Esposa de mi jefe

Capítulo 69

Pero... Tal vez sí necesitan hablar, pero como padre e hijo, no como enemigos. Sé que el señor Anderson está haciendo mal, entiendo que esté molesto, pero de eso a arruinarle a tu hijo todo por lo que ha trabajado no es correcto; doy la vuelta y me encamino de regreso hacia él, está en la entrada de la oficina, viendo hacia algún punto de la sala mirando al vacío. Tengo muchas cosas por decirle, ya de por sí me odia, así que no tengo nada que perder. Al ver que camino hacia él de inmediato sus ojos se clavan en los míos, llevando ambas manos a sus bolsillos.

—Señor Anderson —hablo sin titubear, es ahora o nunca—, si en realidad lo que quiere es pelear con Oliver, mejor no hable con él, ya tiene suficientes problemas con todo esto que está pasando.

—¿Qué te hace pensar que voy a pelear con él? —me interrumpe, se cruza de brazos clavando una mirada incrédula en mis ojos.

—Porque es lo único que hace. ¿En serio piensa estar en su lecho de muerte para arreglar las cosas con él? ¿Cuando ya quede poco tiempo habiendo mucho tiempo para aprovechar ahora? —mis ojos se cristalizan—. Porque, en serio, no sabe el dolor que eso causa. Entiendo los motivos por los que está molesto, pero... ¿qué gana ahora con estarle haciendo la vida imposible? ¿Qué gana usted, señor Anderson? —simplemente hace un gesto de querer contestar, pero se queda callado dirigiendo su mirada hacia otro lugar—. Aunque él diga que no le importa sé que su actitud lo golpea. Con todo respeto, pero es usted el que no entiende lo que es el significado de una familia.

No dice una palabra. Solo se queda observándome intentando digerir lo que acabo de decir, a sus espaldas aparece Henry, quien sonríe al verme.

—¿Cómo estás, Alex? —pregunta, acercándose a mí besando mi mejilla.

—Bien, gracias —sonrío, dirigiendo mi mirada hacia el señor Anderson—. Con permiso.

Ahora sí, camino hacia el ascensor, cuando se abre, entro y volteo mi mirada hacia él, puedo ver que se ha quedado en el mismo lugar, su vista está perdida y ni siquiera tiene algún gesto a pesar de que Henry le está hablando; antes de cerrarse el ascensor, él lleva la mirada hacia mí y me observa seriamente, bueno, desde hace rato ya no soy la nuera adorada, así que no me arrepiento por lo que dije, arqueo la comisura de mis labios en una media sonrisa, hasta que mi reflejo se asoma en las frías puertas de metal.

Llego a casa, luego de pasar por un puesto de helados y quedarme ahí a escribir un poco, una situación parecida a la de Oliver y su padre hacía falta en mi portafolios; antes de salir del auto tomo el celular que estaba sobre el asiento del copiloto, me imagino las treinta llamadas perdidas de Oliver, y no me equivoqué, ahora me espera el sermón del día por no contestar las llamadas y por perderme la tarde entera.

Entro vacilando un poco, la verdad no quiero pelear, ya tengo suficiente estrés emocional. Al entrar él está ahí sosteniendo su cabeza con ambas manos mientras sus codos están sobre sus rodillas. De inmediato, al escuchar el sonido de la puerta, levanta la mirada y sus ojos me enfocan, se pone de pie, camina hacia mí a paso rápido rodeándome con sus brazos.

—Mi amor, lo lamento, en serio —habla, con su cabeza enterrada en mi cuello—. Te prometo que no volverá a pasar, estaré aquí contigo las veces que me necesites. Yo no pensé que...

—Oliver... Está bien —interrumpo y sonrío levemente, pongo el portafolios y mi celular sobre la mesa al lado de la puerta para rodearlo con mis brazos, acaricio su espalda, me esperaba una reacción peor con todo esto que está pasando.

—Te prometo, que siempre que me necesites, yo estaré aquí, pero también tienes que comprenderme —toma mi rostro con ambas manos y me mira fijamente, sus ojos están empañados—. No me voy a sentar a ver cómo mi padre arruina todo lo que me ha costado...

—Oliver, tal vez deberías hablar con él, no creo que...

—No —interrumpe de inmediato—, no hay nada que yo tenga que hablar con él... Ya me dejó en claro que para él solo existe Henry y la verdad no me importa.

Sí le importa, lo sé, si no lo hiciera, no tragaría saliva al decir esas palabras, no desviaría la mirada hacia otro lugar y no me daría la espalda como buscando algo para no tener que verme a los ojos.

—Oliver... Tal vez tenga algo por decir...

—No —interrumpe nuevamente, volteándose hacia mí—, en serio, no quiero saber nada de él, Alex. Respeta mi decisión.

Y así lo hago, no toqué el tema el resto de la noche, pero a la mañana siguiente, él ya no estaba y es lo que yo no quería. No quiero que me esté apartando por trabajo.

Intenté hacer cosas para distraerme el resto del día, le llamé tres veces, pero no contestó. Sentada viendo por la ventana lo observo bajarse de su auto con prisa cerrando la puerta de golpe, él nunca hace esas cosas, primero muerto que cerrar la puerta de su adorado auto de esa forma. Frunzo mi entrecejo, me levanto y camino hacia la puerta principal acomodando mi chaqueta de puntos, tiene que haberle pasado algo para que venga de esa forma.

—Oliver... ¿Qué...?

—Alex. ¿Por qué? ¿Por qué hiciste eso? —me interrumpe, con un tono de voz que siento que me golpea, lo miro con intriga.

—¿Qué cosa? —pregunto curiosa. ¿Ahora qué hice que no me acuerde?

—Ir a hablar con mi padre —su mirada refleja furia—. ¿Por qué lo hiciste?

—Yo no fui a hablar con él, Oliver. Yo lo encontré en la of...

—A mí no me interesa saber dónde lo encontraste. Te dije que respetaras mi decisión...

—Yo solo le dije que estaba hacien...

—¿Por qué te empeñas en traerme más problemas? —me interrumpe, poniendo esa mirada suya inescrutable en mis ojos.

—Yo solo...

—¡No! Entiende de una vez, esto no es asunto tuyo. ¡Joder! Para mí él dejó de existir desde el primer puto momento que hizo que todos me dieran la espalda. Y no quiero que tú te metas, quiero que me comprendas no que me prov...




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