Scarlet negó con la cabeza, dando un paso hacia atrás, como si necesitara poner distancia entre ella y lo que acababa de escuchar. “No, no puede ser… estás loco, o sea, esas cosas no existen.”
Lesly, a su lado, frunció el ceño y miró a Alex. “Mira, eso es imposible. Esas cosas no son reales.”
Alex suspiró, tratando de mantener la calma. “Les estoy diciendo la verdad.”
Lesly lo miró de arriba abajo, con escepticismo. “Es que no puede ser posible. Aparte, bueno… anoche teníamos sueño. Tal vez lo imaginamos, o algo así.”
“No pueden tener la misma alucinación. Es imposible,” respondió Alex, su voz firme pero tranquila.
Scarlet cruzó los brazos, nerviosa y confundida. “Es que no lo puedo creer… no puedo creerlo. Es algo… no sé, o sea…”
Alex dio un paso hacia ella y, con suavidad, tomó sus manos. “Mírame a los ojos, Scarlet,” le pidió en un susurro.
Ella levantó la vista, aún llena de dudas, y entonces lo vio. Los ojos de Alex brillaban con un verde intenso, sobrenatural, como si se perdiera en su mirada, que la atraía y la aterrorizaba al mismo tiempo.
Scarlet se quedó completamente sorprendida. Las palabras parecían haberse esfumado de su mente, y apenas podía reaccionar.
Alex, sin soltar sus manos, esbozó una leve sonrisa y dijo: “¿Ahora me crees?”
Scarlet asintió lentamente, sin apartar la mirada de sus ojos aún brillantes. “Sí…” murmuró, con la voz apenas audible.
Lesly, que había estado observando la escena en silencio, se quedó en shock. Al ver la expresión en el rostro de Scarlet, comprendió que lo que estaba pasando era real, por más increíble que pareciera.
Entonces, con un tono lleno de inquietud y emoción contenida, miró a Alex y luego a Scarlet. “Entonces, ahora solo falta averiguar qué quería la gorgona contigo, Scarlet.”
Scarlet rompió el silencio, intentando sacudirse el dolor que acababa de revivir. “¿Y ahora qué vamos a hacer?” preguntó, mirando a Alex, buscando respuestas.
Alex tomó aire y apretó la mandíbula antes de responder. “Lo primero que debemos hacer es mantenerte alejada de Eitan. Él es el líder de mi manada… y sabe que tienes el libro.”
Scarlet sintió que el miedo se apoderaba de ella. “¿Qué quieres decir con eso?”
Alex la miró, su expresión llena de seriedad. “Eitan no dudará en hacer lo que sea necesario para obtener ese libro, Scarlet. Para él, proteger los secretos de nuestra especie es todo. Si piensa que el libro está en peligro, no pensará dos veces en hacer cualquier cosa, incluso… deshacerse de ti.”
Lesly, que había estado escuchando en silencio, miró a Scarlet, alarmada. “¿Entonces… qué hacemos? ¿Cómo evitamos que Eitan se entere de más?”
Alex la miró con firmeza. “Nos mantendremos alerta. Y haré lo que sea necesario para protegerlas a ambas.”
Scarlet se cruzó de brazos, pensativa, y finalmente habló. “¿Y si… le entregamos el libro a Eitan?”
Alex la miró con una mezcla de sorpresa y preocupación. “¿Entonces con qué te quedarás tú?”
Scarlet sonrió un poco, como si hubiera tenido una idea repentina. “Podemos hacerle una copia. Le entregamos el original a Eitan, y así él pensará que ya tiene lo que quería.”
Alex asintió lentamente, viendo la lógica en su plan. “Es una buena idea.” Miró a Lesly. “¿Tú qué piensas?”
Lesly asintió, de acuerdo con ellos. “Me parece bien. Al menos nos mantendría seguros… por ahora.”
Tras una pausa, Lesly frunció el ceño, recordando otro tema que les preocupaba. “¿Y qué pasará con la gorgona?”
Alex se inclinó hacia atrás, pensativo. “Yo me encargaré de buscar respuestas sobre eso. Conozco a alguien que podría ayudarnos. Sabe mucho de estas criaturas.”
Scarlet y Lesly intercambiaron miradas antes de que Scarlet preguntara, intrigada. “¿Quién es esa persona… o criatura?”
Alex sonrió levemente, con un toque de misterio en su mirada. “Es una elfa princesa. Hermana de un ex druida. Si alguien puede ayudarnos a entender por qué una gorgona vino tras de ti, es ella.”
Lesly miró a Alex con asombro. “¿Entonces vas a buscarla?”
“Sí,” respondió Alex. “Iré en cuanto sea posible. Por ahora, asegúrense de que el libro esté bien escondido.”
—¿Y por qué tú eres el que va a proteger a Scarlet? —le preguntó, con un toque de desafío en su voz.
Alex suspiró, echando un vistazo a Scarlet antes de contestar.
—Porque creo que ella no tiene la culpa de haberse topado con el libro —dijo, sin rodeos—. No sabía en el lío que se metía, así que para mí es inocente… aunque los demás quieran destruir el libro y a ella también.
Scarlet sintió un escalofrío al escuchar eso, como si apenas comenzara a entender en qué clase de problemas estaba.
Más tarde, al caer la noche…
Alex salió de su tienda y, al llegar al bosque, dio un salto y se transformó en lobo, avanzando a toda velocidad entre los árboles. Corría hacia la zona de los elfos. Al llegar, preguntó por la princesa, y algunos elfos le dijeron que a esta hora solía estar en un lago tras la montaña.
Alex fue hasta allí y encontró a Edelin, la princesa elfo, sentada con los pies sumergidos en el agua.
—Hola, Edelin, ¿cómo estás?
Edelin lo miró con una sonrisa.
—Soy una princesa, cachorro. ¿Solo un simple “hola”? —bromeó entre risas—. Qué raro verte por aquí, ¿algo interesante?
Alex suspiró.
—Sí. Hubo un problema con la princesa gorgona, ya sabes, Zafira.
Edelin le lanzó una mirada intrigada.
—¿Qué pasó exactamente?
—Zafira trató de ahogar a una chica… no sé por qué. Pero pensé que podrías saber algo, ya que la conoces muy bien.
Edelin suspiró, meneando la cabeza.
—La conozco, sí, pero no nos llevamos bien. ¿Y quién es esa chica?
—Se llama Scarlet.
El rostro de Edelin se puso pálido, y sus ojos se aclararon de repente.
—¿Cómo dijiste que se llama? —preguntó, casi sin voz.
—Scarlet. ¿La conoces? —repitió Alex, desconcertado.
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Editado: 21.11.2024