Esposa de mi jefe

Capítulo 57

No sé cómo convencí a Oliver de que nos quedáramos aquí. Yo sí iba a extrañar mi apartamento. Por suerte siempre lleva ropa de más, no sé de dónde sacó que las infusiones de manzanilla servían para los dolores menstruales, pero lo vi por la ventana caminar hacia el supermercado de enfrente y traer una caja de tés que me preparó de inmediato, y es que Oliver es el esposo que cualquier mujer desearía tener, y no solo porque esté bien dotado de todas partes.

Al despertar, observo que ya no está en la cama, seguro salió a correr con David, me levanto y salgo de la habitación, pero no... Ellos no andan corriendo... Ellos están en la cocina... Oliver y David, ¿cocinando? Ambos con el torso al descubierto, y es que David también está bien cuidado, el sueño de Natalie hecho realidad, con razón no se ha divorciado aún; ambos miran hacia un punto fijamente, aún no se han percatado de mi presencia y siento curiosidad por saber qué están viendo, no tardo mucho en darme cuenta de que lo que ven es un video en YouTube desde el celular que parece de David, porque el de Oliver es más grande, y por lo que escucho es cómo preparar un omelet.

—¿Cuál de estas mierdas es la pimienta? —pregunta David frunciendo el ceño, viendo hacia una serie de especias que no sé de dónde sacaron.

—No lo sé, supongo que esa cosa negra —señala Oliver apuntando con el cucharón que sostiene con su mano.

—¿Crees que la pimienta sea hecha del pimiento? —David se cruza de brazos, como si lo que está diciendo es algo completamente inteligente.

—Y yo qué puta sé, pero tiene lógica —ambos ríen a carcajadas. Ahora entiendo por qué se llevan tan bien.

—¿Compraste el yogur griego? —Oliver vierte unos huevos en un tazón y con una mano agarra una cuchara que David le lanza.

—Por supuesto —exclama David, mientras comienza a verter lo que creo que es el yogur en otro tazón y ambos comienzan a cantar la canción de la Macarena, y se mueven de un lado a otro; yo no puedo con esto, ahora sí mis risas sonoras me delatan y es que nunca voy a borrar esa imagen de mi cabeza, ambos miran en mi dirección, aclaran su garganta y sus mejillas se vuelven carmesí.

—Continúen —intento contener una carcajada—, por mí no se detengan.

—Olvidaba que ya no tenemos privacidad —enuncia David seriamente.

Oliver ríe, pero sé que esa es una vergüenza que le va a costar superar, se acerca a mí, niega con su cabeza mientras toma mi rostro con ambas manos juntando sus labios con los míos.

—¿Ya te sientes mejor? —intenta cambiar de tema sutilmente, rodeando mi cintura con sus brazos.

—Y con esa serenata quién no —me mofo y río, Oliver me fulmina con la mirada y David me mira con toda la seriedad que su rostro ha podido recoger.

—Yo aquí cocinando para ti y tú burlándote de mis dones artísticos —lloriquea fingidamente llevando una de sus manos a su cara haciendo que limpia una lágrima de mentira.

—Alex, rompes sus sentimientos —dice David con su típica expresión neutral mientras niega con su cabeza, vierte un cereal sobre el tazón con yogur—. Yo en tu lugar mando este desayuno romántico a la mierda, Oliver.

—¿Y si mejor cantan la Macarena otra vez? —finjo emoción, y ambos me miran ferozmente. En serio, nunca voy a superar esto. Lástima que Natalie no está presente y cuando voy a preguntar por ella viene caminando hacia nosotros frotando sus ojos con ambas manos y se detiene de golpe al ver a David con un tazón en las manos y sin camisa, chifla sensualmente y mis tímpanos se resienten cada vez que hace eso, sí, ya es experta.

—Pero qué rubito más sexi —mueve sus cejas repetidas veces y mira a David descaradamente. Él le lanza un beso con un guiño de ojos mientras sonríe con picardía, ya vi suficiente, mejor me voy a mi cuarto.

El desayuno no está mal, debo admitir, pero con estos dos hombres juntos no se puede comer con tranquilidad. Me escapo de atragantar un par de veces, observo las manos de Natalie y David y ninguno de los dos lleva anillo de matrimonio.

—¿Y ustedes por qué no llevan anillo de matrimonio? —llevo un bocado del omelet a mi boca mientras los observo curiosa.

—Porque mi querido esposo compró unos de plástico, y no hay forma de que vaya con eso a trabajar.

—Deberías llevarla donde tu amiga la de la joyería —Oliver esboza esa maliciosa sonrisa que ya conozco y David lo mira con desapruebo. Natalie voltea su mirada malévola hacia él.

—¿Amiga? ¿Cuál amiga? —y esa es la diversión de Oliver.

—Ju... Juro, que es solo una amiga —balbucea, mejor me contengo las risas.

—¿Entonces por qué estás nervioso? —sé que Natalie solo lo hace por molestarlo porque ella no es tan histérica.

Luego Oliver y David comienzan a guardar nuestras cosas en cajas. Horas después ya estaba en casa de Oliver esperando que el camión de mudanzas llegara con mis cosas, acordamos dividir con Natalie lo que teníamos en común, y para mi suerte el saco de boxeo se quedó conmigo, David esbozó una sonrisa y Oliver rascó la parte de atrás de su cabeza con el ceño fruncido, mas David no sabe que Natalie descargará su ira contra él si no tiene el saco de boxeo.

Solo unos cuantos minutos después, ya está el camión aquí, comienzan a descargar mis cosas, por suerte no son muchas, además, Oliver tiene bastante espacio. Y es que si no miro mis cosas aquí no me voy a sentir en casa. Oliver les indica a los señores dónde dejar cada cosa y yo me siento en el sillón de la sala viendo hacia todos lados y es que este lugar es muy grande para mí, Oliver se sienta a mi lado y toma el helado que tengo en las manos para llevarlo a su boca, entrecierro mis ojos para verlo ferozmente.

Los señores ubican el sillón que compré por internet donde están los sofás de Oliver, justo llegó ayer y aún está en la caja, ellos comienzan a desempacarlo, y sí, es justo como la foto; me pongo de pie para acercarme a él y mirarlo mejor, la base acolchonada resulta ser la palma de una mano y los dedos el respaldar. La muñeca es el borde y tiene algo que puede hacerse pasar por una cadena de perlas, Oliver lo mira desconcertado.




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