Esposa de mi jefe

Capítulo 77

—Bien, niña Alex, ya está listo —dice Rosa, mientras limpia sus manos en un delantal—. Usted es buena aprendiz de pasteles —sonrío ampliamente mientras también limpio mis manos en el delantal que yo llevaba puesto.

—Y tú eres la mejor maestra repostera que conozco, Rosa —digo, mientras me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla, ella se sorprende primeramente y me regresa el beso.

—Y usted, niña Alex, la mejor hija que nunca tuve —le sonrío mientras inserto la vela con el número 26 al pastel. En ese preciso instante, el señor Pablo entra a la cocina.

—Buenos días, Alex —sonrío nuevamente mientras contesto sus buenos días y él camina hacia Rosa para darle un abrazo—. ¿Para quién es el pastel? —cuestiona, llevando una uva a su boca que había sacado del refrigerador.

—Para el niño Oliver, hoy está cumpliendo sus 26 primaveras y la niña Alex le ha preparado un pastel —contesta Rosa, cruzándose de brazos con su mirada puesta en Pablo.

—¿Te acuerdas la vez que me preparaste un pastel para mi cumpleaños y apareciste de pronto a medianoche cantándome las mañanitas y casi me tiro por la ventana? —no puedo evitar reír, mientras Rosa suelta carcajadas al recordar eso y Pablo la mira con desaprobación.

—¿Y ustedes no tienen hijos? —pregunto, Rosa jadea y queda viendo hacia un punto de la cocina pensativa.

—Sí —contesta, finalmente—. Juan Pablito, pero está en la cárcel, no sé qué pude haber hecho mal.

—Comprarle una escopeta tal vez —dice Pablo, continúa su mirada de desaprobación hacia ella.

—Bueno, en mi defensa —Rosa camina hacia el refrigerador—, Juan Pablito me dijo que quería ir a cazar venados, pero nunca me dijo que a su vecino, el que se acostó con su mujer, la María Conchita, le decían el venado. Y bueno, ya te puedes imaginar qué pasó, Alexita.

—¿Mató al venado? —interrogo, bueno, eso se escuchó chistoso, aunque no debería.

—Nooo —contesta de inmediato—. Solo lo hirió, yerba mala nunca muere; hubiese preferido que hiriera a la María Conchita para que no ande prestando la conchita en todos lados.

Literalmente muero de risas, no puedo con Rosa, mejor me llevo el pastel antes de que me dé un ataque con estos dos y llegue loca a desearle feliz cumpleaños a Oliver y no romántica como debería.

—Yo... llevaré esto —digo, tomando el pastel—, me cuentan sobre Juan Pablito otro día —ellos dos sonríen ampliamente mientras me pierdo por la puerta de la cocina, subo las escaleras a toda prisa, pero luego recuerdo que me puedo caer y yo no me levanté muy temprano a hacer este pastel por nada, así que comienzo a caminar más despacio.

Abro la puerta con sumo cuidado, y Oliver sigue ahí bocabajo, plácidamente dormido, había desactivado su alarma para que no me arruinara la sorpresa, sé que se volverá loco, por tal motivo decido hacer esto bastante temprano por si tiene alguna reunión o algo así, cosa que no dudo.

Pongo el pastel a su lado y me subo a horcajadas sobre él, comienzo a besar su mejilla, su cuello y su espalda cuando él comienza a removerse suavemente, pestañea varias veces para acomodarse a la luz.

—Feliz cumpleaños —digo, de una forma canturreada, él abre sus ojos como platos.

—¿Qué hora es? —pronuncia de inmediato. ¿Qué? ¿Quién se preocupa por la hora en su cumpleaños?—. Alex. ¿Qué haces? —pregunta con una sonrisa al ver el pastel a su lado.

—¿Qué importa la hora, Oliver? Es tu cumpleaños, disfrútalo. Y este —tomo un poco del baño de vainilla del pastel con mi dedo índice y lo unto en su nariz— es tu pastel de cumpleaños. Déjame encender la vela para que pidas un deseo.

Él sonríe e intenta voltear hacia mí, me pongo de pie levemente y luego vuelvo a ubicarme a horcajadas sobre él.

—Gracias, mi muñeca, en serio menciona, tomando mi cintura—. Y apuesto que ese lo hizo Rosa.

—¿Qué? —llevo mis manos a mi pecho con indignación—. Me levanté muy temprano para hacerlo yo misma —finjo lloriquear—. Rosa solo me dio instrucciones —él ríe y sin percatarme en solo un par de segundos tengo toda su mano llena de pastel sobre mi cara.

—Yo... te... mato —intento tomar el pastel para embarrarlo por su cara, pero él me sostiene con fuerza, en un ágil movimiento se ubica sobre mí y comienza a lamer mi cara—. Eres un asque... ro... so —balbuceo, entre risas.

—Espero que no hayas hecho una fiesta sorpresa y ahora yo caiga por las escaleras —menciona, con toda seriedad, lo miro con desaprobación.

—Te llevaré a cenar a un lindo lugar, así que espero que estés en casa temprano.

—Por supuesto —sonríe levemente—, pero por ahora tengo cosas que hacer, vamos, te dejaré en tu trabajo, quiero que a toooodos les quede claro que estás casada.

Ruedo mis ojos exasperada.

—¿En serio, Oliver? ¿Eso es lo que más te preocupa? —en un descuido suyo mientras ríe tomo un pedazo del pastel y lo estrello en su cara, sí tenía que desquitarme.

En fin, hice pastel para todo, menos para comer, pobre Rosa que tendrá que lavar sábanas cubiertas de pastel, y ropas llenas de dulce.

 

s

 

—Alex... Ya está todo listo, saldremos antes para ayudarte a arreglar —Natalie se acerca a mí con su estuche de pinceles, quito levemente la mirada de mi laptop para enfocarla a ella.

—¿Estás segura? ¿No tienes algo...?

—Alex —me interrumpe—, a la mierda todo si tengo que ayudar a mi amiga —la observo con una sonrisa, Natalie es la mejor. En ese momento se acerca Matthew, nos observa alternadamente y saluda a ambas con un beso en la mejilla.

—¿Alex, irás a la fiesta de estreno del programa? —interroga, lleva una cicatriz en su cuello y Natalie se acerca a él dándole un último retoque.

—No lo creo, es el cumpleaños de mi esposo —contesto, observando la herida en su cuello mientras acomodo mis lentes. ¡Joder! Sí que esta mujer es buena para hacer estas cosas.

—Bien, si a un caso llegas allá te veo, tú sí irás... ¿Cierto? —se vuelve a Natalie, ella le sonríe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.