Espíritus De La Noche

¡Yo Soy! El Alfa

Alex apretó suavemente la mano de Scarlett entre las suyas y, con una mirada firme pero serena, le dijo:
—No tienes de qué preocuparte. Ahora soy el líder de la manada, y mientras esté a tu lado, no dejaré que nada ni nadie te haga daño.

Scarlett lo miró en silencio, con los labios temblando por las palabras que quería decir pero no sabía cómo. Alex añadió:
—Por ahora, lo único que debemos hacer es esperar a que Edelin consiga información. Ella sabrá cómo actuar contra Zafira.

Las palabras resonaron en Scarlett, pero no con la seguridad que Alex buscaba. Dudó por un momento, pero finalmente lo dijo:
—Alex… Edelin vino a verme. Me dijo que la única forma en que podía protegerme era si me alejaba de ti.

El rostro de Alex cambió al instante. Sus cejas se fruncieron y su mandíbula se tensó. Soltó la mano de Scarlett lentamente y se levantó, un destello de furia brillando en sus ojos.
—¿Quién se cree que es para decidir eso? —dijo, su voz firme y cargada de enojo.

Scarlett lo observó, sorprendida por la intensidad de su reacción, pero antes de que pudiera decir algo, Alex ya se dirigía a la puerta de la tienda.
—Alex, espera… —intentó detenerlo, pero él no se detuvo.

Salió rápidamente y, en cuestión de segundos, se adentró en el bosque. Su respiración era agitada, y cada paso que daba hacia las sombras de los árboles era un intento de calmar la tormenta que sentía en su interior.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos, dejó que el calor en su pecho se desbordara, y su cuerpo comenzó a cambiar. Sus músculos se tensaron, su piel se cubrió de un espeso pelaje, y un lobo de pelaje oscuro y ojos rojos como la sangre tomó su lugar.

En silencio, pero con determinación, Alex corrió entre los árboles, su velocidad superando cualquier pensamiento racional. Solo tenía una cosa en mente: encontrar a Edelin exigirle una explicación.

Alex corría entre los árboles con una velocidad y fuerza impulsadas por su rabia. Cada pisada resonaba en el suelo húmedo, y el viento frío acariciaba su oscuro pelaje mientras sus sentidos se afinaban, buscando la esencia de Edelin.

Era imposible ignorar el torbellino de emociones que lo consumía. ¿Cómo se atrevía Edelin a pedirle a Scarlett que se alejara de él? No solo era una decisión absurda, sino una traición a la promesa de protegerla.

Finalmente, un aroma familiar lo guio hacia un claro del bosque, donde las ramas de los árboles parecían entrelazarse, formando una cúpula natural. Allí estaba Edelin, de pie, con su figura etérea.

—Sabía que vendrías —dijo Edelin con calma, sin siquiera voltear a verlo.

Alex volvió a su forma humana en un instante, su respiración pesada y su expresión dura.
—¿Cómo te atreves? —exclamó, avanzando hacia ella. Sus palabras estaban cargadas de rabia—. ¿Qué derecho tienes a pedirle que se aleje de mí?

Edelin finalmente giró para enfrentarlo, Su rostro mantenía una serenidad inquietante.
—Lo hice para protegerla —respondió—. Tú sabes mejor que nadie lo que está en juego, Alex. Scarlett no sobrevivirá si la manada, o peor.

Alex apretó los puños, luchando por contenerse.
—No te corresponde decidir eso por ella. Scarlett es fuerte, más de lo que crees. Y yo soy el líder de la manada. Haré lo que sea necesario para mantenerla a salvo.

Edelin dio un paso hacia él, con los ojos resplandeciendo de determinación.
—¿Y qué pasará cuando la manada decida que tú también eres un peligro? ¿Qué harás cuando te desafíen por elegir a una humana sobre ellos?

El silencio cayó entre ambos, pesado como el aire antes de una tormenta. Alex desvió la mirada por un instante, pero su voz no titubeó cuando respondió:
—Dejaré que lo intenten. Pero te advierto algo, Edelin: no vuelvas a intervenir entre Scarlett y yo. No dejaré que nadie la aleje de mí, ni siquiera tú.

Edelin lo observó con una mezcla de tristeza y respeto. Sabía que Alex no cambiaría de opinión, pero el precio de su decisión aún estaba por verse.

Edelin mantuvo su mirada fija en Alex, con un brillo inquisitivo en sus ojos mientras las hojas crujían suavemente bajo sus pies.
—La amas, Alex —dijo, su tono calmado, pero con una firmeza que no admitía evasivas.

Alex apretó los dientes, desviando la mirada por un instante antes de regresar sus ojos a los de ella.
—Eso no es asunto tuyo —respondió, su voz grave pero controlada.

Edelin dio un paso más hacia él, como si quisiera asegurarse de que entendiera el peso de sus palabras.
—Alex, ella es humana. Sabes lo que eso significa. Las reglas son claras: está prohibido que alguien como nosotros esté con un humano.

El lobo dentro de Alex rugió en su pecho, pero lo contuvo, manteniéndose firme. Dio un paso hacia ella, su postura desafiante.
—Lo sé —admitió, con una voz cargada de determinación—.Pero voy a cambiar eso.

Edelin lo observó en silencio por un momento, sus ojos plateados reflejando una mezcla de sorpresa y resignación. Finalmente, sus labios se curvaron en una leve sonrisa melancólica.
—Entonces deberías prepararte, Alex. Porque cambiar algo como eso tiene un precio, y puede que no estés listo para pagarlo.

Alex no respondió. Simplemente, la miró con la misma intensidad con la que había llegado, antes de dar media vuelta y desaparecer de nuevo entre los árboles, dejando atrás las advertencias de Edelin y sus propias dudas.

Alex se alejó sin mirar atrás, sus pasos resonando en el silencio del bosque. Cada palabra de Edelin parecía arder en su mente, pero no iba a permitir que el miedo o las reglas antiguas le impidieran lo que sentía. Scarlett era diferente. Ella no era solo una humana; era su humana, y nada lo apartaría de ella.

El aire frío acariciaba su rostro mientras corría, y con cada zancada su resolución crecía más fuerte. Las advertencias de Edelin, el peligro que acechaba a Scarlett, todo eso se desvanecía mientras pensaba en su rostro, en sus ojos marrones que lo miraban con una mezcla de incertidumbre y esperanza.




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