Esposa de mi jefe

Capítulo 13

Llamo a Natalie para preguntarle si podía salir, necesitaba su ayuda para este tipo de cosas. Yo no sé mucho de elegancia, diseñadores y esas cosas, estoy en el apartamento empacando mis cosas, cuando los tacones de Natalie resuenan por el piso de nuestro apartamento.

—¡Dios mío! —exclama, con sus ojos brillando de emoción, la miro con mi entrecejo fruncido, pero ya sé a qué se refiere.

—¿Y cómo estuvo ese beso? —dice, de una manera sensual y golpea suavemente mi antebrazo.

—... no estuvo mal —aclaro mi garganta, no le puedo decir que besa estupendo, ya de por sí está riendo como loca.

—Yo en tu lugar aprovecho estos días —me lanza esa típica mirada traviesa que me hace verla con desaprobación, solo quiero estrujar ese trasero.

Le muestro mi tarjeta platino de crédito ilimitado y suelta un grito que me deja ensordecida, intento taparme los oídos y ella me toma de la mano y literalmente corre y me lleva a arrastres, no sé cómo le hace con esos enormes zapatos.

Odio salir de compras, pero Natalie ama salir de compras, así que puedo distraerme viendo otras cosas mientras ella busca algo bueno para mí. Confío en sus gustos.

La miro venir a toda carrera y sus ojos exaltados de emoción, sostiene un vestido rojo en sus manos y me lo extiende. Lo tomo y lo miro de cerca, esto se debe meter con manteca.

—Pruébatelo —insiste, no tengo de otra, me voy hasta el vestidor e increíblemente me queda a la medida, salgo y me paro frente a un enorme espejo, Natalie está distraída viendo unas bragas de encajes y no se percata de que ya estoy aquí, me reviso el vestido una y otra vez, y se mira bien, pero

por lo que veo es antisostén. Un grito detrás de mí resiente mis tímpanos y llevo mis manos a mis oídos por instinto.

—¡Estás preciosa! Definitivamente, ese es —frunzo el ceño y ladeo mi cabeza mientras me miro en el espejo otra vez.

—¿E iré sin sostén? —pregunto, encontrándome con su mirada en el espejo.

—Por supuesto, así si el Anderson te lo quiere quitar, va a tener una gran vista debajo —me volteo de inmediato y la observo, contiene una risa y yo estoy a punto de lanzarla por el ventanal de este lugar, en serio que esta mujer nunca se va a componer.

—Y... esto es lo que llevarás por debajo —me extiende una braga color piel que casi no cubre nada, la miro con asco y observo el precio, joder, tanto dinero para un pedazo de tela.

Espero que Oliver no revise la cuenta y mire estas cosas, haré que se borre este historial comprando decenas de libros.

Le regalo un vestido que la observé viendo desde que llegamos, Oliver me dijo que no podía comprarle nada a un amante, pero no mencionó a Natalie, saco mi tarjeta y mi identificación para pagar lo que habíamos comprado y se la entrego a la cajera.

—¿Alexandra Anderson? ¿La esposa del señor Anderson? —¡diablos! Adiós anonimato—. No lo puedo creer, otra Anderson vistiéndose con nosotros —¿otra Anderson?

—¿Señora Anderson? Es un gusto conocerla, soy Melanie Wang —una señora de mediana edad, alta, con el cabello negro y corto se me acerca sonriente—, nosotros también vestimos a la señora Margot Anderson el año pasado, por favor, la casa invita.

—¿Ah? Estupendo, y no, por favor, yo pagaré por esto —insisto, no me agrada la idea de comprar cosas tan caras e irme sin pagar. ¿La señora Anderson aceptará algo así?

—No, insisto, tómelo, en serio, es un honor para nosotros —ella acomoda sus lentes, Natalie la mira con emoción, a ella le gusta este tipo de atenciones, a mí no.

Me costó unos buenos minutos, pero terminé pagando por todo, yo no puedo irme así.

Ya en mi apartamento tengo todo listo, tamborileo mis Vans contra el piso de madera, me desespero cuando me toca esperar tanto, tocan la puerta, es el chofer de Oliver, me despido de Natalie y me voy, nunca había estado en Italia. ¡Qué emoción! Llegamos al jet, desde largo se divisan unas letras que forman la palabra «ANDERSON», no sabía que Oliver tenía un jet privado, llego y ahí está él sumergido en su computadora, su padre tiene razón, Oliver tiene que darse un descanso y dejar de trabajar.

—Hola, señor jefe —digo, tomando lugar al lado suyo, ni siquiera levanta la mirada.

—Hola, «CARLIN» —menciona haciendo énfasis en mi apellido, sin querer me paro sobre su cara zapatilla y ahí sí... quita de inmediato sus ojos de la laptop para clavarla en mis zapatos y luego en mis ojos. ¡Joder! Sonrío porque no tengo de otra mientras él me fulmina con la mirada.

Solo vamos él y yo en ese gran jet, y bueno, la azafata privada que le coquetea a Oliver todo el tiempo, no puedo evitar reír.

—¿Puedo saber qué te causa tanta risa, Alex? —pregunta con un tono serio, despegando su mirada de su laptop para postrarla en mí.

—Tu azafata... ¿En serio no sabe que tu esposa va al lado tuyo? —susurro, él frunce su entrecejo y voltea a ver a la morena.

—No lo sé. Espero que no porque está guapa —murmura, aquí es donde yo, como esposa, hago un berrinche y corro a la tipa esta, pero esas cosas no me salen sin que me suelte a reír.

No sé a qué hora me quedo dormida, despierto cuando el jet está aterrizando, es Italia y es más de medianoche, el chofer nos lleva al hotel donde nos vamos a hospedar.

—¿Vamos a compartir habitación? —pregunto, quiero que me diga que no.

—Sí —¡ah! ¡Maldita sea!—, porque mi hermano también está hospedado aquí, y él no pide habitación separada con su esposa —contesta, mientras un joven hombre abre las puertas del hotel, agradezco. Dos hombres llevan nuestras maletas, no había visto que Oliver lleva solo una camisa blanca, sin sus sacos característicos, había doblado la manga hacia arriba, según él, está informal.

El hotel es inmenso, lujoso, solo gente rica debe hospedarse aquí. Y Oliver reservó la suit presidencial, es más grande que todo mi apartamento, blanco y alfombrado, en la parte del techo se aprecian unos decorados similares al cielo; como es de noche, parece que estás viendo las estrellas, el baño es enorme, las toallas tienen el nombre del hotel bordado a mano, hay un balcón del que se podía ver toda la capital, al menos el lugar es




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