Esposa de mi jefe

Capítulo 14

El reloj marca las 3 a.m., Oliver entra por la puerta, estoy recostada de lado con vista hacia el balcón, Oliver se acerca a mí, me toma la cintura y me susurra al oído «lo lamento», sonrío, lo estaba esperando con ansias, volteo mi rostro en dirección suya, me da un beso, un tierno beso, esta posición es incómoda, así que me volteo para quedar frente a frente con él, el beso se va volviendo más apasionado, nos vamos quitando la ropa, prenda por prenda, ¡hace calor!, él se abre paso entre mis piernas, sus besos son tan buenos, no puedo creer que esto vaya a pasar...

Un sonido en la puerta me despierta de golpe hasta quedar sentada sobre la cama. ¡Maldición! ¿Qué estaba soñando? Qué mie... Miro a mi costado y ahí está Oliver, siempre respetando nuestro límite de distancia, no me di cuenta a qué horas llegó a la habitación, un segundo sonido de la puerta lo despierta, me levanto, me pongo una bata y me asomo por el orificio de la puerta, es el señor calvo del desayuno, abro y él sonríe ampliamente.

—Buenos días, señores Anderson, ¿puedo pasar a servir su desayuno? —pregunta muy amable, observo una pequeña placa de identificación que cuelga sobre su chaleco amarillo: «Carl Williamsburg».

—Por supuesto, adelante —contesto, aún aturdida por esa mierda de sueño.

Oliver le hace una seña de que pase mientras sale del cuarto medio adormilado, el señor pasa y comienza a servir el desayuno en un pequeño comedor en una siguiente sala que no había visto, Oliver recibe una llamada, no puedo saber con quién está hablando, pero algo me dice que es con su hermano.

—Claro, dame dos minutos, ya estoy allá —dice, entrando al baño con algo de ropa para cambiarse, sale del baño y toma su laptop, se retira de la habitación sin decir una palabra, el amable señor del desayuno también se retira unos minutos después. Se mira tan rico el desayuno que no pude evitar empezar a comer inmediatamente, de pronto mi sueño con Oliver

aparece y casi me atraganto, sacudo mi cabeza para sacar ese pensamiento, había tenido un sueño erótico con el «jamás y nunca» de mi lista de hombres que hasta hace que el hambre se esfume.

Espero que se llene la bañera y agrego esencias aromáticas para despejarme y quitar todo pensamiento negativo de mi mente, tomo mis auriculares y mi teléfono celular, comienzo a escuchar música de Mozart, para mí, relajante, amarro mi cabello en una moña, me despojo de mi ropa y me sumerjo en la bañera.

Habían pasado unos 20 minutos cuando decido salir, me pongo la ropa interior que Natalie me había comprado, unas bragas de encajes rosa y un sostén que hace conjunto. ¡Diablos! ¿Cómo estaré cómoda con esto todo el día?

Salgo del baño a la recámara en busca de ropa, la maleta está a un costado de la habitación y sin ver alrededor la abro y comienzo a buscar qué ponerme para ir a arreglarme el cabello para la cena con los socios de Oliver, estoy viendo entre todo lo que tengo por ponerme cuando escucho un carraspeo de garganta, me estremece, ¿quién diablos...? Me volteo rápidamente. ¡No puede ser! ¡Dios, llévame ahora! ¡Mejor reencarno en un sapo! Cualquier cosa es mejor que esto.

Intento taparme con unos jeans claros que tengo en mis manos, pero es inútil, Oliver está recostado en la cama con su computadora, e intenta disimular el hecho de que acaba de verme semidesnuda, continúa tecleando en su computador como si nada mirando fijamente su monitor sin desviar la mirada, no puedo explicar la vergüenza que siento en estos momentos y mis ganas de mudarme a Japón aumentan.

—¿Qué demonios haces aquí, Oliver? —riño, indignada ante la situación vergonzosa que estaba pasando en estos momentos.

—Bueno, esta es mi habitación también te recuerdo —contesta, sin despegar la mirada del monitor.

—¿Pero por qué no avisas? ¡Demonios! —entro al baño rápidamente. ¿Por qué, Dios? ¿Por qué? ¿Qué te he hechoooo? Lloriqueo, aunque... viéndole el lado positivo, al menos no salí desnuda.

Oliver no dice nada, de seguro es vergonzoso para él también, o no, tal vez es un morboso, aunque él ya debe estar acostumbrado de ver mujeres en ropa interior todo el tiempo.

Salgo del baño con el par de jeans puestos y una camisola blanca, no pensaba ponerme esto, pero, ya que es lo único que logré alcanzar por culpa de Oliver, suelto mi cabello, pongo mis zapatos, tomo mi bolso, una cazadora negra y me voy sin mediar palabra, después de ese sueño con Oliver y el hecho de que me haya visto en ropa interior no puedo quedarme un minuto más aquí.

Decido caminar, por suerte, a una cuadra hay un lindo salón de belleza, entro y un agradable joven me atiende, le explico que me quiero arreglar el cabello y maquillar para una cena de gala y él me lleva donde una joven mujer que es la que se encargará de mi peinado y maquillaje, ella alisa mi cabello y luego me hace unos rulos muy gruesos en las puntas, me pone el maquillaje, me gusta lo que miro en el espejo, ojos ahumados, un buen contorneado y simplemente un brillo en mis labios.

Mi celular interrumpe, lo saco de mi bolsillo y frunzo mi entrecejo, es Oliver, miro que el reloj marca las 2 p.m.

—¿Dónde rayos estás? —pregunta, justo al descolgar, no me dejó ni decir el sensual «ciao» en italiano que acabo de aprender—. Me preguntan por mi esposa y yo no tengo ni puta idea de dónde fue. ¿Por qué no tomaste un auto?

¡Ahhh!

—¿Tengo que decirte donde estoy todo el tiempo? —enuncio, apartándome de la joven mujer para evitar que escuche mi conversación con Oliver—. Además, no quise tomar el auto, no me gusta andar con chofer a todos lados.

—Te quiero aquí en 30 minutos —dicho esto cuelga la llamada. ¡Ah! Y de paso, se siente con ganas de mandarme.

Me molesta Oliver, nombro miles de maldiciones en su nombre, y todo el camino de regreso, miro un lugar casi enfrente, me agrada parar a esperar que se hicieran 45 minutos, o tal vez no, tal vez sí debería estar ahí en 30 minutos, sí, mejor llegaré como él indica, tal vez tenga razón, abuso de la confianza, vuelvo a pensar que sería más feliz como indigente, me dirijo de regreso al hotel, por suerte, Oliver no está, le llamo.




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