Esperanza e Ilusión

En búsqueda del camino

Distantes, aún más distantes, imprecisamente incógnitos. Encerrados en la bifurcación de sus destinos, hallábanse lleno de desconcierto, sin saber predecir su tan dudosa suerte. La que se hallaba en juego, un juego de azar donde se debía tomar la carta correcta; obtener el premio mayor o por lo menos, el que favorezca ambas partes. La carta más apetecida por sus deseos, tan coincidencialmente irónica, el as de corazón, la que en la cultura popular española, (de creencia ingenua) hace referencia al amor de Romeo y Julieta. Aquella historia de amor y tragedia tan conocida globalmente, localizada en la ya extinta y antigua ciudad de Verona, donde existía un notable desacuerdo entre dos familias: los Montesco y los Capuleto; un conflicto que causó un inconveniente para su romántico amor y los separó sustancialmente de su fortuna. Se puede decir que existe una relación de comparación entre la historia de aquellos adolescentes del siglo XV con la confusa narración de nuestros protagonistas, y es que en estas dos existe algo, de diferente complejidad, que impide en cierta manera que las dos almas con ganas de amar se unan. Por una parte, se encuentra la disputa entre los miembros de sus familias y por otra, las circunstancias tan redundantes en las que se encontraban ambos.


La mujer llena de pena, aseguraba saber el motivo de su desgracia. Y es que contextualmente se podría definir a la sociedad de ahora como “superficial”; ella la consideraba así debido a que veía a muchas personas fijarse únicamente en las apariencias externas, cosa que ella no compartía en lo absoluto. No había persona que comparta con ella el ideal correcto que poseía, por eso se sentía sola; cada noche y al despertar. Sentía más una conexión con la naturaleza, que le otorgaba a ella el sosiego que los humanos no podían darle. Iba en contra del mundo y de su ignorancia, pero no presumía su buen corazón, por el contrario, lo tenía disfrazado bajo la cruda imagen de alguien sin sentimientos, sin el más mínimo interés de querer amar.


El hombre por su parte, no despertaba del trance nostálgico en el que había estado preso por el tiempo de luto, exageradamente alargado. Había miles de razones para respetar el honor de su querida dama difunta, pero también en momentos pensaba en comenzar su vida de nuevo, abrir nuevas puertas de oportunidades, sabía que había alguien a quien Dios asignaría para su compañía, mucho antes de su existencia, en el periodo de gestación de su madre. Por que es bien creído que Dios tiene un destino asegurado para cada uno de nosotros, naturalmente pasó lo mismo con él.

La luminosa ciudad de Marsella reflejaba el violáceo color del cielo en las aguas de sus puertos. Se sentía tan lúgubre la vigilia de aquella mujer. No permitió que su subconsciente durmiera en su habitación; con una razón tan lógica para los humanos más que el hambre, salió de su subterránea habitación por un café. Es bien sabido que allí la gente no duerme, se mantiene laborando constantemente, todo el día, todos los días. Sintió un pesar tan grande en su pecho, muy parecida a la sensación que provocan los sentidos en una madre al tener la certeza de que uno de sus hijos está en problemas. Simplemente no podía dejar de sentirla hasta que la confortable silla de la cafetería compensó el amargo sabor de la intranquilidad. Llamó al mozo por un capuchino, éste acudió inmediatamente en su atención. Pronto un sorbo desatinado le llevó a mirar al triste ocaso que caía sobre la francesa polis, a la gente desesperada por llegar al cálido ambiente de su hogar.

  
-¿Necesita alguna otra cosa, madame? 
-Creo que por el momento únicamente esto, muchas gracias. 


Mientras veía al oscilante péndulo del centenario reloj exhibido en el rincón de los licores, imaginaba lo repetitiva que es la vida: primero nos encontramos solos, desdichados y sin un rumbo que seguir; tarde o temprano llega el primer amor, con tan aparente suficiencia, llega para hacernos creer que nos lo dará todo. Al final nunca resulta ser así y todo se desploma en el momento menos oportuno. Ocurre de maneras distintas pero al final es un ciclo de ilusionarse, amar, perdonar y olvidar. 


-¡Mozo! Por favor prepare una orden de tartines de espinaca para esta mesa. Gracias.
-Enseguida, señorita.

 
Mientras se mantenía esperando su orden pudo ver al fondo de la calle, en la otra banqueta, un anuncio poco visible de un empleo. La estrecha calle de la cafetería abordaba únicamente a transeúntes. Pensó que sería una excelente opción para salir de la apretada situación económica en la que se encontraba pues su empleo consistía en buscar un empleo. Rápidamente acabó con el par de rebanadas y dejó el dinero sobre la mesa, salió presurosa a anotar la dirección de su pronto, nuevo lugar de trabajo.

  
Al llegar a su puerta encontró un sobre lleno de billetes de fantasía con los rostros caricaturizados de Adolf Hitler y Benito Mussolini en los de 500 francos, en lugar de los ya establecidos de Marie y Pierre Curie. Lógicamente esto la inquietó y la confundió. Recogió el sobre empapado del piso. La lluvia intensa no cesaba y cada vez más la noche parecía una tormenta eterna. Con más prisa que miedo se dirigió a su habitación con la intención de tirarse de lleno en su cómoda litera y no despertar sino hasta el día siguiente.  


La noche parecía no acabarse, tenía un toque especial que a muchos no gustó. Justo aquel día había aparecido en los periódicos una noticia trágica: un atentado inesperado en el territorio de los Estados Unidos, específicamente al World Trade Center. Aún estando a miles de millas, y separados por el vasto Océano Atlántico, se podía sentir la misma angustia de los norteamericanos.


Todos los pacientes mantenían su vista sin despegar del televisor en la sala de espera; por su parte él se mantenía sin cuidado, pues en breves instantes tendría que entrar al consultorio.




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