Dos estaciones
Eramos invierno y verano. Yo amaba el frío, el café caliente entre las manos, las bufandas largas. Él vivía para el sol para los días largos de playa y las noches eternas bajo las estrellas. Todo en nosotros era un contraste, pero juntos éramos perfectos.
Nos conocimos en primavera, cuando las flores intentan ser imparciales. Me enamoré de su risa, de cómo iluminaba cualquier rincón oscuro. Él decía que mi voz era lo único que podía calmar sus tormentas. Eramos felices aunque sabíamos que había una fecha límite.
Cuando el verano terminó llego la despedida. Su visa expira a y yo no podía seguirlo. Pasamos nuestra última noche abrazados en un parque que ya empazaba a llenarse de hojas secas.
—si hubiéramos tenido más tiempo... —dijo pero no termino la frase. No hacía falta
Lo vi partí el día siguiente mientras que el otoño caía sobre mi como un peso insoportable. Me quede en el anden deseando que el mundo sea menos cruel.
Hablamos por cartas, luego por llamadas, pero la distancia era una herida que no dejaba de sangrar. Un día, dejo de escribir, y entendí que incluso las estaciones más hermosas deben cambiar.
Ahora cada verano duele. Cada rajo de sol me recuerda su risa, y cada invierno, mi soledad. Eramos perfectos, pero también eramos imposibles. Y eso, duele más que cualquier despedida.