Esposa de mi jefe

Capítulo 74

Estoy sentada frente a la ventana, como siempre, me gusta estar en este lugar, doy vueltas a mi anillo de matrimonio en mi dedo anular una y otra vez mientras espero que Oliver deje su trabajo de una buena vez. Tengo cosas que contarle y creo que necesitamos un respiro.

—¿Oliver? ¿Ya? —pregunto, sin voltear a verlo, solo escucho el sonido del teclado de su computadora.

—Amor, diez minutos.

—Eso me dijiste hace veinte —bufa, volteo levemente mi mirada hacia él y está viéndome con desaprobación.

—Alex, no me estreses —menciona, suspirando. Vuelvo mi mirada a la ventana y continúo viendo el arbusto que hasta ya me sé de memoria.

—Lo que estás haciendo es demasiado —digo, luego de unos minutos, sin quitar mi mirada de aquel arbusto; sigo jugando con mi anillo de matrimonio, estoy desesperada, desde hace media hora estaba lista y justo cinco minutos antes de salir recibió una llamada y se plantó frente a su computadora.

—Dijiste que me apoyabas —dice, mientras continúa tecleando.

—Y lo hago, pero también quiero salir contigo. Estás poniendo tu trabajo primero.

—Alex, eso no es verdad, solo quiero terminar esto, luego soy todo tuyo, ya sabes que no me gusta dejar cosas pendientes. Las cosas están yendo bien.

—Para ti.

—¡Alex! —exclama, cerrando su laptop—. Por favor, mañana tengo una exposición y lo que menos quiero son discusiones.

No digo una palabra, solo lo observo, abre su computadora nuevamente y suspira comenzando a teclear otra vez, intento ser comprensiva, después de todo de eso se trata el matrimonio. Me siento al lado de él sobre la cama mientras lo espero, reposando mi cabeza sobre su hombro. Él recuesta su mejilla en mi coronilla.

—Mi amor, lo siento, ¿sí? —deposita un suave beso en mi cabeza que me hace sonreír—. Solo déjame que termine esto y luego vamos donde tú quieras, mi princesa. ¿De acuerdo?

No me queda de otra más que asentir y esperar. Miro el reloj en mi muñeca izquierda, él mismo me lo había regalado la semana anterior, ya han pasado cuarenta minutos desde que me dijo eso y él está hablando por teléfono. Veinte minutos después el sueño me está venciendo, pierdo cualquier esperanza de poder salir y me quito la cazadora de cuero blanca, me recuesto sobre la cama, pero llama mi atención el momento que Oliver termina la llamada y cierra su laptop; era solo para llamar a otra persona, suspiro mientras lo observo hablar viendo por la ventana, se recarga con su mano libre sobre el marco de la ventana. Aproximadamente unos diez minutos después me quedo dormida.

 

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Unos besos húmedos sobre mi espalda me estremecen, abro los ojos y de inmediato la claridad golpea mi visión, parpadeo varias veces para acomodarme a la luz, el cosquilleo me provoca una leve risa.

—Oliver, basta —río suavemente, él continúa el recorrido con sus labios, sus piernas están a cada uno de mis costados.

—Mi amor, traje tu desayuno —frunzo el ceño, volteo levemente lo que hace que él se levante, bajo mi blusa. Y ahí está el desayuno a mi lado.

—¿Es en serio? ¿Hasta una rosa? —cuestiono y él arquea sus labios.

—Cariño —despeja un mechón de mi frente, llevándolo detrás de mi oreja—. En serio, lamento que no pudimos salir ayer donde querías, estaba bastante ocupado, pero hay buenos resultados...

—Está bien —interrumpo, sentándome sobre la cama—, dices que es solo un tiempo y voy a esperarte las veces que sea necesario —arqueo una de las comisuras de mis labios tomando el desayuno y poniéndolo sobre mis piernas.

—Me tengo que ir, pero volveré temprano, muñeca. ¿Sí?

—¿Lo prometes? —pregunto, arqueando mis cejas, sé que esas palabras son inquebrantables para él.

—Lo prometo —esboza una leve sonrisa, se inclina hacia mí y deposita un beso suave en mis labios, a paso rápido se dispone a salir de la habitación acomodando su traje beige y toma su maletín del escritorio cerca de la puerta.

Luego de holgazanear toda la mañana, tomo una ducha y le marco a Natalie a la hora de almuerzo, desde que consiguió su trabajo soñado no la he visto, el empleo le deja poco tiempo, pero es algo que ella ama hacer; sin embargo, me ha dicho que almorcemos juntas, tengo muchas cosas que hablar con ella.

Conduzco hasta donde Natalie me había dicho que se encontraba ubicado su nuevo trabajo, es la maquillista oficial en un programa que se está filmando aquí en Nueva York, algo así parecido a The Walking Dead o eso entendí. Pero no es cualquier maquillista, no, ella es la encargada de hacer todos esos maquillajes horroríficos de heridas de arma blanca, mordeduras de zombis, heridas de balas, en fin, Natalie es buena.

Milagrosamente me dejaron entrar, la diviso a unos cuantos metros de mí y está haciendo algo en el brazo de uno de los actores mientras ríen bastante amistosos. De inmediato levanta su vista y nuestras miradas se cruzan, pone lo que sea que sostiene en las manos sobre una mesa y camina a paso rápido hacia mí, lleva su dedo índice a su boca indicándome silencio, ahora entiendo por qué no gritó al momento de verme.

—Ven, quiero presentarte a alguien —menciona, con una traviesa sonrisa, ¡joder! Que no sea el amante, toma mi antebrazo y me lleva a jalones hacia el chico al que estaba pintando—. Matthew, ella es Alex, mi mejor amiga, de la que te hablé —miro a Natalie con mis ojos entrecerrados. ¿Qué le habrá contado? El chico voltea hacia mí—; y bueno, él es Matthew, el protagonista —él frunce su entrecejo al verme y de inmediato forma una amplia sonrisa en sus labios y al reconocerlo, yo igual.

—¡Matthew! —frunzo mi entrecejo—. ¿Así que ahora eres actor? —él sonríe nuevamente mientras asiente.

—Siempre te comenté que quería ser actor, y vaya... Nunca pensé que la Alexandra de la que Natalie me hablaba tanto eras tú —vuelvo a repetir, ojalá no hayan sido cosas malas, Natalie nos mira alternadamente. En ese preciso instante, un hombre con el cabello grisáceo se acerca y llama a Matthew, este asiente y se retira, pero antes muestra otra vez esa perfecta sonrisa. Natalie le da un adiós con su mano y de inmediato toma la mía para salir del lugar.




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