Alex salió del bosque con pasos rápidos y decididos, sintiendo la tensión en cada músculo de su cuerpo mientras dejaba atrás la densa penumbra de los árboles. El aire frío de la noche lo acompañó en su camino de regreso a casa, como un recordatorio de los secretos que pesaban sobre él.
Al llegar, subió las escaleras en silencio y cerró la puerta de su habitación, buscando un momento de paz. Lentamente, se quitó la camiseta, dejando al descubierto su torso firme y esculpido, marcado por horas de entrenamiento y noches bajo la luna llena. Sus hombros anchos y brazos fuertes reflejaban la fuerza que llevaba dentro, mientras que sus abdominales definidos parecían tallados a mano, bajando en una línea perfecta que resaltaba cada detalle de su físico.
Se pasó una mano por el cabello, despeinándolo mientras soltaba un suspiro profundo, tratando de despejar su mente. La piel cálida de su pecho brillaba bajo la tenue luz de la habitación, y cada movimiento revelaba la tensión en su mandíbula, la intensidad en sus ojos. Alex era una mezcla de peligro y atracción, un equilibrio entre la fuerza de su naturaleza y la vulnerabilidad de su silencio.
Al quedarse de pie frente al espejo, se preguntó cuánto tiempo podría seguir ocultando sus secretos. Cada día se sentía más atrapado, pero la imagen de Scarlet permanecía en su mente, dándole fuerzas para enfrentar lo que viniera.
Alex se quedó observando su reflejo por un momento más, como si en ese instante pudiera encontrar respuestas en su propia mirada. Pero solo vio la misma confusión que llevaba dentro desde que Scarlet había entrado en su vida.
Con un suspiro, se deslizó en la cama, el cansancio físico intentando empujar al fondo de su mente todo aquello que lo atormentaba. Aún podía recordar la forma en que ella lo miraba, sus ojos llenos de curiosidad, pero también con una dulzura que parecía atravesarlo, como si viera algo en él que ni él mismo era capaz de ver.
Cerró los ojos y dejó que los recuerdos de su breve conversación con ella lo envolvieran. Recordó aquella ves en la piscina,la forma en que su risa suave y despreocupada había llenado el espacio entre ellos, haciendo que por un momento olvidara las responsabilidades y el peso de sus secretos.
Y entonces, como siempre ocurría, la realidad volvió a instalarse en su mente: Scarlet no estaba a salvo. Su cercanía la ponía en peligro, y él lo sabía mejor que nadie. La lealtad a su manada y el juramento que había hecho años atrás eran como cadenas que lo mantenían anclado, impidiéndole acercarse más a ella.
Se giró en la cama, luchando contra el impulso de ir a buscarla esa misma noche. Pero sabía que debía ser fuerte. Por el bien de ella, y por el suyo propio.
Sin embargo, mientras el sueño comenzaba a invadirlo, un pensamiento persistente lo acosaba, como un susurro en la penumbra de su cuarto: ¿cuánto tiempo podría resistir antes de que los secretos se desbordaran y lo llevaran a perder a Scarlet... o a perderse a sí mismo?
Al día siguiente, Alex se despertó tan rápido que apenas recordaba haberse quedado dormido. Su primera reacción fue mirar el reloj y luego ponerse de pie de un salto, como si algo en su interior lo empujara a salir cuanto antes. Se vistió deprisa y, mientras bajaba las escaleras, intentaba entender esa sensación que lo invadía. ¿Era la necesidad de proteger a Scarlet lo que lo hacía moverse con tanta urgencia? ¿O en el fondo solo era una excusa para verla de nuevo?
La duda le recorría la mente mientras se subía a su moto, pero una parte de él no quería analizarlo demasiado. Solo sabía que necesitaba verla, escuchar su voz, asegurarse de que estaba bien. Scarlet tenía esa manera de hacer que sus prioridades se desmoronaran, de hacer que cualquier cosa dejara de importar salvo el momento en que ella estaba cerca.
Cuando llegó a la escuela, la buscó entre la multitud que se movía entre los pasillos. Su mirada vagó de un lado a otro, su corazón latiendo rápido, hasta que finalmente la encontró. Scarlet estaba a unos pasos, riendo con Lesly, ajena a que él la miraba, y por un instante, Alex olvidó todo. No importaban los secretos ni los riesgos; solo quería estar junto a ella, aunque ni él mismo supiera si era para protegerla… o para algo más.
Al ver a Scarlet, Alex sintió el impulso de acercarse, pero algo dentro de él lo detuvo. En lugar de ir hacia ella, siguió de largo, caminando directamente hacia el salón, intentando aparentar que no pasaba nada. Sin embargo, apenas cruzó la puerta, su expresión cambió. Se pasó una mano por el cabello, soltando un suspiro mientras intentaba calmar el torbellino en su pecho. ¿Por qué le afectaba tanto estar cerca de ella?
Nunca antes se había sentido así. Vulnerable. Scarlet hacía que sus defensas se tambalearan, algo que nunca había experimentado con nadie más. Él, que siempre había sido reservado, fuerte, siempre capaz de mantener a los demás a distancia… ahora sentía cómo todas esas barreras caían, como si ella tuviera una llave para entrar en lo más profundo de su ser.
Se sentó en el pupitre al fondo del salón, mirando hacia la puerta de reojo, esperando, aunque no quería admitirlo, que ella entrara. Pero, al mismo tiempo, un miedo se apoderaba de él: cuanto más se acercaba a Scarlet, más peligro corría ella. Y eso era algo que no podía permitir.
"Atención, chicos, tengo una noticia especial. La próxima semana haremos el tradicional campamento escolar en el bosque. Será una gran oportunidad para conocerse mejor y disfrutar de la naturaleza."
El aula se llenó de murmullos y emoción. Lesly le lanzó una sonrisa a Scarlet, quien asintió, pensando que un campamento en el bosque sería una experiencia diferente y emocionante.
Mientras tanto, Alex, sentado unos asientos más adelante, no podía quitarse de la cabeza una advertencia que había recibido hace unos días. Ethan, el líder de su manada, le había dado un ultimátum: tenía hasta el día del campamento para conseguir el libro que Scarlet tenía, o las consecuencias serían severas.
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Editado: 21.11.2024