Espinas para mi rosa

Prólogo

Rose

Había faltado la primera semana de clases debido a un fuerte episodio asmático que tuve. Estaba muy emocionada de saber que por fin podría ver a mis amigas de nuevo, después de las vacaciones de verano no pudimos quedar para vernos porque; Sophie fue de vacaciones a Hawaii, Elisa se quedó con su abuela en Aspen, y yo pasé el verano con mi madre en casa, sin hacer nada y muy aburrida. Cuando finalmente mi mamá logró pedir un descanso en el trabajo, me llevó al Parque Nacional Peak District, a cuarenta minutos de Manchester donde vivimos. Eso fue todo lo hice aparte de enfermarme.

Llegamos un poco tarde porque la Escuela Ryleys queda en Cheshire lejos de Manchester, solo que hoy había más tráfico del normal. En la entrada de la escuela me estaba esperando Sophie para ponerme al tanto de todo, ya que Elisa es quien vive más cerca y es la primera en llegar tarde.
Sophie tiene once años, es un año menor que yo. Su largo cabello marrón perfectamente sujeto en una coleta alta, se movía al compás de sus apresurados pasos, y sus bonitos ojos verdes hacían juego con una bufanda tejida del mismo color. Ella corrió para abrazarme, la envolví en un gran abrazo y batí mi mano en una señal de despedida a mi madre.
-¡Te extrañé, Ro!- dijo rompiendo el abrazo mientras me examinaba cuidadosamente- ¿Seguro que ya estás mejor?- me preguntó refiriéndose a mí episodio de asma. Le sonreí ampliamente para calmarla.
-¡Sí! Estoy bien, pero tú estás mejor. Me gusta tu bronceado- señalé sus mejillas tostadas. A Sophie le sentó bien Hawaii.
-No fui a Los Ángeles como tú dijiste, aunque me gustó mucho ese lugar- ella hablaba con entusiasmo. Antes del verano le recomendé a Sophie que visitara la ciudad donde nací. Después que mi padre murió hace tres años, mi mamá no quiso ir de nuevo, todo le recordaba a él, y la entiendo. Algo que le ayudó a mi madre a superar la pérdida de mi papá fue la oferta de trabajo que le hicieron hace dos años; por esa razón nos mudamos de Los Ángeles a Manchester.
Sophie envolvió su brazo alrededor del mío y caminamos en dirección a nuestro nuevo salón de clases. Ella me contó sobre como los niños hicieron un gran escándalo el primer día y la Directora intervino levantándole actas de mala conducta a todos, incluso me dijo acerca de una niña que se cayó de una silla de forma muy graciosa.
Ella siguió contándome lo sucedido en la semana mientras acomodaba mis cuadernos y lápices en mi mesa. Me di cuenta que había un puesto más, en la misma fila en que yo estaba. Normalmente el colegio permitía veinte estudiantes por salón, pero había un asiento más en mí clase. Me giré para preguntarle a Sophie.
-¿Tenemos un nuevo compañero?- susurré cerca de ella para no sonar entrometida. Vi su cara contorsionarse con disgusto.
-Sí- dijo con mala gana- Ese niño es de lo peor. ¡No le responde ni siquiera a los profesores! Es muy maleducado- Asentí brevemente. No conozco al niño como para juzgarlo así, recuerdo que cuando yo llegué a Manchester, algunas personas se burlaban de mi acento y me daba miedo hablar con la mayoría de los niños, y deseaba que viniera alguien y me hablara primero. Así me hice amiga de Sophie y Elisa; ellas se acercaron a mi primero. Tal vez, él necesita un pequeño empujón.
Faltaban tres minutos para comenzar la clases y apareció Elisa de la nada, apurada como siempre y llegando tarde. Su cabello rubio seguía despeinado, y pequeñas lagañas en sus ojos azules se asomaban a la vista dejándome saber que hoy se levantó más tarde de lo normal. Su boca se curvó en una gran sonrisa cuando me vio, corrió a mi asiento a abrazarme. Detrás de ella entró un niño, más alto que los demás niños de la clase, con una mirada vacía en sus ojos verdes y un aura tan oscura como su cabello negro. Él se sentó en el último puesto de mi fila, colocó su bolso en la parte posterior y sacó sus libros sin despegar la vista de ellos.
-¡Hmff! – Elisa también hizo una mueca de disgusto cuando lo vio- No sé qué le pasa a ese niño- dijo chasqueando la lengua al final.
-¿Cómo se llama?- le pregunté. Ambas abrieron mucho los ojos y Sophie me tocó el hombro.
-Rose, a él no le interesa hacer amigos. Él no responde – me volví para verlo, y él seguía con su mirada puesta en sus libros – Rose, hablo en serio- me encogí de hombros.
-Se llama Dominic- explicó Elisa- Está forrado por eso se comporta como el príncipe Harry- me reí porque al menos el príncipe Harry es amable.
Me levanté de mi asiento y me dirigí hacia él, evitando los intentos de mis amigas para hacerme volver a mi puesto. Me detuve en frente de él, y no levantó la mirada. Así que, hice lo que mis amigas hicieron conmigo.
-Hola, soy Rose. Bienvenido- le dije sonriente. Él me miró, sus intensos ojos verdes se posaron en mí, pero no profirió palabras, simplemente me observó – Bueno… adiós, nos vemos luego- me despedí.
Después de escuchar el regaño de mis amigas y el porqué no debería acercarme a él, seguí haciendo lo mismo todos los días por dos semanas; me levantaba de mi asiento y le decía los buenos días. Sabía que sería difícil volverme su amiga, quería intentarlo porque así me sentía yo cuando las chicas querían acercarse a mi. Finalmente, luego de dos semanas continuas de saludos, él me dijo buenos días.
Desde ese momento Dominic y yo nos hicimos más cercanos, nos volvimos compañeros y luego amigos. Compartíamos almuerzo, mi mamá a veces sacaba porciones extra para él y para las chicas, porque a mí no me gustaba la comida de la escuela. También compartíamos las tareas y hacíamos equipo juntos… supongo que todo eso dio pie a que me terminara gustando mi amigo del colegio. No iba a decirle a nadie sobre eso, pensé que era un enamoramiento típico de la adolescencia por las hormonas, aunque a medida que pasábamos tiempo juntos; ese sentimiento crecía más en mí.
Hasta que al final de curso, me dijo que tenía que volver a Alemania. Ese día mi corazón se rompió porque en verdad me gustaba, y tenía que verlo partir. Me dolió tener que despedirlo en el aeropuerto sin saber si sería posible verlo otra vez.
En ese momento, jamás me detuve a evaluar todas las cosas extrañas que pasaban alrededor de Dominic.
Ojalá hubiera sido más inteligente.
Quizá, de haberlo sabido no hubiera tomado la misma decisión.




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