-Yo tampoco quiero separarme de ti- le aseguré. Nuestros labios se juntaron y me pareció que besaba delicioso, como siempre. Besar sin culpa era la mejor sensación del mundo. ¿Y si de verdad Erick podía ser mío? ¿Y si yo me lo merecía? Incluso sin merecérmelo, lo amaba. Lo amaba más que a nadie en este mundo. Y sus brazos se sentían seguros, protectores… Erick besó mi frente, mis mejillas, mi cuello. Sentí que me derretía en sus brazos. Lo toqué por encima de la camisa y recodé lo sensual que se veía aquella mañana donde lo encontré ejercitándose, podía sentir su cuerpo, bien formado y en algún punto, comencé a quitarle la camisa. El comenzó a quitarme la ropa también y sin decir nada, ni planificar nada seguimos besándonos y solamente nos deteníamos para tomar aire.
Sus manos pasaban por mis senos, tocándolos con firmeza y suavidad y luego bajaban por mi vientre, hasta mis caderas, mientras que yo besaba su cuello y su pecho, con mis manos jugando con su cabello. Me tomó en sus brazos y me puso de pie. Con suavidad y sin dejar de acariciarnos, fuimos hasta mi habitación.
Estábamos justo frente a la cama.
-En verdad te amo- confesó mirándome fijamente a los ojos.
-Yo también te amo- respondí sonriendo. Me sentía tan feliz, que podía morir. Mi mirada bajó hasta su cuerpo y sentí un enorme deseo. Era un hombre atractivo, no sólo tenía músculos, sino que aparte su piel era blanca, suave y lo tenía tan cerca que pude detallar un lunar justo arriba del pectoral izquierdo. Me invadió un deseo tan grande que no recordaba haber sentido algo así antes. Sus ojos me contemplaron y vi como ardía el deseo en él. Siempre me había observado con admiración, pero esta vez el parecía hambriento de mí, tanto como yo me sentía hambrienta de él.
Fue quitándome lo poco que me quedaba de ropa y yo hacía lo mismo con él. Una vez desnudos, pareció no poder contenerse más y me tomó en sus brazos, colocándome en la cama. Besó mis senos, lamiendo mis pezones y mi boca dejó escapar un gemido. Encendido por eso, chupó uno de mis pezones y espalda se arqueó ante la sensación placentera, mis manos recorrían su espalda, queriendo sentirlo más cerca y su mano derecha abajó hasta mi sexo húmedo, acariciándolo e introduciendo con cuidado uno de sus dedos en mi interior. Una oleada de placer me invadió y por un segundo pensé que iba a derretirme en sus brazos, su boca se encontró con la mía para acallar mis gemidos. Puse mis piernas alrededor de su cintura y algo aturdida por el placer pude ver su miembro erecto… Y sentí una punzada de miedo. Erick no se dio cuenta, que hizo una pausa para colocarse el preservativo.
Yo suspiré para calmarme, me preocupaba que algo tan grande no pudiera entrar en mi.
Pero sus caricias me hicieron olvidarlo todo. Su boca volvió a mis senos y su dedo salió de mí, posando ambas manos en mi trasero. Pude sentir la punta de su miembro abriéndose paso de forma lenta y suave, hasta que un dolor punzante recorrió mi cuerpo, cortando mi respiración y haciéndome soltar un alarido. Erick se detuvo y me miró a los ojos, sorprendido y preocupado por mí.
-Lo siento, lo siento- susurró con suavidad, yo busqué su boca y sus besos me hicieron olvidar el dolor. Poco a poco, Erick comenzó a moverse, sin dejar de ser cuidadoso y apasionado mientras que yo comenzaba seguir su ritmo. Se movió dentro de mí y nuestras miradas se encontraron de una forma intensa. Yo le pertenecía. Era suya, siempre lo había sido y ambos lo sabíamos. Sería suya por el resto de mis días…
Me aferré a él, con mi corazón martilleando en mi pecho, sus penetraciones me hacían gemir y retorcerme en sus brazos y entonces lo sentí, un placer tan intenso que me nubló la vista. Me pareció que me desvanecía en sus brazos mientras sentía como él se acercaba a su clímax. Me sujetó entre sus brazos y me besó mientras se derramaba dentro de mí. Los dos quedamos jadeando volvemos a besarnos, esta vez más calmados. Me sentía exhausta, como si hubiese corrido varios kilómetros. Y mientras su mano acaricia mi rostro, me voy quedando dormida.
El olor a comida me despierta. Me sobresalté al recordar lo que hicimos y descubro que mi cuerpo está algo adolorido por la acción. Antes de siquiera poder levantarme de la cama, Erick entró a la habitación con lo que parece ser un plato de arroz recién hecho. No estaba completamente vestido, pero al menos tenía puesta su ropa interior y mi imaginación no se desató.
-Lo siento, solamente sé preparar 3 cosas en mi vida- dijo extendiéndome el plato con un poco de vergüenza- Panqueques, sándwiches y arroz-
-¿Algún otro defecto?- pregunté divertida.
-Tampoco soy bueno planchando ropa, quemo todo- admitió y yo me eché a reír- Esos son mis secretos. ¿Tú me estás guardando otro secreto?- preguntó malicioso.
-Este era el último secreto que me quedaba- respondí tranquilizándolo.
-Debiste decírmelo- comentó agachando la mirada- Hubiese sido más delicado-
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Editado: 12.03.2020