Estilo Asesino

PREFACIO

Era una tarde lluviosa en el pequeño pueblo de Brea. Una tarde como cualquier otra.  

Las personas sumidas en su mundo, cumplían con el último horario de deberes. Algunas se encontraban en sus hogares; otras bajo techos refugiándose de las gotas que caían; y unas últimas caminando bajo la lluvia, sin problema alguno.  

Lo que las conectaba a todas era esa singular tristeza, propia de la gente de Brea. Las personas de dicho pueblo eran conocidas en toda Francia, por dicha característica.  

Brea, sinónimo de tristeza.  

Nadie entendía el porqué. Unos decían que era gracias al ambiente denso y solitario; otros, que era propio de los genes.  

Lo cierto es, que en medio de ese caos lleno de tristeza, se encontraba Melissa Parks; una chica de veinticinco años muy alegre para ser parte del pueblo de la melancolía, como le llamaban. Para su desgracia, Melissa tomó la terrible decisión de caminar bajo la lluvia, por el atajo que llevaba a la plaza.  

Estaba por ser las seis en punto. La calle se encontraba más desolada que nunca, gracias a la fuerte tormenta. El deplorable paraguas de Melissa, no ayudaba en lo absoluto; solo cubría un cuarto de capa de piel. Tenía frío, sus labios estaban resecos pero aún mantenían un poco de color; sus manos se encontraban entumecidas, pero aún así, ella caminaba con entusiasmo; sabía que al llegar a casa, hallaría a su madre, horneando su postre favorito, y que sus dos hermanas menores, la esperarían con ansias.  

Sin embargo, al caminar varios metros, comenzó a escuchar crujidos que provenían del lateral derecho. Su corazón se aceleró; presentía que algo se acercaba.  

Y después de largos segundos aquellos crujidos fueron reemplazados por pisadas suaves de zapato con tacón bajo; quizás de botines varoniles. Pero, aún con nervios, decidió hacer caso omiso y siguió caminando, solo que con más rapidez.  

Silbidos, silbidos perturbadores comenzaron a tomar lugar y esta vez, Melissa, sin dudarlo, corrió. Faltaban pocas calles para llegar a su casa; si tenía suerte, a una velocidad adecuada, podría llegar y salvarse.  

Los silbidos eran más potentes, dándole a entender que estaba cerca, muy cerca de ella. Sus pies estaban adoloridos; su asma no ayudaba al trote y sus cordones sueltos, la llevaron a tropezarse. Quiso levantarse lo más rápido posible, pero era tarde... Unas manos gruesas y enguantadas tomaron de su torso.  

El rostro de aquella persona era irreconocible para ella. Solo logró divisar un sombrero corte bajo y un esmoquin con corbata roja, en extremo elegante.  

Ella pataleó, gritó y golpeó, pero no funcionó, nadie la escuchó, nadie salió, y aquel asesino no la soltó.  

Se hizo la noche en el pueblo de la nostalgia, donde una de las pocas almas con luz, se apagó; llevándose consigo un último suspiro de color.  



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En el texto hay: asesinatos, violencia, detectives

Editado: 11.08.2021

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