Esposa de mi jefe

Capítulo 27

Bajo a la cocina, necesito beber algo para distraer mi mente, no puedo ni siquiera pensar con claridad, es imposible olvidar los besos de Oliver y mucho más este, deseara tirarme a la cama con él. ¡Maldición, Alex! ¿Qué estás pensando? Tomaré un baño de agua fría, sí, eso haré. Vierto un poco de jugo de naranja que encontré en la nevera dentro de un vaso de vidrio, armo mi celular o lo que queda de él, y no, no enciende, inhalo y exhalo, inhalo y exhalo. Lo mato.

—Alex. ¿Estás bien? —la voz de la madre de Oliver me estremece, hace que la caja de jugo de naranja caiga sobre el piso, por suerte, ya estaba cerrada.

Maldigo en mis adentros mientras la recojo.

—Sí —contesto, con una sonrisa nerviosa—, solo tengo un poco de dolor de cabeza —tomo un sorbo de la bebida.

Nunu está bajo su brazo y parece muy quieto, conmigo no lo es.

—Bueno, tengo aspirinas —dice, mientras pone el gato en el suelo, este se enreda con el gran blusón blanco que lleva la señora Anderson para dormir y me causa gracia, pero mejor no río.

—Te has peleado con Oliver, ¿cierto? —la señora Anderson me mira a los ojos, con esa mirada azul tan profunda como la de Oliver.

—Creo que más que eso —digo, con la mirada perdida hacia algún lugar fijo en la cocina. Ella sonríe.

—Es normal, los pleitos en el matrimonio son parte de la vida diaria —comienza su sermón de madre, si le digo algo así a mi madre prepararía un discurso igual o incluso más dramático—, pero siempre hay que buscar cómo arreglar esos problemas, ya regreso —dice, mientras se aleja por el pasillo que lleva a su habitación.

Sigo tomando mi jugo de naranja, mientras recuerdo ese beso con Oliver, una y otra vez mis manos sobre su torso regresan a mi mente, sus suaves manos acariciándome, ese beso apasionado, sus acostones con zorras y... sus actos de celos... ¿A qué quiere jugar?

La señora Anderson vuelve con su colección de películas románticas. ¡Ah! ¡Genial! Mejor no hubiese hablado nada de esto, resoplo otra vez procurando que ella no me mire, saca un disco de la pequeña caja y es algo que dice en la portada Consejos Matrimoniales, por qué no se lo muestra a Oliver, él los necesita más.

—Siéntate aquí —enuncia, palmeando un lugar al lado de ella en el sillón enorme blanco con detalles dorados, tomo el lugar que me indica. ¡Ah! Quiero este sillón para mí. Miramos relatos de matrimonios que han salido adelante... Pero mi matrimonio con Oliver no durará mucho tiempo. ¿Por qué ver esto? Tal vez, anteriormente, lo hubiese querido intentar, pero con esto de que se acueste con cualquier zorra, mejor no, soy feliz soltera, nadie me miente, nadie me engaña y nadie me romperá MI celular.

¡A la mierda que te rompan el corazón! Que rompan tu celular duele más.

La señora Anderson acaricia mi cabello, algo me hace pensar que ella siempre quiso una hija, bueno, mi madre siempre quiso un hijo, tal vez deberían cambiar, yo me dejo adoptar por los señores Anderson. Este momento digno de una madre e hija, nunca lo hubiese tenido con mi propia madre; ella nunca demostró tanto afecto conmigo, para ella mostrar afecto es «¿Qué horas de venir son estas, muchacha? Me tenías preocupada, creí que te tenían secuestrada en Rusia», entre tantos pensamientos con mi cabeza recostada en el hombro de Margot, me quedo dormida.

 

s

 

La luz de la ventana golpea mi rostro. ¡Ah! No lo soporto, abro mis ojos entrecerrándolos y cuando ya se acomodan a la luz me doy cuenta de que estoy en el cuarto. ¿Cómo es que estoy en el cuarto? Lo último que recuerdo es quedarme dormida con la señora Anderson. Llevo la misma ropa puesta que llevaba el día anterior, por suerte, significa que no tengo que matar a nadie.

Miro a mi lado y Oliver no está, sé que fue él el que me trajo aquí. ¿Si no quién? La señora Anderson no pudiese cargarme.

Bajo hacia el comedor aún sin cambiarme de ropa, Oliver está hablando con Lindsey, ella solo sonríe. ¿Qué estarán hablando?, ella me ve y esboza una sonrisa, mientras Oliver me mira con cara neutral, como sin darle importancia a mi presencia, no es que me importe tampoco.

—Alex, alístate temprano, almorzaremos con unos socios —dice, sin quitar la vista del periódico que está leyendo.

¿Y?

—De acuerdo —contesto de manera seca y desabrida.

Lindsey frunce el ceño, y nos observa alternadamente.

—Bien. ¿Qué pasa con ustedes dos? —cuestiona, con una ceja enarcada, ninguno de los dos prestamos atención a su pregunta—. Bueno, les comunico que no hay nada que el buen sexo no resuelva —guiña un ojo cuando volteo a verla, toma una de las manzanas del canasto que reposa sobre el comedor y se va, dándole un mordisco cuando va cruzando la puerta.

Bien, eso fue incómodo.

Pasamos como cinco minutos sin mediar palabra alguna, estoy molesta y sé que él también lo está. Preparo mi sándwich de pavo y queso, de paso le preparo uno al enfurruñado este.

—¿Quieres? —rompo el silencio, poniendo el sándwich en un platito de porcelana.

—Está bien —contesta, mientras mira el sándwich en mis manos—. Alex, si mi padre te pregunta vamos a almorzar solos —murmura, cuando le acerco su comida.

Si me quiero vengar, ya sé qué hacer.

—Entiendo.

Eso fue todo lo que hablamos en media hora, no es que tengamos mucho de que hablar después del show que me hizo ayer. Que agradezca que no le quebrara la nariz por romper MI celular.

Subo a la habitación, me ducho y aún en bata busco qué ponerme para la supuesta reunión, es un almuerzo, así que supongo que es algo casual, un sencillo vestido negro nos saca de estos apuros siempre, por eso tengo varios, un vestido de tela stretch y strapless que combino con un saco de color blanco, suficiente. Mientras pongo unos zapatos de tacón negro en mis pies Oliver entra y me ve de pies a cabeza mientras camino indiferente hacia el espejo para ponerme un labial rojo suave.




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