Esposa de mi jefe

Capítulo 44

—¿Papá? —pregunto, aún perpleja por su presencia, no puedo creer que este señor esté frente a mí en estos momentos, ha cambiado mucho, ya no se ve tan fuerte y fortachón como hace unos años, la mayoría de su cabello rubio está teñido en gris, los círculos oscuros alrededor de sus ojos verdes le dan un aspecto cansado, mamá tenía razón, ha estado enfermo.

Aún sin palabras, solo intercambiando miradas, ni siquiera siento el impulso de abrazarlo.

Él también me mira, sin articular una palabra, varios segundos de silencio que para mí se vuelven horas, Oliver inmediatamente lo rompe y se acerca a él efusivo.

—Señor Carlin, es un placer conocerlo en persona —le estrecha la mano mientras mi padre hace lo mismo con una sonrisa en el rostro, si no fuera Oliver Anderson no le sonreiría como a todas las personas que había traído a casa.

—El placer es mío, Oliver —él sacude su mano y ahora dirige su mirada hacia mí.

—¿Cómo estás, Alex? —pregunta, esbozando una cálida sonrisa que no recuerdo haber visto antes cuando se dirigía hacia mí.

—Bien —digo cortante, también sonrío, fingido; pero le sonrío, todo esto me confunde, si yo no estuviese con Oliver, estoy segura de que me hubiese dicho que me fuera. No sé si será descortés, pero no se me apetece preguntar cómo ha estado él, aunque su aspecto aún bajo esa camisa a cuadros me dice que ha desmejorado.

—Es normal que Alex no le hable a nadie de la marca de vino que poseemos —añade, finalmente, aún observándome.

—¿Poseen una marca de vino? —Oliver observa a mi padre intrigado, él asiente con la cabeza y vuelve a postrar su mirada en mí.

—Si me das tiempo Frank y yo podemos llevarte a recorrer el viñedo y pruebas nuestro vino —Oliver esboza una amplia sonrisa.

—Eso sería estupendo, creo que me voy a emborrachar hoy —añade, lo que hace a mi padre soltar una leve risa.

—Todas las visitas que llegamos a tener aquí terminan ebrias —agrega el señor Carlin, con toda la naturalidad del mundo, como si Oliver fuera su gran amigo, lo que hace el dinero a las personas. El tío Frank baja rápidamente los escalones, tomando nuestras maletas.

—Señor Frank, no es necesario —Oliver se voltea hacia él—, yo puedo llevarlas.

—No, sobrino, Walter y yo vamos a ayudarles.

—¿Walter? —interrumpo, viendo al tío Frank con desconcierto mientras toma una de las maletas.

—Y yo que creí que ibas a ser lesbiana —la voz de Walter, me hace voltearme rápidamente hacia él. El mismo flaco, larguirucho, con los ojos marrones más expresivos que haya podido conocer. No me imaginé que vendría desde Inglaterra.

—¡TÚ! —exclamo con una sonrisa—. Necesitas una hamburguesa, muchacho —todos ríen a carcajadas mientras él me observa con su mirada más de odio posible, me acerco a él y me abraza, es incluso más alto que Oliver, recuerdo que la última vez que lo vi yo era más alta.

—Bueno, Oliver, te contaré todas las veces que Alex casi me mata, desde un árbol, desde el segundo piso, desde estos escalones de aquí...

—Walter... —le interrumpo, con una mirada pulverizadora; él sonríe, se va a divertir conmigo esta vez.

—Yo en tu lugar tengo cuidado —continúa, mientras se cruza de brazos.

—Cuando Alex se enoja mejor desaparece —agrega el tío Frank, arrastrando la maleta de Oliver sobre las rueditas que contiene y deslizándola por el pavimento.

—Eso ya lo sé —añade Oliver, mirándome divertido.

—Pasen, por favor —menciona mi padre tras nosotros—. Supongo que deben de estar cansados —extiende su mano en dirección al interior de la casa, Oliver toma mi cintura y nos dirigimos hacia esa dirección, abre la puerta para que pasemos y luego la cierra a sus espaldas.

—Tu habitación es la misma, Alex —habla Alexander, volteo a verlo, con cierta expresión de intriga en mi rostro.

—¿Aún tengo habitación en esta casa? —recuerdo perfectamente cuando Stefanie me comentó que él estaba pensando en convertirla en bodega.

—¿Por qué no? Esta es tu casa también —me mira de nuevo, ladeando sus labios, algo así como una sonrisa—, descansen por hoy, mañana podemos hacer el recorrido, Oliver.

—Eso suena espectacular, señor Carlin.

—Alexander, por favor —menciona él de inmediato.

Oliver asiente con la cabeza y mi padre se retira, perdiéndose al entrar por la puerta del comedor.

Camino en dirección a las escaleras en búsqueda de mi antiguo cuarto, veo que nada ha cambiado desde que me fui, los mismos cinco cuartos, el mismo piso de madera, el mismo color marrón, la única diferencia es una piscina en las afueras que antes no existía por el temor de mi madre de que yo muriera ahogada ahí. Sí, exagerada como siempre.

El tío Frank y Walter dejan las maletas en la habitación, ambos se retiran. Cierro la puerta y al girar sobre mis talones me encuentro los azules ojos brillantes de Oliver que me miran fijamente.

—¿Poseen una marca de vino y no me lo habías comentado? —se cruza de brazos y enarca una ceja.

—Oliver, no es la gran cosa —contesto, como la más obvia, rodeándolo para ir hacia mi cama.

—Sí lo es, Alex. Es parte de tu vida —menciona, girando en mi dirección.

—¿No era que me habías investigado? —yo también enarco una ceja y me cruzo de brazos.

—Te dije que no, no te había investigado, la única que me comentó cosas sobre ti fue Natalie —¿ella?—, pero cosas que yo ya sabía, nunca me comentó que tenías dinero.

—Yo no tengo dinero —interrumpo—, esta cosa es de mi padre y sus hermanos. Yo no sé nada de esto porque mi padre nunca me permitió aprender por esas tonteras machistas de que las mujeres no son para ese tipo de trabajo.

—Creo que tienes un mal concepto sobre tu padre.

—Tú no conoces a mi padre, Oliver. ¿Cómo vas a defender a alguien que me decía todo el tiempo que yo era un fracaso?

—Creo que exageras.

—¡No, Oliver! —camino hacia él para hablar frente a frente—. Y no puedo creer que ese mismo hombre nos esté haciendo discutir en este mismo momento.




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