Capítulo 1

Rose

La vida nos sorprende de muchas maneras; me sorprendió cuando falleció mi padre en ese accidente de tránsito, me sorprendió el tener que mudarnos de Los Ángeles a Manchester y ahora me sorprendió con un infierno constante en Seattle desde que nos mudamos porque mi mamá se casó con Thomas Landon, el hijo mayor del dueño de una de las empresas de construcción más reconocida internacionalmente; Constructora Landon. Ellos se conocieron en la sede de Manchester cuando mi mamá formaba parte del equipo de marketing de la empresa, ambos sintieron mucha química y compartían gustos similares. Él le propuso matrimonio hace cuatros años, y desde entonces llevo exactamente cuatro años viviendo con las ganas constantes de huir y destruir todo, gracias a que sus hijos; Mark y Melissa me hacen la vida imposible.

Los gemelos se han encargado de acabar con mi vida social por completo; para ellos sería el escándalo del siglo que en el colegio se enteraran de que ahora tienen una hermanastra que no proviene de una familia rica como la de ellos, ni tiene los mismos lujos que ellos. Por eso, nadie habla conmigo, ni se acercan a mí. Nadie quiere ganarse la ira de los gemelos Landon.

He aguantado este infierno sólo por el rostro sonriente y feliz que tiene mi mamá cada que está cerca de Thomas. Él la quiere en verdad, y si yo dijera todo lo que me hacen sus hijos; mamá estaría triste y volvería a estar deprimida como antes. Sé que es estúpido soportar el acoso que recibo de parte de mis propios hermanastros pero ver a mi mamá feliz vale la pena. Convivir con la familia Landon es un gran reto; desde los hermanos menores de Thomas, sus hijos, hasta los gemelos me hacen la vida de cuadritos, siempre fingen tratarme bien delante del él cuando la realidad es otra, sin embargo, el único que ha sido realmente bueno conmigo es el abuelo; el señor Joseph Landon, el fundador de la compañía de la cual sus hijos dependen y disfrutan de los inmensos beneficios que le ofrece.

El abuelo se acercó a mi de manera cálida y genuina. Me enseñó su amor por los libros y me deja estar en su biblioteca todo el rato que quiera, me ha impulsado a que me apasione más por el arte, desde que descubrió que puedo dibujar muy bien no ha dejado de pedirme que lo dibuje. Solo he dibujado a pocas personas en mi vida; mi mamá, mi papá, Sophie, Elisa y Dominic… mayormente disfrutaba practicar con él para verlo más de cerca, a él no le importaba que lo molestara de esa manera, simplemente me dejaba hacer lo que quería.

Extraño cuando podía ser yo misma.

-¿Sigues aquí leyendo? Es sábado- el abuelo me descubrió en su biblioteca de nuevo- ¿No hiciste planes con tus amigas?- forcé una sonrisa ante su comentario, sé que le rompería el corazón saber que no tengo amigas por culpa de sus nietos.

-No quedamos hoy, por eso estoy aquí. ¿No quieres que me quedé contigo?- fingí una voz de niña pequeña con él provocando que se riera.

-Vas a cumplir dieciocho años pronto, al menos un novio deberías tener- levantó sus cejas de forma graciosa mirándome con complicidad. El abuelo cree que tengo una relación secreta con un chico y que esa es la razón por la que no salgo mucho con mis amigas.

-Abuelooo- lo llamé con vergüenza. Él se acercó en su silla de ruedas. Hace veinte años tuvo un accidente que lo dejó inválido, ahora se desplaza en su silla de ruedas eléctrica por toda su mansión.

-No le voy a decir a tu mamá que tienes un novio pero preséntamelo a mí primero- susurró. No puede evitar reírme de su absurda presunción.

-Sí, sí, sí. Yo te aviso- él se marchó de la biblioteca y me dejó sola leyendo. Tengo mi propio espacio en su biblioteca, con cojines rosados en forma de flor y una manta porque mi posición preferida para leer es en el piso.
Estoy leyendo para distraerme de que tengo clases mañana.

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Caminé hacia mí casillero, guardé mis libros y saqué los necesarios para la clase de biología. El pequeño espejo que mantengo allí guardado me recordó lo flaca que estoy. Últimamente no tengo apetito; todas las noches cenamos en “familia” y trato de comer lo más rápido posible para no ver los desagradables rostros de los gemelos y sus primos. No sé qué ganan ellos metiéndose conmigo.

Hay más cosas que yo podría envidiarle a Melissa de las que ella a mí. Melissa es alta, podría ser modelo si quisiera, no sólo nació alta, rubia y hermosa, también nació en una familia rica. ¡Ella tiene todo lo que cualquiera desearía! Pero prefiere pasar el tiempo preocupándose por cómo yo le afecto la imagen y daño su esencia.

No quiero ser ella, y aunque muchas chicas en el colegio deseen serlo yo no lo hago.

Nací en una familia promedio; mi madre es huérfana y mi papá era un total nerd y algo hippie, añadiendo el hecho de que soy pelirroja gracias a él. No éramos la mejor combinación pero éramos felices. Anhelo esos días en los que reía sin parar de la mala imitación del acento británico que mi papá hacía en modo de burla para mí mamá, extraño las fogatas espontáneas y las escapadas a la playa.

Con mi bolso en mano y los libros preparados, llegué al salón de biología y miré mi asiento cerca de la ventana. Afortunadamente la clase de biología y la de historia son las únicas que no comparto con los gemelos.
La clase fue aburrida como siempre. No estoy particularmente feliz de saber las diferencias entre las eucariotas y procariotas un lunes a las ocho de la mañana. Mi siguiente clase es matemáticas y esa es la que menos me emociona.

La mirada de asco que hace Melissa siempre que me ve no faltó esta mañana. Entré en el salón silenciosamente, nadie me habló ni me miró como de costumbre. Solo anhelaba en mi asiento que esta vez en la hora del almuerzo no se le ocurriera pagarle a alguien para tirarme la comida encima de nuevo.

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El timbre del almuerzo perturbaba mis oídos. La avalancha de maestros y estudiantes saliendo de los salones y congestionando el pasillo me esperaba. En el corredor cerca de la puerta del área de descanso para profesores vi a un chico alto, muy alto, de cabello negro y porte arrogante. Sus ojos verdes escaneaban mi rostro y de repente, una chispa recorrió todo mi cuerpo.