Esposa de mi jefe

Capítulo 36

—Vamos —expresa, mientras abre la puerta de la limusina—, te dejaré en tu apartamento.

Pasamos al interior del edificio, toma mi mano y subimos por el ascensor. Le doy su abrigo, el cual sostiene con su otra mano. Al llegar a mi piso observo a una Natalie sonriente tomando mi maleta, me mira y grita y yo igual, es como nuestro saludo cuando tenemos muchos días de no vernos. Corre a través del pasillo y yo la alcanzo para fundirnos en un abrazo, bueno, eso significa que se está tomando bien su ruptura con Dereck.

—Por Dios, creo que he quedado sordo —exclama Oliver tras nosotros frunciendo el ceño, saluda a Natalie y ella sonríe apenada arreglando su melena castaña alborotada por la carrera que acaba de dar por el pasillo.

—Si me hubieses avisado con tiempo que vendrían hubiese preparado algo con tiempo.

—No, está bien —menciona Oliver, observando su reloj—, tengo que estar en la empresa en 30 minutos.

—Y para él 30 minutos son 30 minutos —interrumpo, recordando su típica frase, él solo sonríe de manera leve y Natalie nos observa divertida.

—Bien, entonces prepararé algo para ti —expresa, regresando al apartamento, la falda de su vestido con rayas se mueve al son de sus rápidos pasos que resuenan por el pasillo.

—¿Tan rápido vas a trabajar? —pregunto, mientras camino a su lado hasta la puerta de mi apartamento.

—Tengo que ponerme al día con David, tú puedes descansar hoy —le sonrío levemente, son las mejores palabras que me ha dicho todo este tiempo, lo miro con atención y me detengo mientras recuesto mi espalda en la pared cerca de la puerta, él también me observa parándose frente a mí, una

intensa mirada que sé que extrañaré; se acerca lentamente y besa mis labios tomando mi rostro con ambas manos, un beso tierno que ya no volveré a probar en no sé cuánto tiempo, en ese preciso instante la puerta del apartamento se abre y nos hace estremecer, ambos vemos en esa dirección y Natalie nos está repasando con sorpresa, de inmediato la cierra. ¡Maldita sea! Hoy me espera un interrogatorio.

—Tengo que irme —dice Oliver, viendo fijamente mis ojos. Sonrío, una sonrisa triste y melancólica mientras asiento, él deposita un suave beso en mis labios y lo observo alejarse por aquel pasillo, me da una última sonrisa antes de cerrarse el elevador.

Me quedo aún ahí estática, pensándolo… Con mi vista puesta en aquellas puertas de metal, luego de un par de minutos recuerdo que tengo que entrar y así lo hago luego de soltar un largo suspiro me preparo mentalmente para el cuestionario de Natalie.

De inmediato que paso ese umbral, ella está ahí de piernas cruzadas tomando lo que creo que es té, sonríe, una sonrisa pícara que ya conozco.

—No preguntes —digo, antes de que salga de su boca cualquier morbosidad.

Ella solo ríe y me observa retirarme hasta perderme tras la puerta de mi habitación, necesito cambiarme.

—Alex, mañana es Halloween, ¿vendrás a la fiesta, cierto? —la escucho desde afuera mientras cambio mi ropa.

—¿Aquella fiesta de disfraces de todos los años que hacen para el canal que trabajas? —frunzo el ceño, odio las fiestas de Halloween, mucho más porque Natalie nos hace combinar trajes, el año pasado ella fue una enfermera sexi y yo la pastilla.

Un vestido de látex blanco y un gorro del mismo color al estilo Papa del Vaticano, según ella era una pastilla.

—Así es, y tengo el de ambas —dice, de una manera sensual. Abro la puerta para verla con desaprobación.

—¿Y qué seremos esta vez? ¿Tú Gokú y yo la esfera del dragón? —enarco una ceja y camino hacia la cocina.

—¡Ja, ja! —menciona en dos sílabas separadas.

Pasamos el resto del día comiendo helado mientras Natalie me cuenta lo que pasó con Dereck y sus tales amigas, a mí me encanta decir «te lo dije», al menos es la única persona que he conocido capaz de reírse de estas situaciones, reír por no llorar, como dice ella misma.

Me ha torturado casi todo el día con sus películas de amor, y sí que me tortura, no puedo evitar pensar en Oliver —suspiro—. ¿Dónde estará? ¿Estará en la empresa? ¿Estará en casa? ¿Estará ocupado?

Voy hasta mi teléfono celular para escribirle un mensaje, y como si estuviésemos sincronizados, al deslizar mi dedo sobre la pantalla de mi celular, me llega un mensaje suyo. Esto debe ser cosa del demonio.

 

Satanás

¡Hey!

 

¿Hey? Comienzo a teclear mi respuesta, cuando otro mensaje suyo me interrumpe.

 

Satanás

No creas que pasé por alto el hecho de que cambiaste tu nombre de contacto en mi celular.

 

No puedo evitar soltar una risa al recordar que había cambiado mi nombre a «mi amor» en los contactos de su teléfono el otro día.

 

Alex

¿Lo siento?

 

Sí, a modo de pregunta, porque no, no lo siento.

 

Satanás

¿Quieres salir?... No lo sé… ¿A comer hamburguesas? Quizás».

 

Alex

¿Hamburguesas? Solo dime cuándo y dónde.

 

Satanás

Ahora y tú dices dónde… Estoy afuera de tu edificio.

 

Frunzo el ceño y miro por la ventana, ahí está el Porsche y sí, ahí está él, recostando sus caderas sobre el auto sosteniendo su teléfono celular.

No sé en cuánto tiempo me cambié, pero le dije a Oliver que me esperara cinco minutos, tomo mi abrigo y Natalie me observa con desconcierto al abrir la puerta.

—Satanás me espera, ya regreso —grito, cruzando el umbral. Sé que eso la dejó más desconcertada, pero a la mierda, sé que se va a asomar por la ventana.




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