Esposa de mi jefe

Capítulo 24

Me quedo completamente paralizada, ni siquiera puedo respirar, desearía abrir mis ojos como platos de la impresión, pero no lo hago, no quiero que sepa que estoy despierta, siento frío, ni siquiera está haciendo frío, mis manos empiezan a helar y a sudar, siento la respiración pausada de Oliver en mi cuello, su cuerpo está muy junto al mío. ¿Qué es lo que me acaba de decir? ¿Está borracho? Oliver en sus cinco sentidos jamás me diría algo así. ¿Finjo que sigo dormida? O... ¿pregunto a qué se refiere? O… ¿salgo corriendo de aquí? No lo sé, desearía que alguien me dijera qué hacer en estos momentos. ¿Pero qué le podría preguntar? ¿Cómo puede siquiera venir a abrazarme después de acostarse con alguien? Ese pensamiento regresa a mi mente, estoy molesta. No me puedo mover, lo único que haría en estos momentos es golpearlo por haberse ido a revolcar con una tipa que ni conoce.

Entre mis pensamientos puedo notar que Oliver se ha quedado dormido, su respiración es más pausada, su mano está reposada sobre mi cintura. Me separo un poco de él cuando de inmediato su mano me aprisiona con más fuerza. Su cabeza yace muy cerca de mi cuello.

No sé cuánto me tomó conciliar el sueño, pero cuando me percaté ya la luz golpeaba en mis ojos, siento que casi no he dormido nada, las cortinas tan claras de la recámara no ayudan mucho, pediré unas oscuras; abro los ojos y el cuarto está completamente iluminado, tan elegante y limpio; Oliver yace a mi lado dormido, está bocarriba y sus pectorales y abdomen se ven perfectos, la claridad golpea en ellos, viene a mi mente lo de la noche anterior «¿Qué me estás haciendo, Alex?». ¡Maldito! ¿Te revuelcas con alguien y vienes a mí como si nada?

Me levanto sin hacer ni un poco de ruido para evitar que se despierte. Me cambio mis shorts de Bob Esponja con uno jeans gastados y bajo al comedor. Ahí están Lindsey y su prometido, también está Brittany, pero ni un rastro de Henry.

—Buenos días —saludo a todos de manera efusiva, cuando en realidad mi mente está hecha un lío.

—Alex, ¿te parece si vamos a la playa? —Lindsey está sentada sobre Dmitri mientras comen pancakes.

—Ahh, bueno... —vacilo, la verdad no quiero, pero todo sea por no tener que ver a Oliver.

—Es que Dmitri no quiere ir —me interrumpe— y Brittany tampoco.

—Es que no me siento bien... —añade Brittany, pero sé que no quiere ir con nosotras y la verdad yo no quiero ir con ella.

—Yo iré luego, ya te lo dije, mi amor —contesta Dmitri dirigiéndose a ella, llevando un vaso de cristal con jugo de naranja a su boca.

—Bueno, entonces vamos —contesto—. Creo que tengo que cambiarme.

—Yo igual —contesta, dándole un beso a Dmitri, se levanta de sus piernas y sale del comedor junto conmigo, nuestros cuartos están cerca.

Entro y Oliver aún sigue dormido. ¡Milagro! De seguro la zorra de ayer lo dejó agotado, rebato todo el armario buscando mi bikini hasta que, por fin, lo encuentro, un bikini negro con marrón de dos piezas que Natalie compró para mí.

Me cambio en el baño y me visto un short y un blusón encima del bikini. Lindsey ya me está esperando abajo y revisa su celular mientras tanto, lleva solo puesto un… No sé qué… ¿Vestido?

La playa está a unos dos kilómetros, se divisa perfectamente desde la ventana de mi habitación, Lindsey toma un jeep y me hace seña de que me suba; en la parte de atrás van unas tablas, extraño surfear en estas playas de California.

En la playa hay unas cuantas personas, hay sufistas musculosos muy bien bronceados y chicas con tremendos cuerpos en bikini.

—¿Te importa? —Lindsey me da un bloqueador solar mientras se pone de espaldas hacia mí.

Niego con mi cabeza y dejo salir un poco en mis dedos para pasarlo por la espalda de Lindsey mientras ella recoge su larga cabellera negra a un costado, tiene una espalda definida, parece alguien que se ejercita muy a menudo, típica prima de Oliver; me quito el blusón y el short quedando solo en bikini para ponerme bloqueador solar, no quiero parecer un tomate luego.

Las olas están magníficas, me adentro a la playa junto con Lindsey. Ni siquiera puedo explicar lo bien que se siente. Tanto tiempo de no surfear que se siente increíble.

Luego de alguna media hora estoy sentada sobre mi tabla mirando las olas, mientras el agua se escurre de mi cabello sobre mi cuerpo, pienso en Oliver, no puedo evitar sentir cierta melancolía, puto Oliver.

—Alex. ¿Estás bien? —vuelvo en sí y miro a Lindsey agitando su mano frente a mí.

—Yo creo que me cansé un poco —digo, intentando sonar convincente, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Así veo —sonríe, tiene una linda sonrisa, el azul de sus ojos resplandece con la luz del sol, igual que los de Oliver—, si quieres vamos a tomar sol a la arena.

—Bien —contesto, la verdad me sentía molesta, pensar en Oliver después de que se tiró a la tipa esa, me molesta.

Lindsey va por unas toallas al jeep y luego de tenderlas nos recostamos en la arena.

—Me gustaría que mi boda sea en la playa, ¿sabes? —mira a un punto fijo hacia el cielo.

—Suena bien —contesto, mirándola. Tiene un pequeño lugar en su cuello que tiene una forma de media luna.

—Dime la verdad —ahora me mira con una expresión de intriga—. ¿Es cierto que el sexo es diferente luego de que te casas?

¿Y yo cómo voy a saberlo?

—Ehhh, pues, qué te puedo decir... —sí, ¿qué le puedo decir? Yo, especialmente—. Eso dependerá de ambos.

Creo que eso sirvió.

—¿El sexo entre ustedes es bueno? —¡ah! ¿Por qué no se lo pregunta a la tipa que se revolcó con Oliver anoche?

—Por supuesto que sí, sino, creo que no estuviésemos casados —ya descubrí mi don personal: mentir, para algunos es tejer, para otros es cantar y el mío es ni más ni menos que mentir. Iré al infierno y Satanás me revolverá con un cucharón en la olla de fuego ardiendo, o algo así dice mi abuela. Ella ríe y yo solo intento mostrar mis dientes en un intento fallido de sonrisa, me quiero divorciar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.