Esperanza en el Dulce Néctar

❀ Capítulo II: Rojo

Varias pisadas escucho a la lejanía, que andaban de aquí para allá muy deprisa. Mis ojos aún no los abría, cierta sábana oscura los cubría por completo. No quería despertar, aprieto los ojos para asegurarme. Temía que fuese verdad la pesadilla que viví en persona; todavía no entiendo lo que sucede, lo que va a pasar sí era verdad lo que viví en la mañana o la razón por la cual brotó magia en mis palmas al contacto con la hada.

¿Por qué ya no la escuchaba? ¿Acaso mi mente inventó esa voz de ayuda?

Es imposible eso, fue tan real... me hizo recordar a mis sueños de niña.

Desde que tengo memoria, mi juguete favorito era mi imaginación, idealizando mundos donde era un hada o una reina que debía de ciudad una nación. Mi fuerza y magia podrían ser las armas para asegurar la protección de los aldeanos de mi reino. Sin embargo, en eso quedaba. En un sueño, en un anhelo o una tonta idea imaginaria para divertirme en el tiempo sobrante que tenia cuando era pequeña; un estúpido juego que nunca solo queda en eso, en un juego, en una ficción... nunca iba a volverse realidad.

Un día, casi llegó a tragedia el juego. Mi imaginación dio a tal punto de pensar que tenía alas, hasta incluso sentí cierto peso en mi espalda y una voz dulce que me acompañaba en las alturas; a pocos centímetros de mi cabeza, susurrando al oído que algún día iba a ir a sus tierras.

Salté varias veces en la cama de mi mamá, hasta que cruce el límite de lo permitido; a los cuatro años no tenia permitido ir a la litera. No sé cómo logré subir las escaleras, a penas había aprendido a dar algunos pasos por si sola durante esa misma semana; según los dichos de mamá cuando me recordaba la gigante travesura que hice en corta edad.

A cada paso, el suelo se veía lejano pero mi corazón saltaba de emoción por seguir en el entretenido juego. Algunos cojines dieron con el suelo cuando llegue al costado de la cama superior, dejándola vacía para la próxima acción. Recuerdo dar algunos saltos en la misma ubicación, tomando coraje para coger impulso para el vuelo.

Ignore el halito de sonido que, a lo poco que entendía, decía que debía de quedarme quieta.

Al tercer salto, mi mente dio con el color negro de inmediato. Incluso todavía siento el dolor que me dio cuando sentí que me levantaban, no supe quien era. Sin embargo, sabia que estaba salva. Ahí caí en el sueño profundo, no quería sentir mas dolor. Aunque, la siesta duro poco. Una vez abierto mis ojos, las sabanas rosadas fueron reemplazadas por otro color, mas cálido y aburrido. Blanco y con rayas celestes, ningún diseño infantil que me guste. El mismo color predominante, estaba decorada la habitación. Mis juguetes no los encontraba, solamente un sillón cama con cojines de colores oscuros Y un televisor lejano a mi alcance.

Desde ahí, nunca me gusto ir a los hospitales.

Dos horas estuvo mi corazón temeroso, buscando la silueta materna que me daba refugio cada vez que oía murmullos. No obstante, solo se quedaban ahí. Durante ese tiempo, nadie entro. Hasta que, la puerta de la habitación se abrió de golpe, llegando a mi vista la silueta que tanto anhele tenerla. Sus pasos fueron rápidos hacia mi lado, sosteniendo mi mano cuando intentaba moverme. No dudo ningún segundo ir donde reposaba, sentí múltiples besos en mi cara y la intención de mi madre de rodearme y sujetarme con fuerza, pero el dolor me impedía abrazarla.

—Cariño... Calma, mami esta aquí.—Mis labios se movieron pero, no salió ninguna palabra en ellos.—Pronto te quitaran la máscara. Hija, no te muevas así. Te puedes lastimar.

Con sus manos, hicieron un movimiento sutil en mi pecho; relajando mi corazón inquieto. Cumplió con su cometido de relajarme, aunque mi vista decía miles de incógnitas que mamá prefirió omitir. Susurro varias veces palabras cariñosas, dejando la poca luz en mi visión de campo , desapareciera y diera paso a soñar con miles de estrellas.

A la mañana siguiente, mi hambre indico que todo iba bien conmigo. Al abrir los ojos, me la encontré de nuevo. Eso si, con una persona vestida con un delantal de tela blanco y con un tubo negro acompañado con un botón plateado posada en su cuello. Lo primero que pensé fue que era su juguete, pero uno muy diferente.

Su mirada dio con la mía, dando un gesto a mi madre con la cabeza.

—Desperto la princesa.—Mamá fue a mi lado, dándome un beso en la frente.—Tuviste mucha suerte Aurora.

No dije nada, solo miré a mamá intentando descubrir lo que pasaba. Aquel botón del juguete paso por mi espalda, al igual que otros que nunca había visto en el mercado. Solo la linterna conocí, esta paso por mis ojos varias veces. De su bolsillo, saco un dulce. Contenta lo recibí y espere a que mamá volviera junto a mi. Hablaron por quince minutos, luego desapareció el sujeto de blanco por el marco de la puerta, despidiéndose con una sonrisa.

—Deja que te acomodo para que puedas comer un poco.—Me levantó con sumo cuidado y acomodó las almohadas.—Despacio Aurora, así. Muy bien.

La orilla del vaso dio con la superficie de mis labios, dando un trago al liquido blanquecino tibio.— Hija... ¿Por qué no me hiciste caso?

Sus dedos dieron con mi cabellera, acomodándola detrás de mis hombros.—Ma...

No sabia de palabras, solo había aprendido pocas. Sin embargo, mi mamá supo con mi mirada lo que sucedía.

—No tienes alas Aurora... la magia no existe.—Una gota recorrió mi mejilla, siendo el camino para las otras que venían.— No tienes alas corazón, lo lamento.

Aquella brisca que siempre tomaba, se me hizo imposible hacerlo. Mi corazón chocaba fuerte en mi pecho y lo único que pensé hacer es en agarrar las prendas de mamá fuerte.

Mamá me dio un abrazo fuerte, intentando canalizar mi tristeza de alguna manera.— Mi dulce Aurora... Calma... Respira como te enseñe... ¿Lo hacemos juntas?

Me apartó levemente de su pecho y con hipos entre medio, logre asentir con la cabeza. Mamá apoyó su frente con la mía y contando hasta el número diez, entre intervalos, mi respiración se envuelve con la suya, tranquilizándose y volviendo a sentir la brisca pasar por mis fosas nasales al igual que el aroma a lavanda característico de mi madre. Las lágrimas que abundaban, cesaron al notar paz.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.