Espinas en el alma

Capítulo#2

– ¿Cómo estás? – Emily, mi mejor amiga había venido a verme
Ya habían pasado días desde aquella fatídica noche. Todo era un caos, mis padres no me hablaban, estaban tristes y decepcionados por todo lo que había pasado, pero habían decidido darme unos días para recuperarme de todo antes de volver a la escuela.
Los padres de Abel estaban destrozados, en el entierro apenas pudimos hablar, no querían ver a nadie y menos a mi, decian que todo era mi culpa, por no haberlo detenido a tiempo, y los entendía, de cierto modo yo también me sentía culpable.
– Mal – respondí con lágrimas en los ojos – si tan solo hubiera insistido un poco más de que no lo hiciera, tal vez él estuviese hoy aquí
– Sí, en eso tienes razón – quedé un poco sorprendida por su respuesta – creo que debiste haberle detenido, es tu culpa todo lo que está pasando
No sabía que decir, sus palabras eran duras y me lastimaban. 
– Cómo puedes decir eso, sabes que no hubo manera de convencerlo de que no compitiera
– No te hagas la inocente ahora Aitana, ambas sabemos que tú eras la que se moría de ganas de ir a ver la carrera – Emily me estaba comenzando a cabrear ya con sus comentarios
– ¡Pero yo no lo obligué a que participara, qué querías que hiciera, ¿qué lo sacara a la fuerza?!
– ¡De haber sido necesario, sí! Era tu responsabilidad cuidar de él, así como él mismo cuidaba de ti
– ¿No crees que él estaba lo bastante grande ya como para que yo le dijera lo que tenía que hacer y lo que no? Esa fue su decisión, él sabía lo que le podía pasar si participaba y aún así no le importó, no pensó en las consecuencias y mira lo que pasó.
– No lo estarás culpando a él ¿verdad?
–Solo estoy diciendo lo que creo 
–Cómo es posible que no veas el daño que causaste en las vidas de todos. Abel era una persona especial y tú nunca pudiste soportar eso. No lo merecías, no merecías estar con él, tal vez si nunca se hubieran conocido, él estuviese hoy aquí
No podía creer lo que estaba escuchando. Podía haberlo esperado de cualquier persona, pero no de ella. Era mi mejor amiga, o al menos eso era lo que pensaba hasta hace un par de minutos. Cómo se atrevía a decirme eso, ella más que nadie sabía de que mis sentimientos por Abel eran puros, que yo lo amaba, y lo sigo haciendo, ella había sido testigo de todas las veces que estuve para él cuando me necesitó y que nunca le falle.
– Será mejor que te vallas – le dije – esta conversación no tiene ningún sentido, y nos estamos haciendo daño las dos
– No te preocupes, tú y yo no tenemos más de que hablar, te he dicho lo que pienso. Creo que aquí acaba nuestra amistad.
Mis ojos amenazaba con sacara lágrima, pero me las tragué, no le iba a dar el gusto a Emily de verme débil. Era increíble que ella me estuviera tratando así, pero si eso era lo que quería...
– Pues si eso es lo que quieres, adelante 
Emily salió de mi cuarto dando un portazo. Tras irse inmediatamente las ganas de llorar fueron reemplazadas por arcadas y ganas de vomitar. Fui corriendo al baño, y cuando termine me miré en el espejo estaba pálida y aún más dolida que antes, ya eran dos personas que me dejaban, no creo que pueda soportar otro abandono más.
Me lave la cara y salí del baño, me acosté en la cama y cerré mis ojos, con la esperanza de que cuando los habra toda esta pesadilla haya acabado.
......


Al día siguiente, había decidido ir a la escuela. Necesitaba algo que me distrajera, no podía pasarme la vida entera debajo de un monton de sábanas llorando, pero tan pronto llegué, me di cuenta que tenía que haberle hecho caso a mis padres y haberme tomado unos días más.
Sentía las miradas de todos sobre mi. Me miraban con desprecio, rencor, dolor en incluso lástima. No sabía lo que estaba pasando hasta que ....
– ¿Qué haces aquí? – me pregunta una de mis compañeras de clase
– Pues, lo mismo que todos, estudiar – respondí como si fuera obvio la respuesta
– Cómo te atreves aparecerte aquí después de todo lo que has hecho
–¿Qué? ¿De qué hablas?
– De esto – me tiende su celular y en la pantalla pude ver la página web del periódico de la escuela. Se había expandido una serie de chismes done me acusaban a mí de ser la causante de la muerte de Abel.
– Esto es mentira– no podía creer lo que estaba leyendo, nada era verdad, solo un montón de chismes mal intencionados sin ninguna prueba. Chismes que estás personas creían.
En ese momento mi padre, el director, se acercó hasta mi con su espalda recta y su mirada penetrante. Si como director era recto, imagínence cómo padre, era peor, siempre decía que como su hija tenía que dar el ejemplo frente a los estudiantes y sé que toda esta situación no le gusta ni un pelo, con razón no quería que viniera, estaba evitando tener que tomar medidas severas conmigo frente al alumnado, pero la pregunta es: ¿Mi padre cree esas mentiras o en mí?
–¿Señorita Fernández? Sígame por favor– pronto lo averiguaré

 

 

 

 


 



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En el texto hay: romance amor adolescente

Editado: 21.10.2021

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