Esto es guerra, jefecito ❁en físico❁

4

—Trae los dos últimos informes de asambleas con Johnson & Karlson, pero ya.

—Llama a los inversores menores y dales este mensaje de inmediato.

—Cancela las reuniones de hoy.

—Trae agua manantial con hielo, apúrate.

Desde esa última conversación, las exigencias y recados de Derek eran cada vez más absurdas. Le reclamaba por demorarse más de veinte segundos en entrar a la oficina, por no conocer a todos los inversionistas que están en el proyecto, por no contestar las llamadas entrantes mientras hacía cualquiera de sus otros recados e incluso por seguir trabajando allí. Y todo ello, en tan solo una hora.

—Los representantes de Johnson & Karlson han llegado al complejo, en este momento están camino a la sala de juntas —anunció Anaira con aparente calma.

—¿Hasta ahora me avisas? De tu parte pierdo mis reuniones, a ver si aprendes a manejar tiempos —refunfuñaba mientras recogía sus cosas.

Se dirigió a la puerta pasando por su lado, no sin antes clavar una muy dura mirada cargada de rabia, casi como una puñalada al corazón. Sin embargo, Anaira se la sostuvo con toda calma hasta el último momento e incluso sonriendo, haciéndolo rabiar el doble.

—Recuerde llevar los informes anteriores, debe tener en cuenta todas las ideas que han sugerido hasta el momento para evitar redundancias —comentó, tragándose todo el enfado.

—¿Ahora me dices como debo trabajar? Sé lo que tengo que hacer, no necesito tus consejos —replicó entre dientes.

—Los está dejando en el escritorio, señor —añadió con una pequeña sonrisa de satisfacción.

—¿Qué esperas para traérmelos? —exigió con mano en el pomo a punto de salir.

—Aquí tiene, que le vaya bien —concluyó con una sonrisa.

Los escuchó gruñir de frustración, intuyendo que sus intenciones con todo aquel bombardeo de tareas absurdas no era más que provocarla. Tarea que no le está resultando como lo esperaba.

—Atiende las llamadas y por favor —la miró con profundo desprecio—, si es que la señorita quiere, revisa el correo que bastante copado lo debes tener.

—Termino de redactar los informes y me pongo en ello, señor —contestó, mordiéndose la lengua.

—Es para ya, no para cuando la princesita lo decida —y cerró de un portazo.

—¿Ahora es mi puta culpa? Imbécil —murmuró para sí misma.

Tan solo eran las once de la mañana y se sentía al tope de tareas, por si fuera poco, todavía le esperaba un largo día de trabajo con un sinfín regaños incluidos. Debía aguantar mientras tanto, tal vez con dedicación y buenos resultados pueda tener oportunidad de cambiar la opinión de Derek, aunque era consciente que aquello podría ser solo una ilusión. Por el momento, lo único que tenía seguro era el desempleo. ¿Qué era peor, ser despedida sin saber cuándo podía tener una nueva oportunidad como aquella, o tener que soportar a su jefe por tiempo indefinido?

Continuó con su labor, solo faltaban dos informes para poder terminar con el papeleo de las mil carpetas y así poder dedicarse a los correos. Mientras Derek esté en reunión, trataría de adelantar lo que más pudiera y evitar sus gritos así sea un poco.

De esa forma, la hora del almuerzo pasó por su lado sin darse cuenta. El ardor en su estómago fue la alarma, despegándose del escritorio por primera vez en el día sin tener que salir corriendo. Se dirigió a la cafetería, solo pediría algo sencillo que pudiese llevar de regreso y comer de rapidez. No quería que eso, además de causarle indigestión, sea motivo más para otra reprimenda. Ya se estaba hartando.

—Dichosos los ojos que te ven —le saludó Camilo, colocándose a su lado en la corta fila—, ¿algo nuevo que lamentar?

—Ni te imaginas cuanto, pero por ahora solo necesito combustible —contestó con una sonrisa casi forzada—, ¿sugerencias?

—¿Tan mal te está yendo? —indagó esta vez alarmado.

—Aparte que mi jefe me odia, quiere despedirme y me regaña hasta por respirar, nada fuera de lo normal —expresó con ironía—, ¿tú que cuentas?

—Dos sándwiches de pollo sin cebolla y un café bien cargado, por favor —dijo Camilo al llegar al frente—, yo invito.

—Gracias, eres un sol —suspiró esta vez sonriendo de verdad.

Se sentaron a comer tranquilos, ignorando todas las alarmas que su mente le gritaba como sirenas de ambulancia. Sabía que no estaba en condiciones de quedarse demasiado tiempo conversando, pero tampoco estaba para saltarse sus horas de descanso y almuerzo sabiendo que, muy probablemente, igual la despidan.

Con Camilo presente, podía darse el lujo de poder respirar y sonreír con gusto. Era agradable, cada vez le caía mejor, aunque todo ese rollo de coquetear se estaba esfumando dejando solo complicidad entre ambos, cosa que le resultaba aún mejor. Con él podía desahogarse, insultar con gusto a su jefe y burlarse de sus manías. Se sentía tan relajada, que por más que quisiera, había dejado pasar demasiado tiempo en ello.

—Me encantaría seguir conversando, pero…

—Debes seguir en lo tuyo, lo sé —interrumpió Camilo con una sonrisa—, yo igual, se supone que también trabajo aquí.




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