Esposa de mi jefe

Capítulo 19

Despierto de golpe cuando escucho la puerta de mi habitación abrirse, dos siluetas están ahí, pestañeo varias veces para acomodarme a la claridad y veo que la persona recostada en el umbral es... ¿Oliver? Froto mis ojos en lo que Natalie cierra la puerta, él se acerca a mí con su entrecejo fruncido.

—Alex. ¿Estás bien? —pregunta, aclaro mi garganta para no sonar adormilada mientras me siento sobre el colchón de mi cama, maldita Natalie que no me pregunta si puede dejar pasar a alguien a mi cuarto, por suerte metí toda mi ropa en el armario.

—Hey —digo, con una risa nerviosa, espero que no se note en mi cara que he dormido más de cuatro horas—. ¿Puedo saber por qué no avisaste antes de venir? —él se sienta en el filo de la cama y me mira fijamente.

—Te llamé diez veces y no contestaste, por eso vine, me preocupé —frunzo mi entrecejo—, te traje algo —menciona, y me extiende algo que miro con una ceja arqueada.

—¿Un mono de felpa? ¿Es en serio? —digo, recostando mi espalda sobre el cabezal de la cama con una sonrisa.

—Tiene chocolates en su interior —río levemente. ¡Claro! ¡Pero él no es cursi!—. Si no te sientes bien puedo llamar a mi doctor para que venga a verte —niego con mi cabeza, ya estoy bien.

—Solo necesitaba dormir, gracias —él me observa, después de varios segundos se pone de pie y acomoda su saco para luego dirigirse a mí.

—Tengo muchas cosas que hacer, solo quería saber si estabas bien —ladeo mis labios en una media sonrisa mientras lo observo mirar su reloj—, cualquier cosa me llamas, ¿sí? —asiento, él en un rápido movimiento presiona sus labios sobre mi mejilla haciéndome reír. Sale de mi habitación a paso rápido y lo observo perderse tras la puerta una vez que la cierra a sus espaldas.

 

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El aparato ruidoso sobre mi mesa de noche comienza a sonar. ¡Ah! ¡Odio trabajar! Comienzo a palpar la jodida alarma sin abrir los ojos y cae al suelo, bufo en desesperación, tengo que levantarme para alcanzarla y que por fin deje de sonar, maldita alarma hija de puta, tallo mis ojos y cuando la recojo veo que ya había sonado cinco veces. ¡No puede ser! Corro hacia el baño y me ducho en no sé cuántos segundos, algún día terminaré con el cuello torcido como dice mi madre.

Natalie ya no está y recuerdo que hoy es su cumpleaños, lo más seguro es que esté arreglando la casa de Dereck para su fiesta, yo no lo he comprado un regalo. ¡Maldición!

Quince minutos después estoy corriendo por recepción y dos minutos después estoy maldiciendo el ascensor porque se detiene en cada jodido piso, luego recuerdo que ya puedo usar el corporativo y yo pasando por estas cosas. Puta.

Las dos puertas de metal se abren y de inmediato lo primero que mis ojos ven es el tras... Digo, la espalda del jefe. Él gira un poco y me mira con su entrecejo fruncido, el mismo gesto que hace David, quien está frente a él junto a dos señores más que recuerdo haber visto en Italia, sonrío ampliamente porque no tengo de otra, ya vine tarde.

Oliver camina hacia mí de inmediato sin ningún tipo de expresión, al menos ya estoy tranquila porque si me despide perderá la presidencia.

—Llegas tarde —susurra, rasco la parte de atrás de mi cabeza intentando encontrar una buena excusa, me rodea con sus brazos por la cintura y presiona sus labios sobre los míos—. Vamos, tenemos una reunión con estos señores, actúa más como mi esposa que como mi secretaria. ¿De acuerdo? —dice en mi oído, asiento y sonrío fingidamente, al menos esto me dará tiempo para terminar el informe que tenía que entregar hoy.

El día trascurre de lo más normal, Oliver bastante ocupado ni siquiera se percató de que me fui unos minutos a la estación Starbucks que está a una cuadra. Salgo un poco más tarde que mi horario normal, pero eso es usual, corro por el parqueo y llego hasta mi auto. Lista para ir a casa, en el intento de poner en marcha el vehículo no enciende. ¿Es en serio? ¡Si te compré es porque te parecías a Herbie! ¡Tú eres un campeón de carreras! ¿Por qué me haces esto? Tomo el volante y comienzo a zarandearlo como

intentando hacerlo entrar en razón y, ¡juás! Me quedo con él en las manos, cierro mis ojos buscando paz interior.

—Alex, inhala y exhala —me hablo a mí misma—, no pierdas la paciencia, las personas que mucho se enojan envejecen más rápido, no querrás parecer...

¡A la mierda! ¡Traigan mi silla de ruedas y mis dientes postizos!

Lanzo el volante en el asiento del copiloto cuando unos golpes sobre la ventana del auto me hacen estremecer, llevo mi vista en esa dirección y es... ¿Oliver? ¡Maldita sea! Él siempre apareciendo en el momento menos indicado.

Bajo la ventanilla del auto y sonrío al estilo del gato de Alicia en el país de las maravillas.

—Tienes un Bentley y prefieres esta cosa —menciona y observa específicamente el espacio donde falta el volante. ¡Qué vergüenza! Maldito Herbie, me has traicionado.

—Está bien, es algo normal —suelto una leve risa nerviosa, bien normal.

—Vamos, te llevo —dice y sin esperar mi respuesta se encamina hacia su auto. Estupendo, pasando vergüenzas nivel Dios.

Salgo de mi vehículo y me encamino hacia él, quien ya me está esperando con la puerta del copiloto abierta.

—Iremos a mi casa para que te lleves el Bentley, mandaré a arreglar tu auto.

—No es necesario, yo buscaré quien...

—No te preocupes y por el momento usa el otro, todos saben que eres mi esposa y no quiero que te miren en... eso... —dice, de manera despectiva, ruedo mis ojos exasperada, ni cómo defenderlo porque me acaba de dejar a pie el muy traicionero.

Conduce sin mediar palabra, como siempre con su porte y seriedad mientras mira concentradamente hacia la carretera; clásicos en inglés están sonando, ya estoy por dormirme cuando recuerdo que no he comprado el regalo de Natalie, mierda.

—Oye, ¿tienes un florero que me vendas? —aunque los de su casa deben costar más que mi anillo de bodas, ahora me arrepiento de mi pregunta.




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