Esposa de mi jefe

Capítulo 21

Me quedo paralizada por unos cuantos segundos. Él también.

Estaba parada frente a Raymond, cómo olvidar sus ojos grises, su cabello castaño despeinado, esos dos hoyuelos que se forman en sus mejillas cada vez que sonríe... ¿Cómo olvidar mi primer amor?... Bueno, tampoco así, pero sí fue el primer niño que me gustó… y, sobre todo, ¿cómo olvidar que me dejó por Suzanne cuando fue a la universidad solo porque tenía dinero?

—¿Alex? —pregunta, reaccionando luego de unos segundos, sonríe, ahí están, sus dos atractivos hoyuelos—. ¡Por Dios! ¡Alex! ¡Tanto tiempo! —se acerca a mí y me da un abrazo, por unos segundos no reacciono—. Amor, ella es Alex... Una vieja amiga de la secundaria.

Ella sí me conoce, le enviaba fotos en ropa interior a Raymond cuando apenas se conocían por Facebook.

—Hola, Suzanne, es un placer —digo mientras estrecho mi mano, ella me mira con sus grandes ojos marrones y me sonríe fingidamente.

—El placer es mío, Alex —contesta, su voz estropea mis tímpanos.

—Ohh, estupendo que se conozcan —habla el señor Anderson—, ahora entremos, por favor, tenemos una rica cena para todos ustedes.

Raymond me mira de nuevo mientras nos disponemos en dirección al señor Anderson, quien nos dirige al comedor. Sé que no esperaba volver a encontrarme, mucho menos en esta situación, Raymond quería estabilidad monetaria y dejamos de hablarnos cuando me enteré que vivía con Suzanne en Chicago, no he sabido nada de él desde entonces. Y es mejor así, le gustaban varias chicas al mismo tiempo.

Oliver me toma de la cintura y me apega a su cuerpo al ver a Raymond mirarme, sé que me espera un interrogatorio que no pienso contestar, Raymond solo voltea la mirada hacia su esposa, quien cabe mencionar, su vientre asoma unos 7 u 8 meses de embarazo, ella lleva su cabello rojo hacia atrás mientras me vuelve a ver al notar que Raymond se me ha quedado viendo más de lo normal. Bien, esto es incómodo.

Llegamos al comedor, las tías de Oliver comienzan a contar sobre cómo fueron sus matrimonios, los arreglos florales, las luces, damas de honor, toda esta familia de Oliver es adinerada, casadas con importantes políticos, embajadores; la prima de Oliver va a casarse, así que es el tema primordial, aunque ella está ajena a cualquier conversación solo escuchando música con unos auriculares, si supieran que yo me casé con la misma ropa que trabajé ese día.

Raymond me ha visto como 5 veces el tiempo que llevamos en la cena. Él solo voltea el rostro un poco avergonzado, espero que Oliver no lo note, pero sé que en Oliver estas cosas no pasan desapercibidas, luego de terminar de cenar, me toma de la mano.

—Lo siento, nos retiramos, estamos un poco cansados —yo ni siquiera he terminado de comer.

—Lo entiendo, no te preocupes, hijo —contesta el señor Anderson muy amable—. Están en su casa —sonrío amablemente mientras les deseo buenas noches a todos y Oliver casi a jalones me lleva hasta la que se supone es nuestra habitación.

Llegamos a un cuarto inmenso que ni siquiera puedo contemplar porque inmediatamente Oliver me acorrala contra la pared.

—Alex, me dices aquí y ahora, ¿por qué conoces a ese tipo? —espeta y me mira fijamente, yo esperando llegar hasta aquí para compartir besos, abrazos, una copa de vino, usar esa cama… Para dormir claro, y él quiere saber quién putas es Raymond.

—Un amigo, Oliver, él lo dijo.

—Un amigo no te ve de esa forma, te recuerdo que yo también soy hombre —¡ah! No lo había notado.

—¿Y qué culpa tengo yo? Además, es mi vida privada, a ti no te gusta hablar de tu vida privada —me intento soltar de su agarre, pero no, no puedo.

—Pero igual contesto cuando me preguntas, ¿o no? —no quita esa mirada fija de mí.

—Rayos, Oliver, fue hace mucho tiempo, éramos vecinos en Miami —no despego mi mirada de él tampoco—. ¿Qué te pasa?

Oliver simplemente me mira, sin decir una palabra, hasta su respiración es pesada.

—¿Pero por qué te molestas, Alex? —cambia con agilidad la plática—. ¿Entonces tú puedes incursionar en mi vida privada y yo en la tuya no porque te molesta? ¿Tú sientes algo por él?

—¿Y quién crees que eres? —frunzo mi entrecejo mientras me cruzo de brazos, sí, bueno, mi esposo, pero no un esposo de verdad, así que no me joda. Él no dice una palabra, simplemente retrocede un poco sin despegarme la mirada de encima y por fin puedo respirar tranquila—. ¿Estás celoso? —cuestiono, sin quitar la mirada de sus ojos, los cierra por unos segundos y suspira.

—No —dicho esto se separa por completo y se dirige al baño sin preguntar nada más.

La reacción de Oliver me deja desorientada, que hasta olvido por unos momentos el shock emocional que acabo de sufrir por ver a Raymond y a Suzanne juntos.

Me siento al borde de la cama, enorme y muy suave, como con 20 cojines, el color beige de sus sábanas combina a la perfección con las cortinas y las paredes. Me quedo pensando en Oliver, esto no es como sus simples juegos de celos, esto es más intenso.

Oliver sale del baño después de 20 minutos, él nunca tarda tanto en bañarse, sale con la toalla amarrada de la cintura; sin mediar palabra me voy al baño, cepillo mis dientes y me recargo en el lavamanos pensando en Oliver y sus desconcertantes reacciones, me despojo de mi ropa y dejo que el agua se deslice por mi cuerpo. Luego de varios minutos salgo y recuerdo que no traje mi ropa, tengo que salir con una toalla envolviendo mi cuerpo, él ya está recostado y teclea rápidamente en su teléfono celular.

Tomo mi pijama y regreso al baño a cambiarme, unos minutos después salgo y ahí está él viendo hacia un lugar de la habitación, apago las luces y me acuesto a su lado, esta cama no es tan grande como la suya.

Se gira levemente hacia el balcón, quedando de espaldas hacia mí, me acerco a él y lo abrazo por la espalda, él se estremece al sentir mis brazos rodearlo.

—Alex, ¿qué rayos haces? —intenta zafarse, pero me aferro más a él mientras inhalo su exquisita loción.




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