Una buena impresión para el suegro
Una buena primera impresión puede hacer maravillas.
-J. K. Rowling
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—Ellos la tienen.
Yo parpadeo un par de veces seguidas, lo miro ceñuda, y le pregunto:
—¿Cómo que la tienen?
Nick tensa su mandíbula.
—Recientemente cumplió con éxito su misión, dijo que llegaría en dos o tres días, pero hace unas horas... mi padre recibió una llamada. Ellos la secuestraron. Eran... eran muchos, no soportaría que le hicieran d-daño... —lo abrazo fuertemente, y acaricio su ancha y musculosa espalda.
Se siente tan... bien.
¡Alex, concéntrate! ¿A caso no ves que le acaban de secuestrar a la hermana? Madre de las guayabas, ruega por mis pecados y pensamientos, amén.
—No te preocupes, la recuperaremos —aseguro sin titubeos—. Pero necesitamos un buen plan.
Nick se aparta lentamente de mi, y seca sus lágrimas.
Se ve tan dulce cuando llora...
¡Joder! Tengo que casarme con este hombre.
—Mi padre dijo que no quiere involucrarnos en el asunto... pero es mi hermana, Alex. No puedo quedarme de brazos cruzados.
Yo pongo una diabólica expresión en mi rostro.
—Pero... ¿Quién dice que se va a enterar?
Nick arquea una de sus cejas, y juntos compartimos una cómplice mirada.
—¿A qué que te refieres, enana?
Me cruzo de brazos, para luego preguntar en un tono más bajo.
—¿Tienes contactos en la agencia? No lo sé... alguien de confianza.
«No si, Alex Drew»
—Los conozco a todos. —contesta, sin siquiera haber analizado mi oración.
¡Hoy los astros están de nuestro lado!
coño... tengo que dejar de ver Telemundo por las mañanas con mamá.
—Piensa... eso es ventaja, podemos intentar recuperarla. Luego de la reunión con los jefes, armaremos un plan. —propongo animada.
—No, no pienso ponerte en riesgo, Alex. Puedes ayudar, y aportar ideas al plan, pero tú... tú no irás.
Y mi emoción se va por completo al carajo.
—P-pero yo...
Inmediatamente me interrumpe.
—¡Dije que no, Alex! —resopla furioso.
Decidí callar, guardar silencio. No quería enojarme, o seguir mis impulsos, y vaya que soy buena para eso. Si escuchaba que no iba a ser parte del plan otra vez, juro que le aplico la ley del helo, luego de darle su putazo por maricón y pendejo.
El silencio reinó entre nosotros en todo el camino, por un segundo pensé que me asesinaría, ya que tenemos rato conduciendo sin rumbo alguno.
—¿Aquí llevas a tus víctimas? —bromeo, tratando de aliviar el pesado ambiente.
Nick mantiene la vista fija en el camino.
—Ja-Ja que graciosa. —se limita a decir sarcásticamente, en un tono muy neutral.
—Aish, pero que amargado... tienes tanto humor, que estallo de risa.
Incómodo silencio.
Ok, Madafaka, no te rías de mis bromas.
Ambos sabemos que querías reír, todos ríen de mis bromas.
Nick detiene el auto, exactamente en el fin de mundo. Nos encontrábamos en una parte de la carretera sin nombre alguno, seguramente ni está en el mapa. Nos bajamos del auto y comenzamos a caminar hacia una vieja y olvidada cabaña, aislada del mundo, y escondida entre los frondosos árboles del bosque.
—¿Es esta es tu gigante agencia? —bufo.
—No juzgues un libro por su portada, enana.
Si tu lo dices. Pienso, pero no lo digo.
Nick abre la antigua y rústica puerta, causando un fuerte rechinido provocado por las viejas y oxidadas bisagras. Entramos a la cabaña con aspecto macabro. Nada en esta cabaña grita "Super Agencia Especial de La CLUACAK...
De pronto, escucho un crujido, y luego de eso, todo se vuelve oscuro y confuso, pues inexplicablemente, soy succionada por el suelo.
—¡¡MIERDAAAAAAA!! —es lo único que puedo decir, mientras mi cuerpecito cae hacia abajo por algo que parece un tubo deslizante, del cual sólo quiero salir, porque juro que toda mi valentía se fue al escusado.
Es como ir en un tubo de la muerte, eran vueltas y vueltas. Nunca he sido de las personas que vomitan luego de tantas vueltas, pero siempre hay una primera vez.
Cuando siento que mis pies tocan abruptamente el piso, aprieto más mis ojos. Me rehúso a abrirlos. En el libro de Damián no le resultó muy bien a Padme, y no quiero ser una novena.
bueno, pensándolo bien... no estaría tan mal.
—Ya puedes abrir los ojos, enana —asegura Nick, con mucha normalidad en su tono de voz.
—¿Seguro? —le pregunto temblorosa.
—Si.
—¿No hay abdución alienígena? —cuestiono para sentirme más segura.
¿Qué sé yo si por ahí anda Paul el alien?
—¡¿Qué?!, ¡Pero claro que no, pendeja!
Más te vale, Nick. Pienso.
—¿Seguro? Porque si veo a un puto Alien, ¡¡Te juro que le corto las bolas espaciales!!
Y que conste que yo no juego con eso. Nunca hablé tan en serio en mi vida.
—¿Qué tienes con las bolas, Alex?
Nada, sólo me siento poderosa al conocer la máxima debilidad de ustedes.
—¡Nada, estúpido! —exclamo con un hilo de voz, casi como el kikirriki lukis de un gallo.
—¡Sólo abre los ojos y ya! —lo obedezco, y abro los ojos sin reproche.
Ok, desde este momento... juro que nada en la vida podrá impresionarme.