Lección de vida #1
'Un maratón de Crepúsculo puede salvar tu vida'
El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona.
-Aristóteles
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—Guao... ¿Y eso? —señalo, olvidando lo que mamá me enseñó de pequeña y aún me sigue recordando.
No señales, Alex. Eso es de mala educación.
—Labial láser —responde en un gruñido.
Me pregunto si me darán uno de esos.
—Ah... ¿Y eso? —nuevamente le pregunto, refiriéndome a otro raro y peculiar objeto en un aparador.
Nick suspira irritado.
—Bolígrafo de dardos, Alex. Es un bolígrafo de dardos.
¿Qué tan difícil es responder? ¿A caso se le deforma un abdominal cada vez que responde a una de mis preguntas?
Puto.
Hace una hora, Nick pasó por mí, tal y como habíamos acordado. Él me trajo a un raro lugar del cual no tenía idea de su existencia. Hay muchas personas comprando cosas, otras entrenando. Y yo, Alex Piterson, no paro de preguntar como una niña en una tienda de dulces.
—¿Eso es talco? —pregunto curiosa, cuando veo a un hombre bañado en un blanco polvo de pies a cabeza.
Me sorprende que pueda respirar, si yo fuera él, estoy segura que hubiera armado todo un drama.
—Si, es para el trasero de tu abuela.
De hecho... A mi abuela le encantaba el talquíto.
De inmediato protesto.
—¡Oye! —golpeo su hombro.
—¿Qué? —dice cínicamente.
¿Te crees graciosito, Nico?
—Eres muy grosero, y lo cómico no te queda nada bien —comento, mirándolo por encima de mi hombro.
—Y tú muy parlanchina, ¿alguna vez te han dicho que hablas mucho? —inquiere arqueando una de sus cejas de manera divertida.
—Bueno... no tengo muchos amigos con quién hablar, pero admito que tengo a mi madre al borde del colapso, y siempre me mandan a callar en clases —digo con toda sinceridad.
Lo admito, amo hablar hasta volver loca a la gente, es un don.
—¿En serio? —finge asombro—. No lo hubiera imaginado.
Abro mis ojos como si hubiera visto al mismísimo rey de los michis, al mirar hacía mi derecha y encontrarme a un hombre con una mochila que vuela.
¿Pueden creerlo? ¡La puta mochila vuela!
—¡¡Yo quiero una de esas!! —exclamo en un chillido.
—¿Qué cosa? —mira hacia donde yo señalo— ¡Oh! Eso es una mochila cohete de propulsión. Y no te emociones mucho, sólo los de nivel 10 las tienen.Yo gruño
—¿Es en serio? Pero que gran mierda —protesto cruzándome de brazos.
Que injusta es la vida.
—Vaya, de verdad amo tu léxico. Es fenomenal —ironiza.
—¡Oh, gracias! Lo aprendí en MTV y con las canciones de 50 cents —digo, siguiéndole la corriente, lo cual no es completamente falso, papá amaba sus canciones.
Cuando estaba en el tercer grado, tenía cierta obsesión por Candy Shop, pero como toda niña de seis años, cantaba todo lo que me gustaba, sin importar lo que dijera. Pasé todo el fin de semana aprendiendo la canción, hasta que el lunes llegó, tenía que ir a la escuela, a la jodida escuela. Para mi suerte, la canción estaba en inglés, y mi pronunciación no era muy buena, pero lo suficiente como para que mi profesora de inglés entendiera que estaba cantando incitaciones sexuales inconscientemente. Llamaron a mis padres, y hablaron con ellos en privado. Mamá estaba desconcertada, pero papá me dijo que le cantara y luego de escucharme me felicitó por mi 'buena' pronunciación y me aseguró que no habría problema en que la cantara.
Papá...
—¿Te gusta practicar actividades físicas?
La pregunta de Nick, me saca de mis muy profundos recuerdos, recuerdos que creía perdidos.
—¿Por qué la pregunta? —cuestiono.
Odio el deporte, lo odio con todo mi ser. Pobre de mi si algún día debo de correr por mi vida. Mamá dice que debo dejar las hamburguesas, ¡Pero me rehúso!
—Sólo contéstame.
Aish, que odioso.
—Nop —termino respondiendo.
—Bueno... pobre de ti, Alex Piterson —lamenta falsamente en una carcajada.
¿Esquiusmi?
—¿Es esta es la AJKULO? —le pregunto.
—AISDE —corríje—. Y no, no lo es. Este es como un pequeño lugar de entrenamiento y equipamiento. Por eso viste la mochila que estaban probando, y a todos esos agentes peleando en el gimnasio. Se llama entrenamiento.
¿A caso me cree estúpida?
—Lo sé, genio, y me sorprende lo que para ti es pequeño. Por cierto, ¿a quién debo golpear? —uso mi amenazadora pose de Bruce lee.
Nunca falla.
—No es tan fácil, enana.
¿A quién le dices enana? Es fácil juzgar cuando eres un poste con músculos.
—¿Enana? Si no quieres que te castre, será mejor que te calles, estúpido —lo amenazo, para después fulminarlo con la mirada.
Oh si, ya tienes un apodo mi querido "Nico".
—¿Se supone que debo enojarme? Después de todo, soy un sugar daddy —puedo sentir como mis jodidas manos comienzan a temblar.
¡Mierda! ¡Coño! Odio no poder controlar mis emociones.
—¡¡Superalo!! —alejo la mirada por unos instantes, para evitar que note mi nerviosismo.
—Bueno... debo a dejarte con Mark, él está esperando por ti —señala la puerta del gimnasio—. Él va a ser tu entrenador, ¿quedó claro, enana?
—Si, estúpido indigente. —respondo a la defensiva,
¡Toma! ¡En tu cara, pendejo, no me intimidas!
—Ok, entonces... te veo dentro de tres horas, enana —anuncia, mientras poco a poco se aleja.