Voy a conseguirte algo qué ponerte- me dijo tomando las llaves del auto- Creo que no soportaría verte usando una de esas camisetas- me miró de pies a cabeza y se aclaró la garganta- Esas piernas son de otro mundo…- me sonrojé completamente y lo dejé marcharse.
Cuando volvió trajo consigo unos jean y una blusa bastante bonita. También incluyó unas zapatillas para que yo no tuviera que usar los zapatos de tacón. Lo acompañé mientras él desayunaba, peleamos por lavar los platos y luego de eso decidimos ir al cine para tener oficialmente, nuestra primera cita.
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Editado: 12.03.2020