Esposa de mi jefe

Capítulo 46

Y en ese preciso momento comienzan a sonar unas matracas del otro lado y unos silbatos. ¿De dónde mierdas sacaron esas cosas? Aún sin comprender exactamente lo que está pasando Oliver y yo nos miramos, como esperando una explicación del otro, pero ambos estamos igual de perdidos. No sé si reírme o gritarle a Natalie por lo que acaba de hacer.

—Ustedes dos se acaban de conocer —es lo único que logro articular luego de unos largos segundos de bullicios de la otra línea.

—¿Y? Ustedeezz también y azzi se casarrorn.

—Esto fue diferente —exclama Oliver de inmediato interrumpiendo la frase de David.

—Alexxx, puedes creer… Creerlo... —Natalie baja la voz como murmurando—. No tuvimozzz sexooo haszzta el matrimonnnio —otra risa de mi parte, ya no puedo más, observo a Oliver y está intentando contener una risa.

—Guau, a tu madre le encantará escuchar eso, Natalie —digo, con fingida emoción porque sé que en realidad va a matarla cuando sepa que se casó en Las Vegas, borracha y con un tipo adinerado al que acaba de conocer.

—Oliverrr —ahora habla David—, ya que meee me acabo de cazzsar tiennezz que daarrrme unos díasss librezzs.

—¡Una mierda es que te voy a dar! Regresas mañana mismo antes... —no me puedo contener la carcajada, Oliver me mira y hay silencio del otro lado, esto hace que me mire con esa típica mirada de odio suya, pero que no puede mantener por mucho tiempo porque termina en risas igualmente.

—Alex, maldición, tú no me ayudas —intenta contener la risa, pero le es casi imposible, aclaro mi garganta, y con toda la seriedad que he podido recoger en ese momento.

—David, regresas mañana y punto —agrego, con fingida furia mientras una risa intenta salir, pero la oculto lo más que puedo.

—Biennn, porrr culpaa de ustedddes no tenndremos lunaa de mielll, ahora si nosss dizcullpann tenemoss un matrimmonio que consumaar.

—Ootra vvezz.

Dicho eso, solo escucho el sonido sordo del celular de Natalie caer en una superficie donde la llamada se corta. Yo tengo que sostener mi estómago por las risas. Oliver también ríe, pero de una manera más controlada; observo mi celular y tengo notificaciones de Natalie de sus redes sociales que al parecer son de mucho antes de llamarme, comienzo a verlas y son fotos de ellos y su supuesta boda, Natalie con un velo de novia, bastante ridículo, un vestido rojo de látex que no sé de dónde carajos pudo haberlo sacado y unas botas blancas hasta la rodilla, y David con cara de exconvicto portador de marihuana y un estúpido traje amarillo de rayas, no puedo evitar reír a carcajadas y Oliver tampoco mientras mira cada una de las fotos, el supuesto sacerdote, la capilla, dos hombres con vestidos rosados con bastante tul, supongo que las damas de honor, esto es increíble.

—Juro que me burlaré de David por el resto de su vida —agrega Oliver carcajeando, pasando de una foto a la otra.

No me imagino a esos dos en una vida de casados. Luego de varios minutos intentándonos controlar tengo que apagar mi celular porque ver las fotos de Natalie y David no ayudan de mucho y ya casi estoy sin aire en los pulmones.

—Tal vez deberíamos casarnos de esa forma, Oliver —digo y lo miro seriamente, sus pómulos están sonrojados de tanta risa, al escuchar eso me observa.

—Estás loca, yo quiero casarme en una boda normal, sobrios y que lo recordemos al día siguiente.

—Oliver... ¿No eras tú el que odiaba las cosas románticas? —Oliver ríe y me mira de una manera tierna.

—Lo sé, esto es tu culpa —acaricia mi mejilla de manera delicada—. Por cierto —se levanta y camina hacia su maleta—, tengo algo para ti —lo miro desconcertada, se dirige hacia mí con una cajita en las manos con un enorme moño que observo intrigada.

—¿Q… Qué es?

—Una sorpresa —contesta de inmediato, Oliver me entrega la cajita y la tomo casi temblorosa, tengo que saber qué es, la curiosidad me carcome, comienzo a desatar el bendito moño rápidamente, yo soy mala para las sorpresas y el odioso moño se enreda más de lo que ya estaba, Oliver ríe sentándose a mi lado y me ayuda a desenredarlo con extrema delicadeza. Abro la cajita y no puedo creerlo, es el collar fino con la perla colgante que llamó mi atención en aquella joyería en California, el que valía más de cinco meses de renta de mi apartamento. Abro mis ojos como platos, como mencioné antes, a Oliver no se le escapa nada.

—Oliver, te dije que...

—No —me interrumpe—, tú me dijiste que no querías un yate o un helicóptero. No hablaste nada de esto.

Ni siquiera sé qué decir, no tengo palabras. ¿Cómo es posible que Oliver sea tan atento que hasta una cosa como esta no pase desapercibida? —En serio, gracias —lo abrazo efusivamente y él me rodea con sus brazos.

Me separo de él y lo observo a los ojos, él también me observa, toma mi rostro con ambas manos y me da un casto beso en los labios. Toma el collar y lo lleva a mi cuello ubicándose detrás de mí, aparto mi cabello y con toda gentileza lo enrosca en la parte de atrás, puedo sentir su respiración muy cerca de mi cuello y me estremece.

Tomo la perla y la observo, se ve preciosa, volteo hacia Oliver, quien también está viéndola con intriga.

—Me encanta cómo te queda —habla Oliver, esbozando una sonrisa.

—En serio, gracias —lo miro de manera tierna, no sé qué es lo que me enamore más de él, su caballerosidad, su forma de ser o lo atento que es—. ¿Salimos? Quiero ir a un lugar que tengo mucho de no visitar —digo, viendo sus hermosos orbes azules.

—Sí, pero tengo que cambiarme, no voy a andar por ahí cubierto de gotas de vino —dicho esto se saca la polera dejando su torso al descubierto. Inconscientemente lo repaso con la mirada una y otra vez.

—¿Te gusta lo que ves? —sonríe, esa típica sonrisa pícara suya, de inmediato llevo mis ojos a los suyos y me está viendo con un gesto de diversión. Siento cómo la sangre sube directamente a mis mejillas, no tengo de otra más que reír.




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