Si me buscas, me encuentras
Atentamente: Piter* Pan
Me pinto a mi misma porque soy a quien mejor conozco.
-Frida Khalo
---------------------------------- 🖤
Sígueme en Instagram, @Emilybasems22
---------------------------------- 🖤
9 Horas antes...
Leí en un viejo artículo de una revista que estaba en el consultorio de mi odontólogo, que la positividad lo es todo, que todo lo que digas en voz alta es una declaración con poder, sea bueno o malo. «Pues, deseo que a la perra de Hillary se le desinflen las prótesis en plena clase de gimnasia». Y que si caes de culo, cínicamente te levantas y le sonríes a la puta vida. Bueno, no decía eso con exactitud, pero era una mierda similar.
—Luces bien, tienes... ¿lindos ojos? —ruedo los ojos ante mi estupidez—. ¡Arghs! Sólo mueve tu trasero de tabla y vamos al instituto.
Nunca funciona, pero al menos lo intento, ¿no?
Esta soy yo, Alex Piterson, hablando con el espejo, y peleando con mi versión pesimista. En este momento debería de estar tomando el autobús, pero seguramente ya me dejó.
Odio levantarme temprano.
No me culpen. Posiblemente no tengo más de de 27 amigos en Facebook, contando a mi escasa familia, aunque no toda, ya que las perras de mis primas ni siquiera me han aceptado la solicitud. Pero... compartir memes en Facebook es una adicción, sin importar que nadie los vea, siempre te esmeras en compartir los mejores. Dices: 'Este es el último, lo prometo'. Pero todos sabemos que es mentira.
El último, luego de 200.000 más.
—¡Hola y adiós, mamá! —dejo un rápido y corto beso en su mejilla, y tomo dos panqueques de la mesa, para luego salir corriendo.
—¡Adiós, hija! Pórtate bien, no golpees a nadie —la escucho decir a lo lejos,
Lo siento, mamá. Pero no prometo nada.
Salgo corriendo hacia la parada de autobús. En el camino, enrollo los panqueques como si fueran un burrito, y los devoro sin piedad. Estaba apunto de llegar al autobús, aún faltaban dos personas por subir.
Sí llego, sí llego, claro que lle... No, no llegué.
No me jodas, tendré que ir con el madafaka de Fernando. Y no, no es una persona o un Playboy al que detesto y del cual me enamoraré al final, significa que tendré que ir caminando como estúpida.
Coloco mis auriculares, y comienzo a caminar, tratando de evitar los charcos de agua putrefacta que se encuentran en todo el camino, mientras tarareo la canción Soap de Melanie Martinez. Estaba completamente feliz, ignorando que pronto llegaría a mi infierno personal diario, hasta que de pronto, la realidad me golpeó como balde de agua fría en la cara. Literal. Siento como en un abrir y cerrar de ojos me empapan por completo en agua. Sí, y de la putrefacta. Inmediatamente miro en ambas direcciones, y lo veo.
Es como si todo pasara en cámara lenta. El idiota de Eaxer Harris me guiña un ojo pasando a toda velocidad en su reluciente auto deportivo negro, ocasionando que quede completamente en agua podrida.
—¡¡Idiota!! —exclamo furiosa, pero ya estaba muy lejos como para escucharme.
Ese pendejo me las iba a pagar, ¡Lo juro!
No es que tenga algo personal conmigo, y se dedique a joderme la vida. Sólo es Eaxer siendo idiota y engreído; nada nuevo.
Pienso en devolverme y faltar a clases, pero sé lo chismosos que son los profesores, y no he ido en dos días, sólo por irme a comer los irresistibles shawarmas del carrito de comida que está en el parque.
Así qué, hoy no me salva nadie.
Tan pronto como toco el suelo de la preparatoria, voy directo a los vestidores, y busco ropa seca en mi casillero. Rápidamente me cambio, para luego dirigirme a mi primera clase, o al menos lo que queda de ella.
Sin tocar la puerta, entro al salón de clases, como si yo fuera la mismísima primera dama. Inmediatamente, las pesadas miradas de la profesora y mis compañeros de clase caen en mí, causando una punzada en mi estómago.
Mierda, el peor escenario del mundo.
Dirijo la mirada fijamente a los ojos de mi profesora. No es por criticar, pero esta mujer es tan extraña físicamente. Tiene los pies y la cabeza chiquitita y el cuerpo tan grande, sin duda se parece a Pou. Esa cosa rara, la cual juro que aún no sé qué es.
¿Una caca? ¿Una papa? ¿Una piedra?
Sabrá Dios. Lo cierto es que me cuesta tomarle en serio mientras habla, cuando su anatomía y expresiones parecen salidas de los teletubbies.
—Señorita, Piterson —me analiza de pies a cabeza—. Ha llegado justo para la hora del almuerzo —comenta con esa chillona y petulante voz que tanto detesto.
Sí, eso es en lo único en lo que usted piensa. ¿No, gordis lambunis?
Yo le sonrío como la Santa Virgen que soy.
—Lo siento, profesora Jakeline, no volverá a pasar.
—Llevas diciendo eso desde hace tres años.
¡Mentira!
Bueno, no del todo... posiblemente sea verdad.
—Siéntese. La próxima vez la enviaré a la oficina del director —amenaza, para luego sentarse en su fea silla de cuero barato.
¿En serio? Pensé que me enviaría a McDonald's.
—Si, querida profesora. —asiento como la niña buena que soy.
Me voy a sentar en mi asiento, al lado de mi única amiga, Claudia. Pero resulta que ya hay un puto chiquistrikis ocupándolo.
—Discúlpame, pero este es mi asiento. ¿Claudia, qué está ocurriendo? —pregunto incómoda por la situación.
Osea, carnalito, este es mi puesto. Yo lo compré.
Ok, no.
—¡Hola, Alex! —exclama muy sonriente—. Ocurre, que Pou dijo que vamos a cambiar de compañeros de clase durante lo que queda de año escolar. Supuestamente para que podamos socializar y expresar nuestras ideas con otras personas. ¡Ah! Por cierto, él es Andy, mi nuevo compañero —añade no tan disgustada por la idea de compartir asiento con el cara de barbie a su lado.