Esta Partida nos Partió a los Dos

Prototipo 9,69

No voy a rogar por tu cariño.
Lo dije más de una vez.
Y todavía sigues sin escucharlo.

Soy sustancia adictiva.
Provoco abstinencia.
Podrán imitarme, pero no repetir lo que dejo en tu cuerpo.

Tus manos tiemblan cuando rozan el recuerdo.
Tu clavícula carga mi respiración como tatuaje, de un gato negro que se parece a la forma en cómo nos queremos.
Las sábanas todavía saben a desvelo y a sudor retenido.

Eres impredecible hasta volverte obvio.
y después vuelves a hundirte como si nunca hubieras salido de la melancólica herida que vienes sanando.

No me aprietes.
No pienso quedarme si repetimos el guion que siempre termina en ruina.
Mi locura no es jaula: es marea que sube y me levanta cuando me suelto.

Respiro hondo.
El aire raspa como arena en la garganta.
El reloj no marca: muerde.
Prototipo seis: sostener sin quebrar.
Mi cuerpo entiende la consigna antes que mi cabeza.

Deseo: tu boca rozándome sin tocar.
Culpa: la máscara de "estoy bien" pegada a la cara húmeda.
Secreto: me busqué en otros, te buscaste en otras; el cuerpo delató cada intento.
Roce: un roce basta para derrumbar la abstinencia que intentamos fingir.

A veces tus palabras son condena.
A veces las mías también.
La diferencia es que yo nombro mi veneno.
Vos todavía lo disfrazás de costumbre y sentimentalismo.

Cuando te pregunté cómo sobrevivías en la selva, dijiste "me adapto".
Te creí: eres sombra que se ondula,
piel que aprende idiomas opuestos,
escama que copia el color de la piedra para no morir bajo la primera bota.

No te culpo por ocultarte.
Pero no esperes que ame una pared pintada.
Tengo uñas y vértebras.
Tengo un pulso que reclama lo que lo hace vibrar.

Tus contradicciones me hipnotizan.
El negro de tus ojos me llama como un borde sin baranda.
Me asomo sabiendo que abajo no hay red.

No voy a quedarme si me apretás.
No voy a salvarte si no estás dispuesto a vomitar tus viejas verdades, eso incluye esa idea tan estúpida del romance que nos hicieron creer, maldigo a Hollywood.

Hay días en que me visto de calma y no soy yo.
Sonrío con la boca y el estómago me cruje.
Me entero de tus noches como quien escucha la radio de un vecino: sin querer y sin poder apagarla.

Y sin embargo vuelvo a la misma página.
Mis muslos recuerdan el camino de tus manos aunque finja olvido.
Mi cuello guarda la marca exacta donde tu aliento hacía hogar.

Me buscaste en otras, ¿verdad?
Lo sé por la forma en que dices "nada".
Yo también intenté espejos.
Nadie trajo tu fiebre, nadie supo descifrar mi idioma de huesos.

No somos héroes.
Somos dos dependientes con recetas caducadas.
Y aun así, cuando cierro los ojos, mi piel pronuncia tu nombre en un dialecto que me da espasmos.

La pared enfría la espalda.
El insomnio cruza las piernas y me toma la lección.
¿Cuántas horas podés resistir sin la dosis?

Me prometo no llamarte.
Me prometo sacarte de mis hombros
como quien lava una prenda hasta borrarle el olor.
Pero hay olores que no se van porque no están afuera: nacen por dentro, mi memoria olfativa sabe de ti y te busca.

Prototipo seis, versión cuerpo:
apoyo la palma sobre el esternón, cuento siete y suelto cuatro.
No es magia.
Es volver al presente, sin el trueno de tu voz por dentro.

Pienso en tu ego y en el orgullo que aprendí a oler a distancia.
Pienso en tus miedos disfrazados de opinión firme.
Y aun así pienso en tu risa cuando no te mira nadie, en lo tierno y maldito que puedes ser.

No vengo a explicar nada.
Vengo a decir lo que el cuerpo me ordena:
que te quiere al borde de la cama cuando falta aire,
que te odia por saber abrir el mismo candado cada vez.

No me pidas promesas largas.
No me hagas jurar eternidades con los dedos cruzados.
Pon la frente en la mesa y dime la verdad en voz baja.
Yo haré lo mismo.
Y si en medio del acto nos tiembla el pulso,
que tiemble por lo real y no por el miedo.

No sé en qué momento la niña que lloraba por todo dejó de pedir permiso.
Tal vez fue la tarde en que dejaste un libro con mi nombre en la primera página
yo no estaba, lo recibió mamá, hablaba de futuro, de hija, de casa con sol a las once.
Dije que me asustaba.
Mentí: me asustaba sentir que por primera vez no estaba a salvo de ser feliz.

No voy a rogar por tu cariño, lo sostengo.
Pero tampoco voy a rogarle al silencio que nos cubra las mentiras con una sábana.
Prefiero el ruido.
Prefiero la verdad que se equivoca y vuelve a decirse.
Prefiero tu torpeza honesta a tu coreografía perfecta.

Abre la ventana.
El aire de la noche entra con olor a lluvia vieja.

Muerdo el interior de la mejilla hasta que duele.
¿Es normal que disfrute la sangre que dejamos en el camino?.
El cuerpo quiere su premio.
La mente cuenta historias con finales prestados.
Las manos, mientras tanto, buscan de memoria el celular.




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