Esposa de mi jefe

Capítulo 25

Caminamos por la ciudad, me agrada Lindsey, su espíritu libre y audaz, su opinión tan minuciosa de la vida, su veracidad para describir quién es, su lealtad por las cosas que ama sin importarle ser criticada, su realismo, su forma de ser. Me recuerda mucho a Natalie, se llevarían bien, o tal vez se odiarían, Natalie no se lleva bien con ninguna mujer que tenga una personalidad parecida a la de ella.

A pesar de tener dinero, Lindsey es bastante sencilla, no visita las tiendas caras ni le llama la atención la ropa de diseñador, se emociona al ver cosas en descuento. Entramos a todas las tiendas posibles. Salió con más de cinco bolsas en cada mano y de paso compró ropa para mí. Yo ya tengo suficiente ropa.

—Yo no necesito ropa, tengo aún muchas que no he estrenado —digo, caminando alrededor de un montón de ropa en rebaja.

—¿Y qué? Así somos las mujeres —dice, mientras coloca ambas blusas fren­te a mí, pues entonces creo que no soy mujer—. ¿La beige o la rosa? Elige.

—La… rosa —contesto vacilante. ¿Ya qué?

—Bien, entonces. La rosa es tuya. Me quedaré con la beige —ni siquiera contesto cuando me lanza la blusa rosa de manga larga muy «mírame todo» para mi gusto. Sip, me encontré otra Natalie.

Caminamos por las transitadas calles de San Diego, cuando Lindsey se detiene frente a un salón y gira su rostro hacia mí.

—¿Cómo te verías con el cabello liso, Alex? —pregunta, me detengo y la miro con curiosidad.

—No lo sé, la última vez que lo alisé fue hace unos 8 años —contesto, yo estoy bien con mi maraña que llevo por cabello.

—Deberías probar nuevos looks, es divertido; además, eres Melody, no Alex —sonríe, y vuelve con lo de Melody, qué trauma.

—Por cierto, ¿no te pudiste inventar otro nombre un poco mejor? —pregunto con intriga y sarcasmo mientras nos adentramos al salón.

—Es un buen nombre, Alex. Así se llama mi tortuga.

¡Ah! ¡Estupendo! Ahora nombre de tortuga. ¿Por qué no me llamó Donatello como la tortuga ninja?

Un joven hombre de cabello rubio nos interrumpe, luego de Lindsey explicarle lo que quería, o «queríamos»; yo no, pero bueno, nos lleva a unos sillones giratorios, una joven de piel morena alisa mi cabello, mientras Lindsey opta por rulos.

Me miro al espejo. No, no me conozco, sigo amando mi cabello con rulos.

Regresamos a casa después de mediodía. Nos detuvimos a almorzar en un lugar un poco afuera de la ciudad. La comida es exquisita. Y como si fuera poco hasta el camarero del lugar nos dejó su número, no sé si era para Lindsey o para mí, o para comida a domicilio. ¿Para qué otra cosa puedo querer su número?

Llegamos aproximadamente a las cuatro de la tarde. No he sabido nada de Oliver en todo el día, ni siquiera me ha llamado, de seguro pasó hablando con su amante todo el día, o con otra. Me despojo de mi ropa y me doy una ducha con agua tibia sin mojar mi cabello. Qué bien se siente. Voy por mi ropa interior con la toalla alrededor de mi cuerpo, me tendré que poner esta ropa interior que Natalie me compró para que no se noten con mi ropa. ¿Qué se supone que me ponga para una fiesta de surfistas? De seguro habrá tipas en traje de baño, con menos ropa que un burdel.

Busco entre la ropa que Lindsey compró para mí, es bastante reveladora, pero bueno... Este short blanco estaría bien, levanto el short y lo observo, es de tela fina, lo combinaré con un blusón negro de tirantes, se ve elegante y casual al mismo tiempo, sí, me pondré tacones. ¿Por qué no?

Ni rastro de Oliver en todo el día, dejo un mensaje en su teléfono.

 

Saldré... Tú dijiste que no te importaba que saliera con otros hombres, Xoxo...

 

Sí, hasta besos y abrazos.

Al parecer, dejó el celular en la casa, ya que resuena por algún lado de la recámara, sin prestarle atención, salgo de la habitación. En algún momento lo tiene que leer.

Llegamos a la fiesta en la dirección que Max había proporcionado a Lindsey a través de un mensaje de texto. Es una gran fiesta, espectacular y enorme; como me lo imaginé hay chicas en bikini por todos lados, hay una enorme piscina, Max y Carlos están en una pequeña barra esperándonos. Lindsey me toma de la mano al divisar a los chicos para comenzar a caminar entre la multitud, Max y Carlos agitan sus manos hacia arriba al divisarnos a nosotras, me distraigo por un momento al ver un tipo desnudo corriendo alrededor de la casa solo sosteniendo un oso de peluche en sus partes íntimas.

—Hola, chicas... —ambos nos saludan con besos en las mejillas. Carlos huele bien, ya me está agradando.

—Hola —contesto, y Lindsey con su sonrisa pícara dice más que mil palabras que emboban a Max, él le ve su pronunciado escote y luego vuelve la vista a sus ojos.

Ambos chicos nos dirigen a unos sillones de cuero donde la música a todo volumen casi no es audible. Carlos me acerca una bebida con su tímida sonrisa, me agrada la sonrisa de Carlos y sus ojos celeste pálido, casi no ha dicho muchas palabras desde que llegamos, al contrario de Matthew que ha contado prácticamente toda su vida y sus andanzas en su tabla de surf y la vez que casi es comido por un tiburón; no pude evitar poner cara de asombro forzado al escuchar esa vil mentira, por no reír. ¿Quién pudiese contar eso tan orgulloso si fuese cierto?

Lindsey se va con Max a bailar, mi cara de alivio es notable, a mí no me agradan los tipos como Max, al parecer, Carlos lo nota.

—Vaya, demasiadas palabras en tan poco tiempo, ¿cierto? —sonríe, me gusta su sonrisa, pero no tanto como la de Oliver. ¡Ah! ¿Por qué pienso en Oliver? Lo más probable es que él esté llamando a la zorra esa.

—¿Y a qué te dedicas, Melody? —pregunta, ese nombre suena raro en mi cabeza—. ¿Estudias? ¿Trabajas?

—Trabajo —contesto de inmediato—, creo que eso de la universidad para mí ya acabó, por suerte —sonríe, tiene unos bonitos dientes alineados y su piel es bastante fina.




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