I
Aquella mañana, que por el este despierta, lo hizo como todas las demás; parlanchina y ligeramente melancólica. Al menos me lo quiso parecer.
Afirmo que juego al despiste y esto es así porque corren tiempos espinosos para colocarse en el pescuezo de otro. Tiempos revueltos donde disfrutar armoniosamente en soledad no resulta fácil. Y es que aquella mañana de diciembre se daba para eso.
Altanera y bravucona como ella sola. Me clavó una daga por la espalda, sin ni siquiera yo sospecharlo. Buscaba cubrir mi garganta del frío y no mi espinazo del acero… ¡Traidora!
Busqué moneda de cambio entre millones de monedas, sin encontrar más que horas baldías, voluntades fatales e inquietantes ecos de un ayer latente…
Mañana de diciembre en la alcoba de los sueños perdibles. Adormilado, entre cobijas de lino y atrapasueños que no capturan madrugadas en ciernes.
Sonriente en el poniente y desconsolado al alba. Tiempo, locuaz, mordaz en sí mismo, un bulo tirando de otros mayores.
Es diciembre ¡injuria! Plácida existencia. ¡Idolatría! Me llamo noviembre y únicamente espero que enero sepa cerrar bocas…
II
El coche traquetea tristón. Devora, a su manera, kilómetros con pasmosa premura. Horizonte lejano y a lo lejos el infinito viniendo cercano, viniéndose encima. Acelera, frena y gira. ¡Ya lo sé! Todo cuando ha de ser ¡será! Es así por ser hijo de la desgracia.
El aire carga partículas molestas. Polen en danzas tribales, suspiros demenciales, cada grano busca colarse a través de los filtros pero termina atrapado en la telaraña de celdillas.
Ruge la fiera que llevo dentro, apretando firmemente el volante. De los dioses haberme enseñado a no morir quizás la última curva no habría sido mi tumba. ¡Polen! En mis labios sangre, sobre el asfalto la desesperada huella de ese frenazo que nunca llegó o tal vez lo hizo excesivamente pronto… ¡ya es tarde!
III
¿De qué se ríe ese payaso de circo? ¡Echarle un ojo! Con esa pintura brillante y esa nariz roja e hinchada. Intenta caminar con zapatos largos, aun más horribles que él. Ropas anchas y estrambóticas, raídas, cosidas, sucias. Una gárgola sería más agradable a la vista.
¡Por favor! Abuchearlo todos a la vez. Por manifiesto os lo exijo. Entretanto tú, payaso de circo, sal del centro de la pista. Huye con tu ridícula presencia y como la comadreja, escóndete en algún agujero.
Desmaquíllate, quítate esa nariz bermellón, los zapatos inservibles y esas ropas de la beneficencia. Ahora contémplate al espejo y ¡mírate! Me resulta más fácil pasar de largo que describir lo que veo…
IV
Lluvia de enero, días de enero, frío acero. Viento sureño, tejados inclinados, sin lacrimal y arquetas cubiertas de hojas y papeles portadores de malas nuevas.
¿No lo sientes dentro de ti? Aguarda amiga mía: ¿Sientes algo? ¡No seas como yo! Mírame al ojo de la frente tal cual harían los videntes… ¿Y tus labios agrietados? ¿Verdad que aún pueden moverse? Pues prueba a usarlos…
Enero sin remilgos ni consuelo para esos infortunados paridos en invierno.
Lluvia de enero, días de enero, viento ponderante del sur. ¡Se vive tan bien sin falta de nada! Enero llegó, fue él, culpable de todo, incluso de ser enero…
V
No fui yo porque no estaba allí y si estaba es porque a fuerza he tenido que ser yo. Dime la verdad de este par que somos nosotros, entrégamela desnuda, entre sombras rugosas y una mano abierta. Si no he cumplido soy lo peor y si mi palabra empeñé es porque bien poco vale.
Complejo acertar contigo y aún más conmigo. Agasajarte con cumplidos llenos de cándidas intenciones será lo mejor… ¿O tal vez no lo sea? Recuérdalo, los monstruos salen de noche y los de verdad ¡también de día!
Si me toca callar, hablo. Si me toca hablar, callo. Si he de ir vengo y si he venir, voy. Toda nuestra existencia es un carrusel perfectamente engrasado. Yo giro al tiempo que tu tratas de subirte en marcha.
¿Culpables? Tus exacerbadas ganas de agradarme y las mías, evitando ser del agrado general…
VI
¡Qué revuelo causa este sol mañanero! Ha revolucionado mis sentidos casi tanto como los suyos. Oculto entre borrascas invernales, oculto sin más, jugando a emerger desde las profundidades tal cual en su mano estuviera el cetro divino. Cuéntame tus verdades que yo te haré partícipe de mis más sinceras mentiras…
El tren allá, lejos de ti y aún más lejos de mí. Distanciado de cualquier distancia. Corazón de hierro para voluntades enrolladas en humo, transportadas como volutas negras ansiosas de pegarse en derredor.
Desde el suelo al limbo que nunca pisará tiemblan los raíles. Huyen los animales salvajes que curiosos se han acercado. Voces familiares fluyen por los diferentes vagones, viendo la vida pasar a través de las ventanas.
Olor a salón, muy cierto esto es. Vocablos hirientes y opacas vidas de refilón viradas, entre pólvora y gatillo…
Tren al sol es tren soleado. Ganas mañaneras bajo esta borrasca invernal ¿o no es invierno ni borrasca? ¡Qué confusa se me ha vuelto la razón!
Me cuentas tus verdades y yo, viéndote a los ojos, sé que son una gran mentira pues has aprendido del mejor. Recito al aire, huele a humo, mis bulos concatenados se deslizan perfectamente sobre estas vías de hierro que siempre llevan al mismo lugar.
Acércate, como si me conocieses de siempre. Acércate, como si no supieses quién soy bajo el telón de apariencias. Ven a mí, despacio, pues deseo compartir mi carga contigo a pesar de estar repleta de falacias, perfectamente dispuestas.
Allá se va el tren al amanecer, orondo, convenientemente engalanado de honestidades.
¡Se marcha! Llévate el sol, la borrasca y el invierno. Sin embargo, deja las mentiras porque llevan tiempo acomodadas aquí, entre medias verdades y cinturones bien ceñidos.
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mentiras y verdades, sentimientos y dudas, filosofía y reflexión
Editado: 15.02.2025