Esto no es mío

Capítulo 2

Aunque alguien muera, si te tropiezas, si un desconocido llora, aunque pase cualquier mínima cosa que no te incumba sigues tu camino sin parar. No solo tú todos los demás también lo hacen. Caminar, caminar sin detenerse hasta el fin del camino, pues a si somos las personas o al menos la mayoría. 
- ¿señora le ayudo? - pregunto una chica de cabello rojizo y piel clara. 
- ¡oh! Gracias querida. Hoy en día no hay muchos jovencitos como tú. – dijo la mujer anciana que aparentaba unos sesenta y tantos años quien llevaba un carrito de compras lleno y una bolsa de mercado de igual forma, cargado en su hombro izquierdo. 
-No hay de qué. 
La bella señorita acompaño a la señora hasta su casa, al llegar quedo sorprendida con el tamaño y sobre todo el color de su casa pues, aunque no fuera una casa de lujo era una bien construida con cinco pisos, tenia escaleras independientes, cada piso tenía un color diferente. 
-Esta casa…-parecía algún tipo de arcoíris. No solo el color en cada piso, sino que también cada ventana tenía un decorado distinto. Además, tenía una terraza con los bordes llenos de maceteros.  
-…imagino que sus hijos viven en cada piso. 
-¡Oh no! Solo tengo un hijo y el vive conmigo. El trabaja todo el tiempo. 
-Ya veo. Entonces cada inquilino decora a su gusto. 
- ¿Niña estas buscando una habitación para alquilarla? 
-No, yo no. Pero tenia una amiga que sí, ella hace tiempo buscaba una habitación. -El rostro de la chica pelirroja se tornó triste. 
-te puedo recomendar algunos lugares. Que son seguros como este, baratos y cómodos-ofreció la señora. 
-no se preocupe, ella ya habrá conseguido un lugar para vivir. Bueno, a sido un gusto ayudarla. Me retiro. 
-Oh querida toma esta fruta- la señora le ofreció una bolsa de manzanas a la joven.  
-Gracias. Adiós- cuando la chica dio unos pasos lejos de la señora se encontró con alguien en particular. Esta persona iba cabizbaja.  
-Pero si es…Leah - la chica tenía una expresión de cansancio en su rostro. Miraba hacia el piso suspirando, en el aire se podía ver como el vapor que salía de su boca se hacía trasparente para desaparecer. 
-Ah- dijo tras chocar con la chica de cabello rojizo sin mirar su rostro siquiera, solo se disculpó.  
-Disculpe- siguió su camino con la cabeza agachada, pero las manos de la chica de cabello rojizo la detuvieron sosteniéndola por el brazo. 
- ¡¿Leah?!-pregunto. Al escuchar su nombre la chica miro el rostro de su amiga. 
-Naima…-dijo sin ánimo. 
- ¡Leah al fin te encuentro! - la abrazo con fuerza, después de un año desde que no supo nada de ella. 
Leah no correspondió el abrazo solo se quedó inmóvil esperando a que Naima la soltara. 
Después de unos quince minutos de espera Naima todavía no la soltaba por lo que Leah tuvo que hablar.  
-Hace frío, ¿no quieres...? 
- ¿entrar a tu casa? ¡claro! 
-S-Si vamos-dijo para dar después un largo suspiro de resignación. 
Ya estando ambas en la pequeña habitación alquilada por Leah. Ambas estaban sentadas en la pequeña sala. 
El ambiente era incómodo para Leah. 
-Esto… ¿Cómo me encontraste? 
-Pues fue por pura casualidad. Veras ayudaba a una señora a llevar sus compras y luego te vi de la nada. ¡ah! La señora me regalo estas manzanas. Te are una ensalada ¿tienes yogur y más frutas? -Naima fue corriendo hacia la pequeña cocina y cogió un tazón grande. 
-Espera no te apresures. 
- ¿No tienes hambre? Ya pronto será la hora del almuerzo. 
-Ignora eso. ¿Es que no piensas gritarme o algo así? 
- Por supuesto que me gustaría hacerlo, es más me encantaría tirarte todas estas manzanas en la cara ahora mismo, pero…no serviría de nada. Lo hecho, hecho esta. No regresare el tiempo ni nada pasado. 
- ¿Será que has cambiado en un año? Lo dudo. Por eso todos los hombres huyen al conocerte realmente- tras lo dicho de repente salió una manzana voladora hacia su cara que hizo caer a Leah al piso. 
La chica había olvidado la fuerza bruta que había heredado de sus padres, quienes en su juventud practicaban "Taekwon-Do" junto a su padre adoptivo. 
- ¿quieres más ensalada de manzana? -pregunto Naima con una sonrisa. 
-no, gracias. 
-bien, ahora ayúdame en la cocina y cuéntame lo que te paso este último año. 
-eso es personal ¡ouch! -otra manzana voladora fue directo a la frente de Leah. 
- ¿Qué dijiste? 
-Enseguida voy. 
 




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