Esposa de mi jefe

Capítulo 22

Despierto ya cuando la jodida claridad invade la habitación, pestañeo para acomodarme a la luz y observo que Oliver ya no está, siempre su obsesión por levantarse temprano. Veo por el pequeño balcón, puedo divisar la playa desde aquí, qué lindo es este lugar, desde mi apartamento lo único que ves por la ventana son edificios. Tal vez debería ir a surfear, le debería preguntar a Oliver si quiere ir conmigo, sola no es divertido, es lo más cerca a un amigo que tengo en este lugar.

Tomo una ducha, luego de vestirme y peinar mi cabello me dispongo a conocer la casa de los Anderson que, por cierto, es el triple más grande que la de Oliver.

Observo que hay 10 cuartos, cada uno con baños independientes; la sala principal es inmensa, tiene finos sillones con toques dorados que dan la impresión de ser bordados con oro, no me sorprendería, la verdad, si fuera oro de verdad. El comedor es para más de 20 personas, y la cocina, es todo mi apartamento junto. ¡Oh! También hay una sala de billar y una de yoga con vista al arborizado patio trasero donde se puede contemplar una piscina natural; no puedo evitar salir a verla, de esa piscina cae como una cascada hacia otra piscina natural aún más inmensa, hay árboles alrededor y flores que desprenden un rico aroma, en serio que me encanta este lugar, podría vivir aquí toda mi vida y sería completamente feliz.

Sigo en mi exploración por la casa Anderson, y a una cierta distancia observo a Satanás Anderson, en una pequeña cancha en la parte trasera de la casa, está jugando baloncesto con alguien, me dirijo hacia la cancha...

Oh, por Dios.

Es Raymond.

¿Oliver con Raymond? ¿Qué diablos...?

Ambos están riendo.

Esto no es bueno...

Por un momento pensé en volver a la casa, pero la risa de ambos me causa intriga.

¡Diablos! Ojalá no le esté comentando nada vergonzoso.

Me acerco hasta ellos, ambos me ven, Oliver sonríe; mierda, sí, algo le comentó, no es normal en Oliver sonreír.

—¿Qué tal, Alex? —saluda Raymond, mientras miro a ambos desconcertada, simplemente hago un gesto con mi cabeza a manera de saludo y llevo mi vista a Oliver, quien se acerca a rodearme con sus brazos—. Bueno, muero de hambre, iré adentro a ver qué encuentro para comer, los veo después —Raymond se retira un poco incómodo, mientras le devuelve el balón a Oliver y él se separa un poco de mí para tomarlo.

—Claro, adiós, amigo —¿amigo? ¿De cuánto me perdí mientras dormía? Vuelvo mi mirada de confusión a Oliver, quien mira alejarse a Raymond y vuelve a postrar sus ojos en mí.

—Raymond es agradable —menciona mientras rebota el balón y yo frunzo mi entrecejo.

—¿Qué estaban hablando? —me cruzo de brazos, necesito saberlo.

—Bueno, me estaba contando sobre tu conejo que murió y lloraste por tres meses —¡ah! No puede ser.

—¿Señor Bigotes, Pancho, Claudio, Robertina, Sam o Casimiro? —Oliver me mira y ríe.

—¿Qué? ¿Alex, es en serio? —mis conejitos, aún los extraño.

Tomo el balón de sus manos y lanzo a la canasta, encestando.

—Me dijo que tienes habilidad para escribir historias. ¿Por qué no continuaste? Por qué escribir simplemente artículos y no libros.

—No lo sé, creo que perdí la inspiración cuando mi padre me decía todo el tiempo que eso no era una profesión.

—Por Dios, dile eso a Shakespeare… o a Paulo Coelho… o a J. K. Rowling —qué bueno que hay gente que lo entienda, pero mi padre no.

—Mi padre decía que eso era una pérdida tiempo y si me veía escribiendo algo solo se deshacía de lo que sea que escribía sin consultármelo.

Oliver frunce el ceño y me mira con intriga.

—Debe de tener algún motivo por el que haya sido así —simplemente me encojo de hombros.

—¿Entonces ya no estás celoso por Raymond? —pregunto sonriendo, tomando el balón de sus manos y rebotándolo.

—¿Qué? Yo no estaba celoso por Raymond —resopla. ¡No! ¡Claro que no!

Comienzo a rebotar la pelota y Oliver intenta quitármela, y lo logra. ¡Diablos! Esto me será difícil, encesta. Me mira con cara victoriosa, maldito Oliver, no voy a perder ante él. Amarro mi cabello en una coleta que traía en mi muñeca, ahora sí. ¡Alex en acción! Le arrebato el balón y sí, punto para mí. ¡Ah! Recuerdo mis viejos tiempos en la secundaria.

—¿Y por qué terminaron? —¡ah! ¡Joder! Oliver es peor que doña Candelaria, la vecina que teníamos antes que don Juancho, estaba todo el tiempo al pendiente de lo que pasaba en el apartamento de nosotras.

—Porque él quería ir a la universidad, pero, en realidad, quería irse a vivir con tu prima, así que ella ya me conocía.

—¡Pero qué interesante! —exclama—, pero, a decir verdad, tú eres una mujer...

—¿En serio, jefe?... ¡Y yo que creí que era un alienígena!

—Iba a decir una mujer hermosa, pero no me dejaste terminar, Alexandra —me mira con desaprobación y ríe—. No puedo contigo, en serio —niega con su cabeza mientras lleva sus manos a su cintura.

Encesto otra vez, haría un baile victorioso, pero no enfrente de Oliver, no señor, ya de por sí debe creer que no soy normal, voy por el balón bajo su atenta mirada.

—Esa no se vale, me distrajiste —se defiende, intenta quitarme el balón, pero no le dejo.

—Camarón que se duerme...

—Corazón que no siente...

¿Qué? Lo observo curiosa con una amplia risa. ¡Claro! ¡Pero la loca soy yo! En un ágil movimiento me arrebata el balón y encesta.

—El que enceste el último punto gana —dice, tomando el balón con ambas manos—, te daré la delantera —me lanza el objeto esférico, al tomarlo comienzo a rebotarlo, él se abalanza a quitármelo, entre jugueteo y jugueteo con el balón nuestros rostros quedan muy cerca, sus enormes y musculosos brazos me rodean y me acorrala contra la pared, sus bellos ojos me miran tan profundamente, puedo sentir nuestros alientos mezclarse de la cercanía de nuestros labios. Sin pensarlo más, me besa, un rico beso apasionado y juguetón, hasta el sudor de este tipo huele divino... Y como era de imaginarse... Me arrebata el balón y encesta.




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