Esposa de mi jefe

Capítulo 45

Volteo mi mirada hacia donde Oliver está, a su costado derecho el tío Samuel le sirve otra copa de vino y se la entrega; se pone de pie y camina hacia nosotras tomando un sorbo del vino y sonríe, sé que le gusta y sé que está pensando en embriagarse, le sonrío igualmente. Al llegar a mí se inclina para posar sus delicados labios sobre los míos, con cierto sabor a un dulce alcohol. Me levanto para que él se siente y luego acomodarme en sus piernas, mi lugar favorito del mundo para luego recostarme sobre su torso, acaricia mi cabello, mientras continúo mi plática con Stefanie sobre antiguas amistades que ambas teníamos en común en este lugar, lo que incluye a Raymond.

—La señora Phillips me comentó que Raymond ahora vive en California —Stefanie no tiene idea del altercado en California con él. Inmediatamente puedo ver cómo el semblante de Oliver se torna serio y molesto al escuchar aquel nombre—. Le solicitó trabajo a papá, dice que dejó su antiguo empleo por problemas personales —frunzo el ceño y Oliver esboza una sonrisa.

—No lo va a conseguir tampoco —habla, con una enorme sonrisa triunfante en sus labios. Stefanie lo mira desconcertada y yo ruedo mis ojos.

—Larga historia, Stefanie —suspiro.

—¿Y? Tenemos tiempo —exclama, la verdad no quiero decirle, pero...

—Bien, yo te lo explico —sabía que Oliver iba a hacerlo. Se acomoda en la silla y dirige su mirada a Stefanie—. Con todo respeto, pero el muy hijo de puta se quiso sobrepasar con Alex en la casa de mis padres en California —Stefanie lo mira con los ojos bien abiertos con un extremo gesto de sorpresa.

—Está casado con una prima de Oliver —digo, con toda la tranquilidad posible. ¿Ya qué? Ya Stefanie sabrá todo—. ¿Suzanne? ¿La recuerdas? —ella asiente, sip, le conté que le enviaba fotos desnuda.

—Solo me despegué de ella por unos minutos —continúa Oliver—. Podría decir pobre Raymond por quedarse sin trabajo, pero la verdad no, es un maldito que no respeta ni a su esposa ni a esposas ajenas.

—Oliver... —lo fulmino con la mirada para que guarde silencio.

Stefanie mira a Oliver y sus labios dibujan un gesto de impresión en sus contornos, suelta una risa. Él con toda la seriedad en su rostro se lleva la copa de vino a su boca y toma un sorbo, Stefanie ríe a carcajadas que me contagia a mí y luego Oliver intenta contenerse, pero termina carcajeándose de igual manera haciendo que un poco del vino se salga de la copa y se deslice derramándose unas gotas sobre su polera blanca, maldice.

—Alexita... Mi niña... No puedo creerlo —la temblorosa voz de la abuela casi corriendo sobre aquella alfombra de pasto me hace voltear inmediatamente, una ola de emociones invade mi interior, si a alguien extrañé más de este lugar fue a ella.

—Abuela... ¿Es que aún caminas? —me levanto de las piernas de Oliver y me dirijo hacia ella.

—Claro, muchacha, y aún hago muchas otras cosas —levanta sus cejas repetidas veces con una sonrisa traviesa que me hace reír a carcajadas, Oliver intenta contener una risa y mostrarse lo más serio posible y nos observa divertido mientras Stefanie le murmura algo. La abuela me abraza con fuerza envolviéndome con las largas y sueltas mangas de su vestido de manta cubierto de enormes flores, casi me deja sin respiración.

—Aún tienes fuerza, abuela, esa es buena señal, aún no te nos vas —ironizo, ella es buena para hacer bromas, así que aprovecho de vez en cuando.

—Alex... —la voz de mi madre como siempre interrumpiéndome, el viento revolotea con suavidad el blanco cabello corto de la abuela despeinándola casi de inmediato e intenta acomodárselo con sus suaves y bien cuidadas manos a pesar de su edad, sonríe, con esos labios perfectamente dibujados con lápiz labial rojo, y abraza ahora a mi madre.

—No te preocupes, Alicia; ya la conozco —toma mis mejillas y las estruja. ¡Ah! ¡Típico de ella! Mira a Oliver, quien tiene un gesto de diversión en su rostro escuchando hablar a la abuela—. ¿Y este guapo muchacho es el que te soporta ahora? —Oliver sonríe y se levanta para saludarla, la abuela ahora lo rodea a él con las enormes mangas de su vestido.

—No tiene idea —expresa, haciendo reír a la abuela.

Oliver le ofrece la silla en la que estaba sentado y ella toma el lugar, va por una silla para sentarse y que continuemos en la misma posición que antes, pero yo no estaré sentada en las piernas de Oliver enfrente de la abuela. A ella se le ocurren todo tipo de atrocidades, es peor que mi madre. Le hago seña a Oliver de que vaya por otra silla y él, por suerte, entiende rápidamente sin preguntar, me siento frente a ella y Oliver ubica su silla a mi lado.

Luego de media hora no puede parar de reír con las ocurrencias de ella. Y es que todo contado por la abuela suena cinco veces más divertido. Hasta siento vergüenza a veces de que Oliver piense que vengo de una familia de locos. ¿Pero ya qué? Parece disfrutarlo. Luego de un rato el tío Frank se acerca a la abuela y la abraza efusivamente.

—Frank, hiciste que me atragantara tu abundante cabellera —la abuela hace sonidos de estar escupiendo algo, ya extrañaba a estas personas.

—Me las pagarás, madre. Alex y tú me las van a pagar —mueve su dedo índice repetidamente frente a mi rostro y frente al rostro de la abuela que me hace reír aún más fuerte.

Ya es de noche y ni siquiera he podido comer tranquila con la abuela aquí, y bueno, nadie, ni siquiera don Oliver «Seriedad» Anderson. Hasta que, por fin, cada quien toma su rumbo despidiéndose para volver mañana temprano al cumpleaños de don Alexander. Camino hacia mi habitación por aquel enorme pasillo mientras Oliver se ha quedado con mi padre en la sala frente a la chimenea, espero que no esté tomando más vino porque si se emborracha y se desmaya no sé qué haré por vergüenza.

Abro la puerta de la habitación cuando siento vibrar mi celular en mi bolsillo derecho. Es Natalie.

—Natalia, ¿qué hay? —digo, justo al descolgar.




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