Esposa de mi jefe

Capítulo 55

Observo con nostalgia a través de la ventana de la habitación, aquel patio inmenso en el que solía jugar de niña, el pasto tan verde como se guarda aún en algún rincón de mi cerebro, las rosas rojas que se lograron salvar el día que aplasté el jardín con las llantas de la camioneta por culpa del maldito de Evan; ojalá lo estén golpeando en la cárcel, los colibrís se revolotean en el aire y las coloridas mariposas aletean de par en par, todo se ve tan fresco.

—¡SÍ! ¡FUNCIONAAA! —los gritos de Oliver me sacan de mis pensamientos y volteo a verlo con intriga, está manipulando su celular. Levanta la mirada hacia mí y observo cómo sus ojos resplandecen con el color azul de la polera que lleva puesta.

—¿Qué? —pregunta, niego con mi cabeza sonriendo, él también arquea sus labios y se acerca a mí llevando sus manos a mi cintura juntando sus labios con los míos.

—Te ves preciosa —añade, entre besos.

—Tú igual —digo, guiñando un ojo, correspondiendo a esos sus suaves y delicados labios.

—O sea... ¿Me veo preciosa? —enarca una ceja.

—¡Claro! ¡Pero yo soy la que mata la inspiración! —lo rodeo con mis brazos y apego mi cuerpo a él, me gusta que esa fragancia suya se impregne en mi ropa.

—Tú siempre matas mi inspiración y yo no me quejo.

Un golpe en la puerta nos hace ver al mismo tiempo en esa dirección. Me separo de él depositando un último beso y él sonríe, esa sonrisa digna suya. Abro la puerta y ahí está Stefanie viendo hacia el pasillo, inmediatamente vuelve su mirada a mí. Siento una ola de ira recorrer mi ser al verle

el moretón en la comisura de su labio. Ella observa mi gesto y donde están mis ojos puestos.

—No es nada —expresa—, ya en unos dos días estará completamente curado. ¿Ya te vas? —pregunta, intentando evadir el tema, si no lo hubiese denunciado en estos momentos estuviese camino a su trabajo a agarrarlo a golpes. Asiento con mi cabeza por su pregunta, se acerca a rodearme con sus brazos y correspondo a su abrazo de la forma más efusiva que puedo.

—Sabes que puedes venirme a visitar cuando quieras y yo vendré más seguido —levanto el lado derecho de la comisura de mis labios intentando hacer una media sonrisa que no me sale.

—Alex, préstame tu celular que al parecer este aún está aturdido por el golpe —Oliver se acerca a nosotras y ambas vemos en su dirección—. Hola, Stefanie. ¿Cómo sigues?

—Bien, gracias —contesta, mientras saco el celular de mi bolsillo.

—La próxima vez piensa mejor lanzar tu celular contra la pared —hablo, lo veo seriamente y extiendo mi celular hacia él.

—Fue tu culpa. ¿Para qué me descontrolaste? —me carcajeo y Stefanie nos mira frunciendo el ceño. Ahora recuerdo que ella está aquí y mejor no continúo.

Oliver comienza a hacer sus llamadas y luego de unos minutos ya estamos saliendo de la casa, no puedo evitar sentir nostalgia y mucho más cuando la abuela con lágrimas en sus ojos nos extiende un pastel que nos había preparado junto a unas donas, pastelitos, brownies... ¡Ah! Abuelas... —suspiro—. Me abraza mientras suena su nariz en un pequeño pañuelo blanco.

—Si encuentras un muchacho guapo para mí en Nueva York me lo mandas —solloza, y aguanto una risa, pero Oliver no puede y estalla en carcajadas haciendo que la abuela entre lágrimas termine igual que él. Se abrazan y luego mi madre viene corriendo y se me abalanza, casi caemos al suelo.

—Mamá —exclamo.

—Lo siento —la escucho sorber por la nariz.

—Mamá no es como que me vaya para siempre —intento corresponder a su abrazo, pero me está asfixiando casi colgando de mi cuello.

—Es que contigo nunca se sabe —me apega más a su cuerpo y ya como que estoy sin aire.

—No se preocupe, Alicia. Sí vamos a volver. ¿Cierto, Alexandra? —Oliver me mira con sus ojos demandantes, mi padre aparece detrás de él y todos volteamos a ver en su dirección, le extiende una botella de vino y esboza una amplia sonrisa.

Alexander dirige sus ojos verdes hacia mí y me observa, curvo mis labios y él hace lo mismo. Mi madre aún me rodea con sus brazos.

—Alicia, es mi turno —dice, caminando hacia nosotras. Mi madre se aparta limpiando sus lágrimas y ahora abraza a Oliver. Ya ni pone resistencia, se está acostumbrando e igualmente la rodea con sus brazos, mi madre continúa llorando en su pecho y ahora se les une la abuela, hasta gracia le ha causado a Oliver.

Mi padre se acerca y no sabe si abrazarme o no, ni yo lo sé, rasco la parte de atrás de mi cabeza y me acerco rodeándolo con mis brazos lentamente. Él sonríe y corresponde al abrazo.

—¿Puedo llamarte? —pregunta, y asiento con mi cabeza separándome de él.

—O escribirme —respondo, y él sonríe. La verdad que sí me gusta como escribe.

—Sé que aún hay muchas cosas que arreglar entre tú y yo, Alexandra. Pero ten por seguro que lo lograré —sonrío levemente. No sé qué pensar, después de todo es mi padre.

Caminamos hacia el exterior, el tío Frank trae mi maleta, al menos sirve para algo que no sea molestar. Antes de subir a la camioneta, Stefanie me da otro efusivo abrazo, luego la abuela, luego mi madre que no deja de llorar; el tío Samuel llega y se despide de ambos.

Oliver conduce y observo por el espejo lateral a todos aquellos locos quedar a lo lejos, qué melancolía. Yo, Alex, sintiendo melancolía.

—Oliver...

—Alex... —dice, casi de inmediato y sonríe.

—Necesito algo que me levante el ánimo —Oliver frunce el ceño y luego enarca una ceja mirándome por un par de segundos.

—¿Algo como qué?

—No sé, una hamburguesa —digo, encogiéndome de hombros mientras suspiro. Oliver ríe a carcajadas.

—Bien, entonces nos vamos a parar en algún lugar a comer grasa.

—Oliver, la princesita —no puedo evitar reír, Oliver se detiene y me mira de la forma más feroz posible, espero la regañada del siglo, quiero contener las risas, pero no puedo.

—Alex... Alex... Te vas a quedar sin hamburguesa —dice, mientras pone el auto en marcha nuevamente.




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