Espía Adolescente

Capítulo 6

¡Que se jodan las Kardashians!

Me veo como la puta dueña del mundo

 

Cuando el amor se reprime, el odio ocupa su lugar.

-Havelock Ellis

 

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—No me jodas... —abro mis ojos hasta más no poder—. Por la santa madre de las guayabas... —me doy la vuelta para observar con más detalle—. Por las jodidas Nikes de Moisés... ¡Mierda, y por la Virgen de los Abdominales!

Estamos en el closet de la agencia. Espera... ¿Dije closet? Esto es como una puta mansión sólo para guardar ropa. Tiene áreas divididas para todo, literalmente.

¡Hay de todo lo que puedes imaginar en esta mierda!

Juro que en mi vida jamás había visto algo así. Creo que desde hoy empezará una nueva adicción poco sana por la ropa en la vida de Alex Piterson. ¡Dios, huele a tienda de zapatos! Es mi olor favorito en este mundo, luego de ese, sería el olor a aire sucio.

Lo sé, soy rara. No se sorprendan, eso ya lo sabían.

Incluso hay una doble área de ropa negra de cuero súper cool. Me encantaría ver el rostro de la perra de Hillary al verme usar algo así. Me sonrojo al pensar en mí usando los diminutos vestidos que se encuentran en un aparador frente a mi, y pensaba que no habría nada más revelador y exhibicionista, pero como siempre, estaba más que equivocada. Frente a mi se encontraba toda una división en cristal con luces magenta que le daban elegancia y exclusividad al lugar que contenía toda una línea de lencería súper sexy y atrevidamente provocativa. Parece salida de la película de Cincuenta Sombras de Grey; esta área debe de estar prohibida. Yo me quedo viendo atónita las diminutas, casi invisibles, tangas y, observo con rareza las medias de red y bragas de encaje porno.

—Son para misiones que las requieran... Tranquila, no tendrás que usar nada de eso. —dice Sarah, un poco avergonzada desde atrás.

Yo la observo con una muy extraña expresión en mi rostro.

—¿Requieren lencería porno?

—Si —se sonroja—. Es lencería antibalas —Wow. Es lo único que puede formular mi mente—. La madre de Nick usó ese tipo de lencería en una misión. Se arriesgó mucho, pues tubo que seducir a uno de los terroristas más temidos de Alemania; para su suerte... el señor Horacio llegó a tiempo, la habían descubierto, y estaba a punto de ser asesinada por un sicario de un solo ojo llamado el cíclope.

—Que valiente... debe ser una leyenda en la agencia. —trago grueso al imaginarme en sus zapatos.

Creo que esto no es como yo lo pintaba.

—Lo era... —desvía la mirada hacia el aparador, haciendo que mis pensamientos se centren con aún más intriga a sus palabras.

—¿Era? —cuestiono con un hilo de voz.

Sarah suspira y me regala una nostálgica media sonrisa.

—Si... murió hace un año, y es como si aún estuviera aquí —sus ojos se cristalizan—. Es un tema muy sensible para Nick. No le digas que te dije.

—No lo haré, puedes confiar en mí. —le sonrío amablemente, reflejando seguridad en mis palabras.

—Es bueno tener una nueva compañera en la agencia —confiesa con una amplia sonrisa en su rostro—. Desde que Nalison se fue a Rusia —hace una mueca—... ya no tengo con quién hablar o pasar el rato. Todas las demás se creen mejor que yo, e incluso me regalan sus exclusivas miradas de odio. —lo último lo dice con algo de burla en su tono de voz.

—Seguro todas son unas perras envidiosas. —ella ríe—. De hecho... a mí también me agrada tener una nueva amiga... mi antigua amiga resultó ser una falsa. —me encojo de hombros—. Si te soy honesta... creo que yo siempre lo supe. Es solo que... no quería quedarme sola.

Me sonríe con algo de empatía.

—Y no lo estás, ahora no, eso lo puedo asegurar. Tienes a Nick, a Mark, al marica de Troy, a los gemelos, al desequilibrado de Brat y, me tienes a mí.

Siento como mi corazón se arruga en mi pecho.

Ya no estoy sola. Y no sólo conseguí amigos igual de raros que yo, sino también a un escuadrón espía de lo más chikilukis. ¿Qué más podría pedir?

—Gracias, Sarah...

—No tienes nada que agradecer, —asegura— ya somos compañeras espías. Considérame como una nueva amiga en quien puedes confiar, porque aquí en la agencia, todos somos tan leales como una hermandad. —es justo lo que necesito. Estoy cansada de la falsedad—. No suelo ser una perra como Claudia, pero si lo soy... avísame, estoy segura que lo solucionamos juntas.

Suelto una carcajada por la manera en la que expresó su comentario, y le sonrío, a lo cual ella responde con un inesperado abrazo, cuando se separa de mí, dice:

—Ahora... manos a la obra. Vamos al área de vestidos de gala. Sígueme —a medida que nos aproximamos, me pregunta— ¿Te gusta ir de compras?

—Si. No tengo muy buen gusto, pero me gusta ir de compras, amo el olor de las tiendas. La cuestión es la limitación que tengo al hacerlo. Las cosas que venden en los centros comerciales son muy costosas, y no tengo mucho dinero que se diga.

—¿En serio? —por desgracia. Pienso—. Eso llegó a su fin, ya no habrá más limitaciones, mucho menos por dinero.

—¿De qué estás hablando? —la miro extraña.

—¿No te has preguntado por qué el presumido de Nick te busca en diferentes autos siempre?

—Sí... pensé que eran de la agencia.

—No, son propios de él. De hecho... tiene una lujosa colección en su garaje, y suele ser muy maniático con ellos. Todo lo ha comprado con su dinero.

Siento que mis ojos van a salir volando de mi rostro.



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En el texto hay: accion, badboy, novela juvenil amor

Editado: 05.04.2021

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