Miró a Alex, buscando en sus ojos alguna señal de que no era sólo ella quien sentía el peso de aquella distancia que él había puesto entre ellos.
Dio un paso hacia él, dispuesta a decirle todo lo que había guardado, a confesarle que, por más que él intentara alejarse, no podía evitar sentir una atracción poderosa e innegable hacia él. Inspiró profundamente, reuniendo valor.
—Alex, yo… no puedo seguir fingiendo que no…
Él la interrumpió, alzando una mano y mirándola con intensidad, sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y algo más que Scarlet no lograba descifrar.
—Scarlett, no puedes decir eso —dijo, su voz profunda y firme, pero quebrada en el fondo—. Yo… no puedo estar contigo. No se me permite.
Ella lo miró, desconcertada.
—¿Qué quieres decir? —preguntó en un susurro.
Alex apartó la mirada, cerrando los puños, como si resistirse le costara toda su fuerza.
—Es la ley en nuestro mundo, Scarlett. No puedo involucrarme contigo, no de esa manera. Las reglas son claras. Si rompo esa ley… no solo yo pagaría las consecuencias, sino también tú.
Scarlett sintió un nudo formarse en su garganta, la esperanza que había llevado consigo se desmoronaba en pedazos.
—Pero… no es justo —murmuró—. Tú dijiste que estarías a mi lado, que me protegerías…
Alex asintió, sus ojos reflejando esa promesa.
—Y lo haré. Te protegeré, no importa el riesgo. Pero eso es lo único que puedo hacer. No puedo permitir que mis sentimientos, ni los tuyos… —Se detuvo, como si las palabras fueran demasiado dolorosas para él—. No podemos hacer esto, Scarlett.
El silencio que siguió fue pesado, opresivo, como una pared invisible que ambos no podían cruzar. Scarlett sintió el frío de aquella ley desconocida que ahora los separaba.
Scarlett pasó el día absorta en la conversación con Alex. Intentaba comprender qué significaban esas leyes sobrenaturales y por qué les impedían estar juntos. En la tienda, bajo la tenue luz de una lámpara, abrió el libro antiguo de su madre. El libro parecía tener vida propia, y algunas páginas parecían relucir, como si la esperaran para ser leídas.
Mientras tanto, Leslie, siempre inquieta y curiosa, no se quedaba atrás. Fue a una pequeña biblioteca que estaba muy cerca del campamento, encontró un libro sobre criaturas místicas. En una de sus páginas, una prohibición establecida para mantener la paz entre ambas especies. Leslie, al leer aquello, sintió la urgencia de contarle a Scarlett.
Al día siguiente, Leslie le mostró el libro a Scarlett, y juntas comenzaron a juntar las piezas. Scarlett sentía una mezcla de esperanza y resignación, entendiendo que su vínculo con Alex iba más allá de una simple atracción. Él no se alejaba de ella por elección; estaba atrapado entre sus sentimientos y las leyes de su especie.
La noche siguiente, cuando Scarlett estaba a punto de dormir, una brisa helada llenó su habitación. Una figura alta y etérea apareció ante ella: era la princesa Edilin, una criatura de ojos profundos y sabiduría milenaria. Su presencia iluminaba el cuarto con una energía mágica, y Scarlett sintió una mezcla de respeto y temor.
—Scarlett —dijo Edilin con voz suave pero firme—, me han enviado para advertirte. Tu cercanía con Alex ha puesto a toda su manada en riesgo. Pero estoy aquí para ofrecerte mi protección… bajo una condición.
Scarlett la miró, tratando de entender.
—¿Qué condición?
—Debes renunciar a Alex, Es la única manera de que él, y tú misma, estén a salvo.
Scarlett sintió el peso de aquellas palabras como una losa. Sabía que no podía simplemente renunciar a Alex, pero tampoco quería que él sufriera a causa de su vínculo. Edilin le dio un amuleto y desapareció, dejándola con una decisión que parecía imposible de tomar.
Más tarde, Scarlett logró encontrarse a solas con Alex. Sabía que, para comprender por qué él insistía tanto en alejarse, debía conocer más sobre su vida. Después de un momento de silencio, él comenzó a hablar, su mirada fija en el suelo.
—Mi vida nunca ha sido fácil —dijo Alex—. Perdí a mis padres siendo muy joven, y mi manada me acogió. Desde entonces, he seguido sus reglas, he respetado su ley… y eso incluye proteger a los humanos, incluso si eso significa renunciar a lo que yo quiero.
Scarlett sintió un nudo en el pecho. Alex la miró, sus ojos llenos de una tristeza antigua.
—Es por eso que te dije que no puedo estar contigo, Scarlett. Si rompo esa ley… la manada podría perderlo todo.
Pero mientras él hablaba, ella se dio cuenta de algo: su conexión iba más allá de las leyes, más allá de cualquier límite impuesto. En silencio, Scarlett decidió que haría todo lo posible para descubrir cómo romper esa barrera, sin importar las consecuencias.
Entonces Scarlett simplemente se retiró, pero esa tarde, Scarlett y Leslie regresaron al lago, buscando respuestas sobre el libro y las criaturas que la rodeaban. Al llegar, notaron que el lugar estaba extrañamente silencioso, y una brisa fría acariciaba la superficie del agua. Justo cuando Scarlett se inclinaba para observar su reflejo, una sombra se movió entre los arbustos.
Ethan salió de entre los árboles, mirándolas con expresión seria.
—Scarlett —dijo él—, tu presencia aquí es una amenaza para nosotros.
Scarlett se quedó helada, sin entender. Ethan explicó que la manada había estado buscando el libro durante unos años, y que poseerlo implicaba acabar con ella y con ella y con el libro.
—Ese libro no es cualquier objeto. Contiene secretos sobre nuestro mundo, información que, en las manos equivocadas, podría desatar el caos.
Scarlett miró a Leslie, sintiendo cómo una nueva capa de misterio se añadía a todo lo que ya vivía. Ethan les advirtió que, si continuaban indagando en los secretos del libro, atraerían más enemigos, y la amenaza de Zafira no sería la única.
Ethan comienza acercarse asía Scarlett y le dice: Aunque la verdad nada me daría más placer que acabar contigo, tal vez así alex comprenda quien es el líder.
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Editado: 21.11.2024