Esposa de mi jefe

Capítulo 65

Tamborileo mis pies contra la alfombra del pasillo mientras espero a Oliver salir de la reunión, no quise enviarle un mensaje antes para no alarmarlo, lo conozco y un «necesito hablar contigo urgente» lo estremece y sale corriendo de donde esté. Siento cómo mis entrañas se encogen una y otra vez, muerdo la uña de mi dedo índice cuando un mensaje entra a mi celular, que sostenía en las manos; deslizo mi pulgar sobre la pantalla y observo que es Natalie, suelto el aire que mis pulmones estaban sosteniendo.

Natalie

¿Pero qué me estás diciendo? ¿Estás segura?

 

Comienzo a teclear rápidamente, cuando escucho la puerta abrirse, me pongo de pie de un salto y Oliver sale junto a David y dos personas más, un joven y un señor de mediana edad, él frunce el ceño al verme y se adelanta de los demás para acercarse a mí.

—Mi amor. ¿Estás bien? —con su mano toma mi cuello y me da un beso en la frente. Niego con mi cabeza y él me mira preocupado.

—Quiero hablar contigo, es importante —estoy mordiendo mi uña otra vez, mientras miro nerviosa sus ojos, él parece captarlo.

—¿Hablamos en mi oficina o salimos de aquí?

—Cualquiera de las dos, Oliver —asiente, se aleja de mí para despedirse de las personas que venían con él y comienzo a sonar mis uñas sobre la pantalla de mi celular cuando otro mensaje me llega.

Natalie

¿Alex?

 

Intento contestar de nuevo, recuesto mi espalda sobre la pared mientras Oliver habla con un señor mayor. David se acerca a mí, levanto la mirada levemente y observo que está afeitado. Mis palabras en Navidad surgieron efecto.

—Alex. ¿Estás bien? —David frunce el ceño y me observa curioso, no quiero sonar grosera, pero ¿por qué la persona que me regaló una muñeca como la Anabelle de la película para Navidad se preocupa por mí? En ese preciso instante, Oliver se acerca a nosotros y me toma de la mano.

—David, cualquier cosa me llamas, por favor —asiente y pone la mirada en mí nuevamente, sin decir una palabra nos retiramos.

No cruzamos palabra en todo el camino hasta su oficina, prefiere esta opción porque sé que el suspenso lo está matando, pero no dejo ni que lo pregunte, en cuanto cierra la puerta a sus espaldas se lo hago saber.

—Quiero adelantar la boda, Oliver. Cuanto antes mejor —él frunce su entrecejo y me mira intrigado.

—Yo no tengo problema. Pero... ¿a qué se debe el cambio de opinión? —camina hasta su escritorio para depositar su maletín.

—Mi padre, no lo sé, estoy cien por ciento segura de que no soportará cuatro meses, Oliver —mis ojos comienzan a cristalizarse y mi voz está temblorosa—. Yo, en serio, quiero que sea él quien me lleve al altar.

—¿Pero por qué dices eso? —camina hacia mí y toma mi rostro con ambas manos.

—Porque lo presiento, Oliver. No sé por qué —una lágrima corre por mi mejilla mientras me cruzo de brazos, él limpia la lágrima con su pulgar.

—Alex, no, no digas eso —habla, con un gesto tierno—. Voy a buscarle el mejor doctor a tu padre, no va a morir ahora, ¿sí? Vamos a hacer todo lo posible.

—Él está viendo a uno de los mejores, Oliver —ahora más lágrimas corren por mis mejillas—, y no está funcionando, él me lo dijo.

—Alex, no te alteres —me apega a su pecho mientras continúo llorando.

—Esto no puede estarme pasando. No ahora que tengo un padre —Oliver no dice una palabra, mi cerebro da mil vueltas al asunto.

—Alex, tranquila, ¿sí? —dice finalmente, toma mi rostro otra vez, hace que lo mire a los ojos—. Los doctores tienen diferentes tratamientos, llámale y dile, yo le voy a conseguir el mejor doctor.

Asiento, sé que lo va a lograr, yo lo sé, la abuela siempre ha dicho que mientras hay vida hay esperanzas. Nada perdemos con intentarlo.

Mientras me calmo, recibo una llamada de Natalie, contesto rápidamente antes de que se descontrole, si algo tiene en común con mi madre es que se vuelven locas cuando no contesto de inmediato.

—¿Natalie? —digo al descolgar.

—¡Alex! Vas a matarme. ¿Por qué me dijiste eso? —está alterada, la conozco, lo más seguro es que esté dando vueltas por algún pasillo como suele hacerlo cuando está ansiosa.

—Porque es la tercera vez que sueño ese tipo de cosas, Nat. Tengo que llamarlo. Te llamo luego.

—Espera...

No la dejo terminar, necesito hablar con Alexander. Salgo de la oficina de Oliver, está bastante ocupado y no quiero que se preocupe. Tres tonos y aún nada del otro lado. Me quedo en la cafetería y vuelvo a marcar, ya me estoy preocupando. Hasta que, por fin, escucho la voz de Stefanie.

—¿Hola? —pregunta, con ese tono suave de voz que siempre ha tenido para contestar llamadas.

—Stefanie. ¿Está papá por ahí? —despejo algunos pequeños mechones de cabello que se han deslizado por mi cara.

—Sí... Casualmente está pasando por aquí en estos momentos. ¿Quieres hablar con él?

—Por favor.

—«Papá, es Alex» —escucho en un murmuro. Casi de inmediato escucho su voz del otro lado.

—Alexandra.

—Papá, quiero que te vengas a Nueva York. Oliver va a ayudarte a conseguir el mejor doctor y vas a ver que vas... —camino de un lado a otro mientras digo estas palabras.

—Alex... —interrumpe.

—Papá —sollozo—, en serio, yo quiero que estés ahí para los días más importantes de mi vida —lágrimas corren por mi mejilla, intento controlarlas y tragar el gran nudo en mi garganta.

—Mi amor, hay algunas cosas que tenemos que hablar —hace una pausa—, en serio, agradezco a ambos por preocuparse por mi salud, pero...

—¿Pero? No, papá, los peros no existen; tú mismo me lo has dicho, no me estés haciendo esto, quiero que te pongas bien —me recargo sobre una mesa mientras intento calmarme.

—¿Crees que puedas venir este fin de semana? Me gustaría hablar mejor contigo. Yo iría, pero me acaban de prohibir viajar porque tuve una recaída, pero nada serio.




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