Espíritu y Furia

Prólogo

El aliento de la bestia era abrasador.

La pequeña sintió una oleada de calor rozar su mejilla cuando la criatura exhaló. Su presencia llenaba el espacio como un presagio, inmensa y etérea. Un par de ojos rojos y flameantes la observaban, evaluándola, midiendo la esencia de quien estaba frente a él.

No debía estar allí.

Se sabía bien que los domadores nacían dentro de muros forrados de nobleza y gracia, que aquellos con sangre señorial eran los únicos dignos de vincularse con los espíritus. Y sin embargo, ahí estaba.

El espacio resplandeció a su alrededor, chispas danzando en el aire con un fulgor imposible. Sintió un escalofrío extraño recorrer su brazo. O no, no era un escalofrío, era... calor. Como si su sangre se encendiera poco a poco, como si su cuerpo reconociera algo que su mente aún no comprendía.

La bestia inclinó la cabeza y extendió sus alas llameantes; su mirada perforando la incertidumbre de la niña.

¿Lista humana? —La voz resonó en su mente, grave como el trueno que precede la tormenta.

Pero no respondió. No sabía qué responder y mucho menos si estaba ¿lista?

Sin embargo, el destino no espera respuestas. Las da.

La criatura se agachó hasta tocarle la frente y, en ese instante, un rugido de llamas surcó el espacio. El aire se llenó de un resplandor incandescente y el mundo brilló bajo sus nuevas alas. El calor que emanó de su ser abrasó cuanto rodeaba su cuerpo. Y brilló. Todo lo hizo.

Ahora ella y el mundo resplandecían en uno solo. Era hermoso. Tan hermoso como su alma, nueva y centellante, lo deseaba.

Que arda todo, que se abrigue en llamas —Proclamó.



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En el texto hay: magia, academia, amor odio

Editado: 09.05.2025

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