Esposa de mi jefe

Capítulo 18

La luz ya golpea mi rostro y no lo soporto, abro los ojos y tengo una orilla de pizza enredada en mi cabello. ¡Ah! Ni siquiera me cambié y me quedé dormida. Intento cubrirme los ojos ante la claridad del sol que entra por la ventana, Oliver no está, como siempre su adicción por levantarse temprano, aunque solo duerma cuatro horas. Entro al baño, no me había quitado el maquillaje la noche anterior, por lo tanto, mi cara de mapache drogado es notable, el maquillaje se había corrido por todo el alrededor de mis ojos.

Me despojo de mi ropa y entro a la ducha, lavo todo el maquillaje y mi cabello, el agua está tibia, qué bien se siente, seco mi cuerpo y salgo con una bata rosa que está en el baño; en mi maleta busco mi ropa interior, no me siento con ganas de ir con odiosos vestidos, así que busco unos pantalones, estos vaqueros están bien, esta blusa de tirantes negra y esta chaqueta estilo bomber es más que suficiente.

Entro al baño a vestirme no vaya a ser que Oliver regrese y me mire otra vez en una situación incómoda, al menos estas bragas no son tan reveladoras; me alisto sin ponerme aún la chaqueta y mis Converse negros que no pueden faltar nunca, un poco de maquillaje y un rosa en mis labios, seco mi cabello, mis rulos amanecieron bien portados hoy, qué lindos. ¿Dónde estará Oliver? Espero al señor del desayuno, pero mejor voy al comedor, necesito ver otro ambiente, también necesito alguna pastilla, la cabeza me va a explotar, me acomodo la chaqueta y me dirijo al comedor.

No había observado bien el hotel, tiene las paredes blancas y ninguna marca es visible, tiene candelabros antiguos que cuelgan del techo, hay ascensores por todos lados, está nítidamente alfombrado en rojo granate, ni siquiera dan ganas de pasar por aquí por no ensuciarlas; subo al ascensor, por suerte soy la única, recuerdo una vez hace mucho tiempo que mi madre y yo nos quedamos encerradas en un ascensor, ella comenzó a llorar y a gritar, ahora lo llama «el aparato del diablo» y prefiere las escaleras que subir al aparato del diablo. Sonrío al recordar eso.

Llego al primer piso, el comedor está acá, pero no sé por dónde, siento olor a comida y dejo que me dirija. Oh, aquí está el periódico, estoy en la portada. ¡Genial! Ruedo mis ojos, siempre odié este tipo de atención y ahora la tengo toda sobre mí, al menos me miro bien.

«Alexandra Anderson, la mujer que robó el corazón del magnate de Nueva York», «Oliver Anderson enamorado», (sí, claro). «Alexandra y Oliver Anderson no pueden quitarse las manos de encima». «¿Cómo conseguir el cuerpo de Alexandra Anderson? Su entrenador personal nos revela el secreto».

¿¡Entrenador personal!? La prensa sí que no sabe qué inventar. Continúo mi lectura sobre cómo hago 100 abdominales al día y tengo una dieta rica en proteínas, mientras me dirijo al comedor, si supieran que comí 6 rebanadas de pizza a la una de la mañana. Tal vez yo también debería seguir el plan de entrenamiento de Alexandra Jane Anderson. Bueno, al menos las fotos en las que Oliver y yo salimos juntos nos vemos sonrientes.

Llego al restaurante, y de inmediato diviso a un Oliver bien peinado, con una polera azul que se ajusta a sus musculosos brazos, al lado suyo está Henry, en serio que estos chicos no se cansan de trabajar, comienzo a caminar hacia ellos y no, no es trabajo, hay dos chicas con ellos, una trigueña y una pelirroja, miro en esa dirección con mis ojos entrecerrados.

Ellos están de espaldas hacia mí, por ende, no me han visto, la pelirroja está a un costado de mi nalgón, ¡tomando su brazo! Camino hacia ellos a paso rápido.

¡Mi hora de marcar territorio y mear literalmente a Oliver ha llegado!

—Disculpa, ¿puedo saber qué estás intentando encontrar en el brazo de mi esposo? —enarco una ceja, la chica pelirroja se suspende y me mira con sus enormes ojos castaños abiertos como platos.

Me voy a reír en cualquier momento, lo sé.

Oliver también voltea y me ve con incredulidad. Henry me mira también perplejo al igual que la otra chica al lado de él, yo solo la observo seriamente y con mis brazos cruzados mientras tamborileo uno de mis pies sobre el alfombrado piso, noto que ambas llevan pequeños trajes deportivos que cubren más mis bragas que sus shorts.

—Disculpa, yo no lo sabía. ¿Tienes esposa? —la chica mira a Oliver y balbuceando dice esas palabras.

—Te dije que soy casado —contesta él, de lo más calmado posible tecleando en su computador. ¿Oliver le dijo que es casado? La chica se suelta de Oliver inmediatamente y se pone de pie.

—Con permiso —dice, tomando del brazo a su amiga que hablaba con Henry, quien disimuladamente abre su computador y comienza a teclear. Oliver mira con cara de desaprobación y cuando estoy preparando mi discurso para defenderme él de inmediato suelta una carcajada haciendo que Henry también ría levemente y yo frunzo mi entrecejo.

—Usted y yo vamos a hablar, señorita —murmura en mi oído, una vez que me he incorporado en la silla que estaba la pelirroja.

—¿Por qué? Tú estabas dejándote manosear por esa tipa —susurro, intento parecer molesta, pero no, no me sale, es que la cara de la pelirroja fue épica.

—No me estaba manoseando, ya le había dicho que soy casado, solo estábamos buscando una dirección en el GPS —no pregunto por qué le dijo eso porque Henry está a su lado.

—¿Y tú eras el único que podía ayudarla?

—Tú me has dicho que hay que ayudar al prójimo.

—Sí, pero no a un prójimo que use shorts que cubren menos que mi ropa interior.

—Eso no es cierto —Oliver me mira, enarcando una ceja, con una sonrisa pícara en su rostro.

Maldito. Si se había fijado en mi ropa interior el otro día.

Lo miro con desaprobación, Henry, quien parece no estar ajeno a la plática suelta una leve risa. El mesero interrumpe todas las cosas que tenía por decirle a Oliver. Oh, y está guapo, pido mi desayuno y él se retira, miro su parte trasera y creo que mi jefe le gana muchos puntos.




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